martes, 22 de agosto de 2017

FANNY Y ALEXANDER Ingmar Bergman. Una sensibilidad devastadora.

El cine es ensueño, es música. No hay forma de arte que vaya más allá de la conciencia ordinaria como lo hace el cine, directamente a nuestras emociones, al penumbroso recinto del alma.
Ingmar Bergman.




FANNY Y ALEXANDER
Dirección: Ingmar Bergman.
Intérpretes: Bertil Guvel, Pernilla Allwin, Börje Ahlstedt.
SUECIA, 1982.
Impresionante aproximación a la infancia de Ingmar Bergman (fue su última película para el cine, posteriormente solo hizo trabajos televisivos), con la historia de dos hermanos a inicios del siglo XX (los niños que dan nombre al filme). De una sensibilidad devastadora.

 CAPITULO 1 





Fanny y Alexander – Ingmar Bergman (1982)


Fragmento con subtítulos en español 

El imaginario de la infancia y la linterna mágica 


No nos enredaremos en descifrar símbolos ocultos en esta explícita película del maestro Ingmar Bergman. Hay que recordar la anécdota de Luis Buñuel, a quien le preguntaron cuál era el significado de un burro, u otro animal, que aparecía en una escena. Buñuel contestó algo así como que él no lo sabía, que se veía bien ahí. Nada, no significaba nada. No es el único que ha jugado con la crítica. Una de las más mordaces críticas a la crítica de cine la hizo Fellini en su excepcional 8-1/2, en donde un crítico monologa, durante toda la película, una serie de intrincadas frases que, seguramente, no dicen nada, aunque suenan bien y muy intelectuales y profundas. Sobre Fanny y Alexander, el mismo Bergman confesó en su libro La linterna mágica, que son una suerte de collage de imágenes inspiradas en su propio pasado, en su infancia, que pueden o no ser reales. Bergman tenía un canal abierto a su infancia. ¿Realmente importa qué tan reales son? En nuestra mente todo puede ser o no real; es nuestro mundo íntimo, con precisiones y con imprecisiones, con fantasías y con “realidades”. Unas realidades entre comillas, pues difícilmente pueden ser universalmente reales como lo son otras cosas o hechos, que son reales para todos. Pero esas son nuestrasrealidades.


Inicialmente de unas 6 horas de duración, hecha para televisión, se recortó para proyectarla en cines a una versión de 3 horas y algunos minutos. Esta película recibió muchos premios, y destacan el vestuario, la fotografía (Sven Nykvist), la escenografía, la dirección artística y la dirección. Obtuvo el Óscar a la mejor película extranjera en 1983. La cinta tiene gran belleza plástica (quizás la de mayor belleza plástica de la obra bergmaniana), y el relato es sencillo aunque, al igual que toda su filmografía, invita al espectador a una reflexión sosegada sobre los temas vitales de la vida: la existencia de Dios, la muerte, el sentido de la vida, el tiempo, la realidad y la ficción, las relaciones interpersonales. Alexander, al igual que el caballero Antonius Block, de El séptimo sello, está furioso con Dios, porque no parece ocuparse de los asuntos terrenales y permite la injusticia y el dolor. También se plantea el inexorable transcurrir del tiempo y su relatividad (no física, pero metafísica). La crianza bajo reglas exageradamente rígidas, a tal punto que la víctima desea el mal para su victimario, y la mentira como escudo ante el castigo, son motivo también de reflexión en el argumento, escrito por el propio Bergman. Todo el imaginario infantil de Bergman se encuentra en este film: el teatro, los títeres, en cierta forma el mundo circense, incluso la linterna mágica, título de sus memorias, el inflexible mundo cristiano, Dios, y la muerte. Es la visión del mundo a través de un niño sensible, que no solo está, sino que piensa en su estar y en su ser. Otros aspectos, solo esbozados, también se presentan en la obra: la liberalidad sexual, la frustración de algunos personajes, el antisemitismo, la armonía familiar, la solidaridad, la esperanza.


La cadencia de la historia, que pareciera deliberadamente lenta, responde al estilo de Bergman, característico del cine nórdico y del centro y este de Europa. Este devenir lento nos permite reflexionar en caliente, sobre la misma escena y lo que ella presenta. Cada encuadre, cada parsimonioso movimiento de la cámara, nos invita a pensar a la velocidad adecuada de acuerdo a la profundidad de lo planteado. Es un placer “degustar” cada escena, tanto por su intelectualidad como por su belleza formal. No deja uno de recordar el Amarcord de Fellini. Ambos filmes son casi autobiográficos, tienen elementos, historias y recuerdos (precisos o imprecisos) pertenecientes a la infancia del director, vistos con la nostalgia y el cariño que el tiempo ha curtido, sin descuidar un análisis de las memorias, aunque no demasiado objetivo, pues el elemento perdón suele percolarse con el tiempo. Una gran obra del maestro sueco.



http://sofiaenelcine.blogspot.com/2012/01/fanny-y-alexander-ingmar-bergman-1982.html

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