miércoles, 20 de septiembre de 2017

Antonio Machado Poesías y biografía



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Machado, Antonio - Poesias Completas - somoslxspiratas



Antonio Machado

(Sevilla, 1875 - Collioure, 1939) Poeta español. Aunque influido por el modernismo y el simbolismo, su obra es expresión lírica del ideario de la Generación del 98. Hijo del folclorista Antonio Machado y Álvarez y hermano menor del también poeta Manuel Machado, pasó su infancia en Sevilla y en 1883 se instaló con su familia en Madrid.

Antonio Machado
Se formó en la Institución Libre de Enseñanza y en otros institutos madrileños. En 1899, durante un primer viaje a París, trabajó en la editorial Garnier, y posteriormente regresó a la capital francesa, donde entabló amistad con Rubén Darío. De vuelta a España frecuentó los ambientes literarios, donde conoció a Juan Ramón JiménezRamón del Valle-Inclán y Miguel de Unamuno.
En 1907 obtuvo la cátedra de francés en el instituto de Soria, cuidad en la que dos años después contrajo matrimonio con Leonor Izquierdo. En 1910 le fue concedida una pensión para estudiar filología en París durante un año, estancia que aprovechó para asistir a los cursos de filosofía de Henri Bergson y Joseph Bédier en el College de France. Tras la muerte de su esposa en 1912, pasó al instituto de Baeza.
Doctorado en filosofía y letras (1918), desempeñó luego su cátedra en Segovia, y en 1928 fue elegido miembro de la Real Academia Española. Al comenzar la Guerra Civil Española (1936-1939) se encontraba en Madrid, desde donde se trasladó con su madre y otros familiares al pueblo valenciano de Rocafort y luego a Barcelona. En enero de 1939 emprendió camino al exilio, pero la muerte lo sorprendió en el pueblecito francés de Colliure.
La obra de Antonio Machado
Los textos iniciales de Machado, comentarios de sucesos y crónicas costumbristas escritos en colaboración con su hermano y firmados con el seudónimo Tablante de Ricamonte, aparecieron en La Caricatura en 1893. Sus primeros poemas se publicaron en ElectraHelios y otras revistas modernistas, movimiento con el que Machado se sentía identificado cuando comenzó su labor literaria.

Antonio Machado
No obstante, aunque las composiciones incluidas en Soledades (1903) revelaron la influencia del modernismo, el autor se distanció de la imaginería decorativa de la escuela rubeniana para profundizar en la expresión de emociones auténticas, a menudo plasmadas a través de un sobrio simbolismo. En su siguiente libro, Soledades, galerías y otros poemas (1907), reedición y ampliación del anterior, se hizo más evidente el tono melancólico e intimista, el uso del humor como elemento distanciador y, sobre todo, la intención de captar la fluidez del tiempo.
Al igual que Unamuno, Antonio Machado consideró que su misión era "eternizar lo momentáneo", capturar la "onda fugitiva" y transformar el poema en "palabra en el tiempo". En los años posteriores se acentuó su meditación sobre lo pasajero y lo eterno en Campos de Castilla (1912), pero no por medio de la autocontemplación, sino dirigiendo la mirada hacia el exterior, y observó con ojos despiertos el paisaje castellano y los hombres que lo habitaban. Una emoción austera y grave recorre los poemas de este libro, que evoca la trágica España negra tan criticada por la Generación del 98 desde una perspectiva regeneracionista, al tiempo que se describe con hondo patriotismo la decadencia y ruina de las viejas ciudades castellanas.

Autógrafo de Antonio Machado
En su siguiente volumen de poemas, Nuevas canciones (1924), el autor intensificó tanto su enfoque reflexivo como la línea sentenciosa de los "Proverbios y cantares" incluidos en el libro anterior. Esta tendencia filosófica se había manifestado ya entre 1912 y 1925, etapa en la que Machado redactó una serie de apuntes que verían la luz póstumamente con el título de Los complementarios (1971).
En este cuaderno, miscelánea de lecturas, esbozos y reflexiones cotidianas, aparecieron por primera vez sus heterónimos, el filósofo y poeta Abel Martín y su discípulo, el pensador escéptico Juan de Mairena. Ambos son personajes imaginarios que permitieron expresar al creador sus ideas sobre cultura, arte, sociedad, política, literatura y filosofía, especialmente en el libro Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo (1936).
Paralelamente, en las ediciones de Poesías completas de 1928 y 1933 se decanta una lírica de tema amoroso y erótico inspirada por la que fue, tras la muerte de su esposa, su gran pasión en la vida real, Pilar de Valderrama, llamada Guiomar en dichos versos. Ya durante la contienda civil, Machado escribió algunos poemas y varios textos en prosa, parte de los cuales fueron recogidos en La guerra (1937). Se trata de escritos testimoniales, plenamente incardinados en las circunstancias históricas del momento.

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La filosofía poética de Antonio Machado



Antonio Machado fue un poeta filósofo y un pensador que trató de configurar una poética. Tanto su filosofía como su poética tienen que ver con su concepción del tiempo y su noción del ser. Desde los años cuarenta, algunos autores han reflexionado sobre las condiciones y características del pensamiento de Machado: Sánchez Barbudo, Cerezo Galán, Frutos, Julián Marías, Bernard Sesé, José Echeverría y Octavio Paz, por citar a algunos de los más importantes. José María García Castro ha escrito un libro valioso, metódico, en el que asedia el meollo del pensamiento metafísico del poeta sevillano y, a su vez, se interna en su poética. Como todo lector de Machado sabe, expresó su reflexión filosófica, sobre todo, a través de sus dos notables heterónimos: Juan de Mairena y Abel Martín. No solo era una manera, a través del apócrifo, de aparecer como filósofo, dada la humildad del poeta, sino que forma parte de su concepción plural del sujeto. Sin duda fue un acierto que le permitió encontrar una voz afortunada. Machado se abre a la poesía cuando el simbolismo francés y el modernismo hispano regían las letras de las dos lenguas que informan a Machado. Verlaine más que Mallarmé, y en lengua española, Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez. Pero Machado tuvo siempre otros poetas de los que estuvo, o quiso estar, más cerca: Bécquer, Lope, Manrique. Siempre se sintió a disgusto con la poesía barroca, especialmente con el conceptismo, y por las mismas razones de fondo, con el parnasianismo y el simbolismo que le influyeron en su juventud.
Machado fue un apasionado lector de filosofía, como le confiesa a Ortega y Gasset, y especialmente a partir de la muerte de su mujer (1913) sus lecturas son sobre todo de obras de pensamiento: Platón, Leibniz, Kant, Bergson, y sus coetáneos Unamuno y Ortega, figuran entre los autores más releídos. De Bergson, como nos recuerda García Castro, toma (quiero decir que piensa como suyas) las nociones de espacio, tiempo psicológico, duración, movimiento e inmutabilidad y la controvertida y fundamental en ambos pensadores idea de intuición. Machado, socrático, piensa que la razón es común a todos y que existe una objetividad. El diálogo, la afirmación del otro, se constituye pues en el elemento radical que hace posible el pensar. Ahora bien, el pensar metafísico se apoya en abstracciones, en categorías cuantitativas que han de prescindir necesariamente, según Machado, de lo cualitativo. El pensador prescinde de la realidad para pensarla, y lo que nos ofrece es el reverso de la vida. Los conceptos prescinden del tiempo, cualidad que otorga a la realidad su fluidez: una continuidad vital. Lo que es está asistido por el tiempo. Por eso, para el poeta pensar es ir de calleja en calleja hasta llegar a un callejón sin salida. La desrealización de la realidad, que permite la abstracción, nos lleva a la pérdida de la intuición de la temporalidad, sin la cual, según Machado, no hay peces vivos. Machado no creía que el pensar y el cantar (poesía) pudieran coincidir. El ser es lo heterogéneo, y el pensar lógico es homogenizador. No obstante, Machado está lejos de negar la necesidad de la abstracción: “Son vacíos los conceptos sin intuiciones, y ciegas las intuiciones sin los conceptos”, afirma tomando, sin citar, la frase de Kant. Pero, como afirma García Castro en su ensayo, “la lógica poética procura evitar todo enredo especulativo o cualquier dimensión desnaturalizadota de la realidad para dirigirse, no al cogito, sino al hombre completo que vive, que sueña, que es capaz de darse y comunicarse cordialmente con lo otro”.
Si la lógica filosófica no puede darnos una intuición de la realidad como presencia constante, Machado en cambio la encuentra en el pensar poético que trata de configurar y que se apoya en la percepción de lo heterogéneo, en la otredad que constituye lo uno. ¿Y qué es lo uno? Aquí la metafísica de Machado es realmente atractiva: el ser no coincide consigo mismo, siempre que se percibe a sí mismo encuentra un elemento otro que lo constituye. Lo que nos mueve hacia lo otro es un eros cordial, un movimiento regido por el amor. Machado afirma que el cristianismo nos mostró un acercamiento más completo a la realidad del otro, el amor. Si el pensamiento griego afirma al otro a través de la razón, el de Cristo lo hace de una manera más total, porque engloba a la persona, y tiene por fuerza la fraternidad. García Castro no duda de que el fundamento de la otredad machadiana es Dios. Y también afirma que Machado está “inscrito en la tradición cristiana occidental”. Sin duda este es un punto controvertido. La teología de Machado no supone un Dios creador del cosmos, sino de la nada. Y esto tiene poco que ver con “tradición cristiana occidental” y menos con el catolicismo. Es verdad que Machado pensó a Dios en términos paterno-filiales, pero, de nuevo, esa realidad numénica es un “objeto erótico trascendente”, del que se deriva la fraternidad humana. García Castro, dado que Machado habla numerosas veces del Cristo y del Dios cristiano, y de la idea de cordialidad que Cristo predicó, trata de darnos un Machado más cristiano de lo que fue. También hay que recordar que fue anticlerical, algo que no menciona en ningún momento García Castro. Yo no creo, como Sánchez Barbudo, que Machado fuera ateo, pero creo que, si bien los fundamentos de su teología (de su metafísica, diría él) tienen que ver con la idea del amor predicada por Cristo, son algo ajenos al cristianismo.
El último apartado de este libro se refiere a la poética de Machado. García Castro hace un resumen algo simplista y unificador del simbolismo, y se atiene a lo que dice Machado sobre el barroco y el conceptismo. Nos recuerda que, siguiendo a Bergson, Machado quiere superar el idealismo kantiano y los positivismos del XIX, y percibe que son estas ideas las que informan la lírica tanto simbolista como el fetichismo de la imagen de las vanguardias (creacionismo, surrealismo). Para Machado, los movimientos modernos están roídos por un conceptismo e imaginería fuera del tiempo, sin intuición de la fluidez intuitiva, que señala siempre una visión irreductible. La intuición, en el sentido bergsoniano, no basta para Machado, porque puede suponer, como en algunos simbolistas, una mera exaltación de la sensación (que al afirmar aísla: mónada). Machado sabía que se necesita el concepto, el afán comunicativo. La poesía es pues comunicación de una noticia temporal (tiempo psicológico): el cuento que canta. García Castro vincula el juicio estético kantiano (sin finalidad alguna) con la tendencia estética del arte por el arte, que aplica incluso a Huidobro (lo que me parece un error), y recorre con Machado la mayor parte de la actividad poética de finales del XIX y del primer tercio del XX, de la que el poeta sevillano disiente, como disiente de Quevedo, Góngora y de toda poesía barroca o conceptual. No me parece desacertado, pero sí incompleto, el análisis de su poética. Aunque no entiendo cómo no señala algunos aspectos sin los cuales solo seguimos de manera más o menos ilustrada a Machado. García Castro parece comulgar no ya con la poética de Machado, que en algunos aspectos es de una lucidez admirable, sino con sus valoraciones estéticas. Uno de los aspectos que creo que hay que tener en cuenta es que Antonio Machado fue autor de varios poemas conceptuales, como “Al gran cero”, que contradice su poética no en cuanto a lo que dice sino por su estética. Y quizás lo más importante: tal como Machado aplicó lo que pensaba, y lo dice en numerosas ocasiones, apenas hay en todo el barroco un poeta valioso. Y fue extremadamente crítico con los simbolistas franceses, a los que poco valor les reconoce, y apenas tuvo interés (con la salvedad de Moreno Villa) por los nuevos poetas de su tiempo, que fueron Reverdy, Huidobro, Neruda, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Gerardo Diego, Rafael Alberti, García Lorca, Luis Cernuda, y Neruda, para citar a poetas admirados por varias generaciones. Y no digamos en cuanto a las artes plásticas. Al filósofo se le puede pedir el esfuerzo de la claridad, pero no al poeta, y Machado desdeñó de todos esos grandes poetas por una poética que no encontraba su objeto salvo en cinco o seis líricos excelentes y sencillos. Hay pintores oscuros como hay poetas oscuros, porque hay oscuridad. No todo es romance. Machado fue un pensador de talento, y García Castro muestra con competencia algunos de sus logros, pero no sus contradicciones. Tampoco es una visión crítica. De serlo, García Castro tendría que habernos explicado lo que la filosofía posterior a Bergson y la ciencia cognitiva conciben como intuición y conceptuación. ~

http://www.letraslibres.com/mexico-espana/libros/la-filosofia-poetica-antonio-machado

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