domingo, 24 de septiembre de 2017

"Ferdydurke" Witold Gombrowicz





Resultado de imagen para ferdydurke libro


Fragmento del libro "Ferdydurke" de Witold Gombrowicz.


"Es cierto que el arte consiste en el perfeccionamiento de la forma. Mas vosotros —y aquí nos encontramos frente a otro cardinal error vuestro— os imagináis que el arte consiste en la creación de obras perfectas; aquel inmenso y panhumano proceso de crear la forma lo reducís a producir poemas o sinfonías; y aun nunca supisteis apreciar debidamente y aclararlo a los demás cuan enorme es el papel de la forma en nuestra vida. Aun en la psicología no supisteis asegurar a la forma el lugar debido. Hasta ahora seguimos juzgando que son los sentimientos, instintos o ideas los que rigen nuestra conducta, mientras a la forma la consideramos más bien como un inofensivo y suplementario adorno. Y cuando la viuda, acompañando al féretro de su marido, con ternura llora, nosotros pensamos que llora porque dolorosamente siente su pérdida. Cuando algún ingeniero, médico o abogado asesina a su esposa, hijos o amigo, opinamos que se deja llevar al asesinato por sanguinarios y rabiosos instintos. Cuando algún político tonta, mentirosa y estrechamente se expresa en su discurso público, decimos que es tonto porque tontamente se expresa. Pero en la Realidad el asunto se presenta así: que el ser humano no se exterioriza de modo inmediato y concordante con su naturaleza, sino siempre en una definida forma; y que esta forma, aquel estilo, modo de ser, modo de hablar y reaccionar, no proviene sólo de él sino que le es impuesto desde el exterior, y he aquí que ese mismo hombre puede manifestarse por afuera, ora sabia, ora tontamente, sanguinaria o angélicamente, madura o inmaduramente según qué forma, qué estilo se le presente, y cómo esté presionado y limitado por el prójimo. Y si los gusanos e insectos todo el día corren y vuelan buscando comida, nosotros, sin un momento de descanso, sin cesar, estamos en busca de forma y de expresión, batallamos con otros hombres por el estilo, por el modo de ser nuestro y, viajando en un tranvía, comiendo, divirtiéndonos o descansando o haciendo negocios, siempre y sin cesar buscamos la forma y nos deleitamos con ella, o sufrimos por ella, o nos adaptamos a ella, la rompemos y violamos, o nos dejamos violar por ella, amén."



Extracto del libro Ferdydurke de Witold Gombrowicz

Resultado de imagen para "Ferdydurke" Witold Gombrowicz

Ferdydurke, de Witold Gombrowicz


Esta traducción fue efectuada por mí y sólo de lejos se parece al texto original. El lenguaje de Ferdydurke ofrece dificultades muy grandes para el traductor. Yo no domino bastante el castellano. Ni siquiera existe un vocabulario castellano-polaco. En estas condiciones la tarea resultó, tan ardua, como, digamos, oscura y fue llevada a cabo a ciegas –sólo gracias a la noble y eficaz ayuda de varios hijos de este continente, conmovidos por la parálisis idiomática de un pobre extranjero.


Esta es una de las primeras peculiaridades de Ferdydurke, que no se trata de una traducción del texto original en polaco sino de una re-creación comunitaria de la novela acometida por Gombrowicz varado en Argentina tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Enlazo el prólogo alojado en la web de Witold Gombrowicz en Argentina, pero recomiendo no leerlo. Ni ese texto, ni el prólogo escrito por Ernesto Sábato. Lanzaos directamente a la novela. Siempre.
Mencionaba la traducción porque suma al texto original una sensación de extrañeza que amplifica el desconcierto que la novela quiere producir.
Respecto a lo de no leer los paratextos creo que es un hábito (o el despojamiento de un hábito) se debe convertir en una norma. 
Porque hay en el prólogo de Gombrowicz algo curioso. Cierta orientación para la interpretación de la novela en clave de enfrentamiento entre la Forma y la Inmadurez. Según dicen los cronistas esta lucha debe entenderse como respuesta de Gombrowicz a las críticas recibidas por su primer libro Memorias del tiempo de la inmadurez, en las que (muy originalmente) los críticos tachaban al autor de “Inmaduro”. Así, las primeras páginas de Ferdydurke van en esa dirección.

“Y entonces me iluminó de repente este pensamiento sencillo y santo: que yo no tenía que ser ni maduro ni inmaduro, sino así como soy..., que debía manifestarme y expresarme en mi forma propia y soberbiamente soberana, sin tener en cuenta nada que no fuera mi propia realidad interna. ¡Ah, crear la forma propia! ¡Expresarse! ¡Expresar tanto lo que ya está en mí claro y maduro, como lo que todavía está turbio, fermentando!; ¡que mi forma nazca de mí, que no me sea hecha por nadie!...”

El narrador, escritor, se dispone a escribir su novela en la que creará su propia “forma” cuando es interrumpido y convertido en un adolescente de dieciséis años que precisa educación. Así, el elemento fantástico-absurdo irrumpe en la obra y modifica la “forma” y la decisión del narrador-autor. A partir de ese momento de determinación interrumpido por un elemento externo desasosegante que tiende tanto al absurdo (precisamente por la forma en que Gombrowicz lo desarrolla) como al ridículo (por el aspecto alegórico que encierra)

Lo que sigue en la narración de Ferdydurke forma parte de la mitología literaria del siglo XX y muestra la “ferdydurkización” de nuestra sociedad, en la que la individualidad se diluye por osmosis y es impuesta permanentemente desde el exterior, sin que la personalidad de cada uno (inmadurizada por convenio) sea capaz de desarrollarse.
Y esa es la tesis que desarrolla Gombrowicz en Ferdydurke, la infantilización de los comportamientos sociales, la generalización de modelos de actuación causados por la tradición, el mantenimiento del status y normas gremiales sin ningún fundamento. 

Está claro que en principio, como respuesta airada a los críticos, Gombrowicz puede estar refiriéndose a la Forma Estética, pero no me queda claro, según la división del Ferrater Mora, si no se puede estar refiriendo a la Forma Epistemológica ("Forma Mentis, en cuanto estructura mental que coloca las realidades, los fenómenos, los datos, los hechos, etc…, dentro de un contexto conceptual") ya que en cierta manera Gombrowicz tergiversa el contexto al transformar el clásico Bildungsroman en su opuesto, una novela de desaprendizaje y sumisión. Pero en este segundo caso, la novela se convertiría en un artefacto alegórico. Y, de acuerdo, según el prólogo, esta alegoría se dirigiría a criticar las convenciones sociales (y artísticas), pero tengo la sensación de que Gombrowicz nos escamotea algo.
Es decir, la novela intenta describir como la personalidad de cada individuo acaba doblegada por las influencias externas que no soportan la desviación de la norma ni la excentricidad de la originalidad. Por otra parte el prólogo parece orientarnos a no ir más allá del enfrentamiento entre la Forma y la Inmadurez según lo expone el propio autor.

Publicada en 1937, Ferdydurke está escrita en Polonia mientras se respiran aires de guerra en el mundo. En España se desarrolla la Guerra Civil, Japón ha invadido China, Stalin está afianzado en el poder y ha dado inicio a la Gran Purga, Hitler lleva años en el poder desarrollando el Nuevo Orden y faltan dos años para que invada la Polonia de Gombrowicz. 
En este sentido y contexto, ¿no es Ferdydurke una novela política? Gombrowicz quiere hacernos creer lo contrario en el prólogo:
“Tampoco se trata de un libelo político, pues este libelo no tiene nada que ver con la derecha ni con la izquierda”
Avisa que no es una novela realista (¡madre mía! ¿quién creería eso?) y que no debe pensarse que refleja el sistema educativo polaco, ni el trato dado a los sirvientes, aspectos que aparecen en la novela. Después apostilla que no es un libelo político a pesar que la política no aparece reflejada explícitamente en la novela.
¿Por qué esta puntualización? Sencillamente porque es posible una lectura política deFerdydurke, la que apunta a que la banalización de los individuos conduce al absolutismo. El narrador-protagonista de la novela nunca es-en-sí-mismo, es-a-través-de-otros, y aunque se rebela interiormente contra la corriente de los convencionalismos impuestos por quienes le rodean, sus actos siempre se amoldan a aquello que los demás esperan de él. Es revelador para este caso el fragmento final de la novela en el que su comportamiento difiere radicalmente de sus pensamientos y en el que adivinamos que su determinación no fructificará tampoco esta vez.
La Inmadurez generalizada de las personas conduce al absolutismo, pero la Forma tampoco impide que los sistemas tiránicos prosperen, a no ser que es Forma (mental) se convierta en Acción.
Podría seguir especulando sobre la desastrosa influencia de la pasividad motivada por la Inmadurez en la política del siglo XX, pero eso daría a Ferdydurke un aire profético que no creo que tenga. Sí, en consecuencia, es un fiel y crítico reflejo de cierto matiz de la sociedad (y no sólo de la polaca y de la europea de la década de los treinta del siglo pasado) verdaderamente pernicioso.

Pero ¿para qué seguir hablando de una inmensa novela en la que cada pasaje es tan perturbador como cómico, cada situación más y más absurda, y que, aunque funcione a nivel alegórico, tiene valores literarios que trascienden ese nivel?

Lo importante es que ninguna interpretación peregrina, ni siquiera las propias orientaciones del propio autor, añaden nada al propio texto. Es decir, podemos decir lo que queramos sobre Ferdydurke, pero nada conseguirá engrandecer un texto tan peculiar como el de Gombrowicz. 
Y eso es lo que define a una Obra Maestra.
http://ellamentodeportnoy.blogspot.com/2013/05/ferdydurke-de-witold-gombrowicz.html


Resultado de imagen para ferdydurke libro



"Ferdydurke" Witold Gombrowicz 

Prefacio de Ernesto Sàbato


Ferdydurke"

PREFACIO

Por Ernesto Sábato

Creo que fue en 1939 cuando por primera vez leí algo de Gombrowicz. Yo vivía aún en La Plata, donde habíamos inventado con mi amigo el astrónomo Miguel Itsigzohn un tipo de humor paranoico que denominamos margotinismo. Con los años aprendí que tales invenciones en rigor son siempre descubrimientos, y que aquella reacción un poco demencial contra un universo deshumanizado era casi inevitable. Fue por entonces cuando me llegó la revista Papeles de Buenos Aires, que dirigía Adolfo de Obieta. Con estupor leí el cuento titulado Filifor forrado de niño, de un desconocido de nombre polaco: Witold Gombrowicz. Corrí a buscar a Miguel, con la revista en la mano. Nos pareció de pronto milagroso que algo tan aparentemente descabellado como el margotinismo (y, por lo tanto, producto de la pura casualidad) pudiera surgir en otro remoto lugar de la tierra, con características tan similares.
No recuerdo ahora cómo nos encontramos, más tarde, con el propio autor de aquel relato. Era un individuo flaco, muy nervioso, que chupaba ávidamente su cigarrillo, que desdeñosamente emitía juicios arrogantes e inesperados. Parecía helado y cerebral.
Era difícil adivinar debajo de esa coraza el cálido fondo humano que latía en aquel exilado vagamente conde, pero auténticamente aristócrata.
Supe entonces que Filifor formaba parte de una novela llamada Ferdydurke, que ardía por leer.
Pero su autor no estaba en condiciones de hacerla traducir ni editar. Pobre, desanimado, trabajando en una oficina bancaria, caminando por las calles del Bajo, jugando partidas de ajedrez en cafés llenos de humo, nadie o casi nadie adivinaba en aquel sujeto a un formidable artista; más bien la gente se inclinaba a considerarlo como a un mistificador o a un mitómano.
Hasta que una mujer (significativa paradoja para aquel irónico enemigo del género femenino), Cecilia Debenedetti, decidió e hizo posible la edición castellana del libro, que empezó a ser traducido por un grupo de creyentes. Cuando en 1947 apareció con el sello de Argos, el escritor cubano Virgilio Piñera, que por aquel tiempo vivía en Buenos Aires, escribió en la solapa: "Resulta difícil prever la suerte de este mensaje, sobre todo cuando no nos llega de París.
Creo, sin embargo, que con estas breves líneas no hago otra cosa que disparar el primer tiro en la batalla que tarde o temprano van a librar los ferdydurkistas de Hispanoamérica." Hoy, cuando W. G. tiene fama mundial, es justicia rendir homenaje a aquel pequeño grupo de fervorosos que aquí advirtieron y saludaron su talento.
Las palabras de Piñera fueron lamentablemente proféticas. Es muy improbable que en la Argentina la gente se atreva a considerar genial a un escritor que no venga patentado desde París.
Por otra parte, es cierto que la obra no era de fácil acceso, sobre todo en 1946. Especie de grotesco sueño de un clown, con páginas de irresistible comicidad, con una fuerza de pronto rabelesiana, el reinado al parecer del puro absurdo, ¿cómo adivinar que en el fondo era algo así como una payasada metafísica, en que delirantemente estaban en juego los más graves dilemas de la existencia del hombre?
El autor previó y temió la incomprensión. Por lo cual juzgó conveniente un prólogo en que intentaba explicar al lector las ideas básicas de su visión del mundo. No creo, sin embargo, que el prólogo ayudara mucho. Pues si es verdad que debajo de la obra de un gran escritor hay siempre una Weltanschaung, no siempre esa concepción del universo puede expresarse en ideas claras y distintas; o, en todo caso, la natural forma de expresarla es, en el poeta, su mágica creación, lo que es algo menos pero también algo más que una filosofía, algo menos y algo más que un conjunto de conceptos: es una visión total de la realidad, en parte conceptual y en parte intuitiva, parcialmente intelectual y en sumo grado emocional y mágica. Motivo por el cual, aunque los críticos puedan ofrecernos una interpretación de las ideas de Kafka, la sola lectura de un cuento suyo nos da una vivencia de su mundo (incluso de su mundo ideológico) que ninguna exposición conceptual es capaz dc revelarnos, por extensa e inteligente que sea.
Y es precisamente esta causa la que diferencia a este escritor existencialista (que escribía su obra en 1936, cuando no tenía la menor noticia de esa doctrina) de un filósofo como Heidegger. Pues éste, en tanto que pensador, no puede sino operar con razones, siendo a la postre una especie de racionalista, inevitablemente; lo que equivale a decir que en definitiva resulta, paradójicamente, un tipo de antiexistencialista. Mientras que un escritor como W. G. simplemente es existencialista, por su sola presencia integral, por su manera de ver y sentir la realidad.
No se trata, pues, de incapacidad para las ideas: su Journal demuestra la extraordinaria inteligencia y la cantidad de ideas de este poeta. Se trata de la radical incapacidad del ensayo para reemplazar a la ficción y a la poesía, manifestaciones del espíritu que no pueden ser reducidas a los términos del pensamiento puro.
En estas condiciones, sería inconsecuente con la propia tesis que acabo de exponer todo intento de reemplazar la lectura de Ferdydurke con una serie de explicaciones. Pero, y del mismo modo que, aun sin poder sustituir la visión personal de París con palabras ajenas, se le puede decir al viajero que se fije con cuidado en tal o cual monumento o calle o mercado o rincón del Sena (perturbado y un poco atontado como está el recién venido por el tumulto, la novedad y la contingencia), se le puede advertir al lector de este libro de choque que trate de ver, en esta novela en apariencia tan descabellada, las ideas básicas que son las típicas del existencialismo: la angustia, la nada, la libertad, la autenticidad, el absurdo. Y, sobre todo, o debajo de todo, el problema típico de Gombrowicz, la categoría que es esencial en su concepción del mundo: la Inmadurez; categoría íntimamente vinculada a otra que le es obsesiva: la de la Forma.
Pues para Gombrowicz el combate capital del hombre se libra entre dos tendencias fundamentales: la que busca la Forma y la que la rechaza. La realidad no se deja encerrar totalmente en la Forma, el hombre es de tal modo caótico que necesita continuamente definirse en una forma, pero esa forma es siempre excedida por su caos. No hay pensamiento ni forma que pueda abarcar la existencia entera (y de ahí, como yo decía antes, la imposibilidad de sustituir la expresión poética o mágica de la existencia mediante el puro pensamiento abstracto). Y esta lucha entre esas dos tendencias opuestas no se realiza en un hombre solitario sino entre los hombres, pues el hombre vive en comunidad, y vivir es con-vivir; siendo las formas que adopta la consecuencia de esa ineluctable convivencia. (De paso, y como me hace notar mi mujer, esa tenaz y cálida necesidad que Gombrowicz siente por la comunicación lo aleja del existencialismo negativo de un Sartre, para acercarlo, curiosa e inesperadamente, al pensamiento de un escritor como Saint-Exupéry.)
No creo demasíado arbitrario aducir que ese combate es el que eternamente se ha librado entre el espíritu dionisíaco y el espíritu apolíneo, siendo la existencia del ser humano un como equilibrio (inestable) entre ambos, en virtud de esa ley psicológica, ya entrevista por Heráclito, de la enantiodromia, reguladora de los contrastes. Tampoco creo arriesgado suponer que lo que Gombrowicz llama la Inmadurez no es otra cosa que el espíritu dionisíaco, la potencia oscura, que desde abajo, como fuerza inferior (en el sentido psíquico y hasta teológico del vocablo, no en el sentido ético) presiona y a menudo rompe la máscara, es decir la persona, la Forma que la convivencia y la sociedad nos obliga a adoptar (una y otra vez, porque nos es imposible sobrevivir sino mediante máscaras o formas). Y así como la Inmadurez es la vida (y por lo tan to la adolescencia, el circo, el absurdo, el romanticismo, la desmesura y lo barroco), la Forma es la Madurez, pero también la fosilización, la retórica y en definitiva la muerte; una muerte (curiosa dialéctica de la existencia) que nos es imprescindible para vivir y entendernos. Hasta el punto que el mismo dionisíaco Gombrowicz debe acceder a ello, intentando finalmente expresar su caos y su ambigüedad mediante una obra de arte; que, como toda obra de arte, en última instancia es un orden, una Forma. Forma que al mismo tiempo que expresa a Gombrowicz, como a todo artista, también lo traiciona e intenta agotarlo; motivo por el cual el poeta o novelista necesita lanzarse a la creación de otra obra, y luego de otra y así ad infinitum; resultando de ese modo que el creador es superior a su obra misma, al menos hasta el momento de su muerte física.
Esta angustiosa lucha entre extremos opuestos, esta esencial antagonía del espíritu humano, se trasluce en Ferdydurke. Y el lector percibirá cómo encaja en este cuadro una escena al parecer tan descabellada como la frenéticamente cómica parte en que el Flaco pugna por explicar a sus alumnos la grandeza del poeta Slawoski, tratando de arrancarles la admiración oficial que hay en las historias del arte y en los museos por los caparazones fosilizados. De ahí también el temor al Envejecimiento de este creador a la vez viejo de mil años y conmovedoramente infantil (como todo creador, ya que la magia es atributo de la infancia y de la Inmadurez). De ahí el combate que en todas sus obras lleva contra las falsificaciones de la cultura libresca, contra la deshumanización del hombre contemporáneo, contra el esteticismo estéril del Profesor y la Academia; y no, es bueno advertirlo, como un mero problema estético sino como problema existencial y metafísico.
Hay, en fin, un aspecto en las ideas de Gombrowicz que lo hace particularmente útil para nosotros los argentinos. No hay casualidades en el reino del espíritu, ni tampoco causalidades. En buena medida el hombre es libre para construir su destino, y no creo que por puro azar este polaco haya permanecido veinticuatro años entre nosotros; ya que si pudiera admitirse como acto gratuito y contingente que Gombrowicz se embarcara en el viaje inaugural de un transatlántico polaco hacia Buenos Aires, invitado a visitar esta región del mundo, y si el hecho luego de producirse la guerra mundial no es, claro, un hecho que la voluntad de Gombrowicz pudiera haber evitado, en cambio su permanencia aquí es sí un acto que en buena medida es producto de su voluntad.
Es que nuestro país, como Polonia, forma parte de lo que en su lenguaje podríamos llamar Territorio de la Inmadurez. Y esto lo vinculo a una vieja teoría que tengo sobre lo que llamo la periferia del Renacimiento. Países como Polonia, Rusia, Noruega, Dinamarca, Suecia y España no sufrieron de modo estricto el proceso renacentista, fenómeno burgués, caracterizado por el maquinismo y la razón que tuvo su epicentro en Italia y Francia. Aquellos países mantuvieron rasgos semifeudales casi hasta este siglo, no debiendo extrañarnos que un personaje como el Quijote pocas veces haya sido bien interpretado en Francia, siendo en cambio entrañablemente sentido en Rusia. En ambos extremos de Europa, la desmesura y la sinrazón eran los restos de una mentalidad preburguesa. Y el parentesco se acentuó en la vieja Argentina de las grandes llanuras pastoriles; hasta el punto de que una novela como Ana Karenina, con sus criadores de toros de raza y sus gobernantas francesas, con sus estancieros y burócratas, podía entenderse cabalmente aquí. Y si al célebre personaje de Gontcharoff se le colo cara un mate en la mano en lugar de su eterno vaso de té ¿quién dudaría en encontrarle casi todas las características de un argentino viejo? La desorganización, un sentido del tiempo medieval, no cuantificado por el interés, la vida patriarcal de las antiguas familias, una educación afrancesada, el desdén y al propio tiempo la arrogancia por lo nacional; todo ello explica por qué un estudiante argentino entendía mejor las Memorias desde el Subterráneo (por lo menos hasta la segunda guerra mundial) que un profesor de la Sorbona, al que los personajes de Dostoievsky le resultaban nouveaux riches de la conscience, individuos poco menos que demenciales, incapaces de apreciar las ideas claras y distintas, tan disparatados como para afirmar (contra todas las tradiciones de cartesianos y ahorristas franceses) que dos más dos puede ser igual a cinco. Lo curioso, pero psicológicamente explicable, es que aquellos bárbaros moscovitas, como nuestros bárbaros aborígenes, admiraban la refinada cultura occidental, sus toros escoceses, sus novelas (¡Dostoievsky aspiraba a escribir como George Sand!), la filosofía alemana, los establecimientos de Baden-Baden y sus casinos. Y así, por los mismos motivos que nosotros, se hicieron "europeístas", rasgo tan típicamente eslavo o rioplatense como el vodka o el mate; al revés de lo que aquí sostienen algunos superficiales pensadores, que lo consideran un rasgo de enajenamiento. Los europeos no son europeístas: son simplemente europeos.
Leyendo ese Journal que debería traducirse cuanto antes, observo que mi teoría es correcta y que vale para la intelliguentsia polaca las mismas reflexiones que podemos hacer para la argentina. Allá como aquí es palpitante el problema de la inmadurez intelectual; allá como aquí se prefiere lamentarse de la situación inferior con respecto a Europa, en lugar de aceptarlo como un fecundo y poderoso punto de partida de algo original. Nosotros, como ellos, tenemos las ventajas de los países "bárbaros", por haber resguardado una vitalidad y un candor que la civilización renacentista no alcanzó a desecar. Es un hecho significativo que la formidable reacción existencial contra esa civilización se levantara precisamente en esa periferia bárbara, y bastarían los nombres de Dostoievsky, Kierkegaard, Nietzsche y Unamuno para probarlo. Polacos y argentinos estamos, sin embargo, llegando a valorar en medio de la gran crisis de nuestro tiempo (y se ve también por esto cómo "crisis" significa "enjuiciamiento") lo que cabalmente somos y lo q ue podemos represen tar en el mundo, superan do al mismo tiempo dos actitudes simultáneas e igualmente equivocadas: nuestro sentimiento de inferioridad y nuestra loca arrogancia con relación a Europa. Con toda la razón, Gombrowicz les dice a sus compatriotas en su Diario que no traten de rivalizar con Occidente y sus formas, sino que traten de tomar conciencia de la fuerza que implica su propia y no acabada forma, su propia y no acabada inmadurez; con todo lo que ello supone de fresca y franca libertad en un mundo de formas fosilizadas. En suma, recomienda y practica él mismo la barbarie dionisíaca, haciendo de su juventud e inmadurez una potencia renovadora. Buena lección para nosotros.


ERNESTO SÁBATO, Santos Lugares, julio de 1964.

W. Gombrowicz - "Ferdydurke", Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1964

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Umberto Eco – De Internet a Gutenberg

Conferencia pronunciada por Umberto Eco el 12 de noviembre de 1996 en la Academia Italiana de estudios avanzados en EE.UU. ...