jueves, 12 de octubre de 2017

Erich Auerbach Hacer historia

Por primera vez se reúnen en un volumen, ahora traducido al castellano, los textos que Erich Auerbach concibió en Turquía, al mismo tiempo y bajo circunstancias similares a la escritura de Mímesis. La cultura como política ofrece conferencias, clases y artículos que el gran romanista dedicó a temas de la guerra y la literatura y el surgimiento de las lenguas nacionales, y a autores como Dante, Maquiavelo, Voltaire y Benedetto Croce.
Turquía, durante la década de 1930, recibió a dos exiliados famosos: a León Trotsky, llegado de la URSS en 1929 (comenzando un largo periplo que lo llevaría de la isla Prinkipo a Francia, en 1933, como lo cuenta Jean van Heijenoort, un secretario del revolucionario ruso, en su libro de memorias De Prinkipo a Coyoacán), y a Erich Auerbach, expulsado de su país por el nazismo. En una Europa convulsionada, camino a una segunda guerra, mientras unos partían –para seguir viaje– otros llegaban: el romanista y filólogo arribó en 1935, afincándose en Estambul. Allí concibió su libro más famoso, Mímesis. Verdadero prodigio (su autor lo produjo en precarias condiciones: sin biblioteca propia, sin acceso a revistas académicas ni a ediciones actualizadas de “los clásicos”), Mímesis es un asombroso despliegue de erudición y agudeza. Como “lado B” de lo que es ese recorrido por grandes obras y autores de las principales “épocas literarias” de la humanidad (occidental y cristiana), existe una serie de trabajos más breves, paralelos, del “período turco” de Auerbach (discursos y conferencias, artículos y ensayos), que se encontraban dispersos. Reunidos por primera vez bajo el título La cultura como política: Escritos del exilio sobre la historia y el futuro de Europa 1938-1947, aparecieron en alemán hace unos años; y ahora El cuenco de plata lo traduce y publica en castellano.
Agrupados en dos grandes secciones, una desarrolla magistrales discusiones de índole histórica y sociológica en su relación con el lenguaje y la literatura (como el notable “Literatura y guerra”); la otra, consiste en el tratamiento de varios autores y de sus obras –Maquiavelo y Rousseau, Voltaire y Croce–, en distintos momentos, desde los comienzos hasta el presente de la actual “modernidad”. La cultura como política contiene indagaciones de procesos históricos (el tránsito del feudalismo al mundo burgués; la presente crisis de la guerra y la posguerra), buscando indagar la relación entre lengua y nación (y nacionalismo), y la significación que posee la literatura, más que como documento o mera “expresión” individual, como elemento actuante (en lo ideológico, político, social) en determinada situación.
El mismo Auerbach realizó estos estudios “en situación”: exiliado, pero como integrante de una institución académica. De ahí que pueda inferirse cierta polémica (o puntos de vista opuestos o alternativos) ante algunas de las medidas “modernizadoras” y tibiamente “laicizantes” del líder Mustafa Kemal Atatürk, respecto a la “lengua oficial”. O el mismo balance que hace, en tono “de funcionario”, de actividades académicas: “nuestro objetivo no es formar eruditos –como se nos reprocha de vez en cuando– ni enseñarles francés antiguo a los estudiantes. Todo lo que pretendemos es que se desarrollen conforme a las necesidades de la época”; “en el ámbito de la lengua y la literatura, ese desarrollo sólo es posible con conocimientos históricos. De lo contrario, en nuestro intento de formar expertos en lengua y literatura no habremos preparado más que un grupo de diletantes”. Pareciera que Auerbach buscara acompañar dicho proceso “modernizador” del país, ¿tal vez a modo de “contribución humanista”? En “El surgimiento de las lenguas nacionales” dice: “La tarea de los reformadores es, por un lado, darle alas al sentimiento nacional para acelerar el desarrollo de la lengua nacional, y por otro, conferir una dirección y una forma correcta a las reformas”. De ahí la importancia que da al “punto de vista histórico” en/para la “formación” de un país, principalmente ejemplificando (o aleccionando) alrededor de la biografía de “personajes célebres” de la política y la cultura, como Dante o Montaigne. A Walter Benjamin –colega y amigo, como se sabe por las pocas piezas de correspondencia rescatadas hasta el momento–, otro exiliado, le escribió en diciembre de 1936: “aquí han lanzado toda la tradición por la borda, dado que quieren edificar un tipo de Estado europeo –nacionalista turco extremo– racionalizado hasta en el más mínimo detalle. Se avanza de manera increíble e inquietantemente rápida”. A lo que agrega: “La ‘romanología’ es prácticamente un lujo y soy, entre los europeos recién contratados, el único verdadero especialista en ciencias humanas”.
Proliferante en juicios tan agudos como terminantes, dice sobre Voltaire y su campaña literaria contra la Iglesia, la religión y la Biblia: “es una polémica sumamente entretenida, irrespetuosa, chistosa, consciente de sí e incluso arrogante”; sobre Montesquieu: “por encima de todo es un moralista, las teorías políticas tienen una meta ideal, que es procurarle al individuo la mayor libertad posible”; sobre su amigo Croce: “Desde hace treinta y cinco años es el maestro indiscutido de todos los jóvenes italianos que se dedican al estudio de la filosofía, la literatura y la historia”. Auerbach es un autor que no sólo “hizo historia”, sino que se mantiene hasta el presente, actual, alrededor de distintas discusiones teóricas, culturales, históricas. Hay una amplia variedad de estudiosos: Terry Eagleton (quien lo filia entre Bajtín y un Georg Lukács defensor del “realismo”), Hayden White (quien lo ubica en un trío de “crítica científica” con Gombrich y Popper, como elemento “liberal” y “populista”), Edward Said (quien es autor de un famoso y discutido prólogo a Mímesis), Harold Bloom (quien lo ubica, en El canon occidental, junto a T.S. Eliot y Francis Fergusson, como “la moderna crítica y erudición norteamericanas”), y Jacques Rancière (quien sigue a Auerbach en más de un planteo –y en más de un libro).
La cultura como política condensa la ingente capacidad de trabajo del autor, con entusiasmo y energía desbordantes, el tan variopinto como profundo recorrido de autores y temas (re)afirma la calidad intelectual de Auerbach para una “pedagogía” del estudio y la palabra, el análisis y la crítica de la literatura y demás prácticas, incluida la política, al correr de las edades de la humanidad: una serie de teorías y terminologías emparentadas con las de Benjamín y puestas en juego ante la cultura y la historia.
https://www.pagina12.com.ar/67654-hacer-historia

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I. VILLANUEVA y E. MAz en la literatura occidental. MIME SIS 5 º. La representación de la realidad por.ERICH AUERBACH. UNIVERSIDAD DE REN0s ARE3.

Mímesis: La representación de la realidad en la literatura occidental

Mimesis ('imitación' en griego) es el título del libro que redactó en el exilio en Estambul durante la Segunda Guerra Mundial entre 1942 y 1945, con la penuria bibliográfica que le suministraba no poder recurrir sino a la biblioteca pública de Estambul, lo que, en todo caso, puede ser mirado también como un beneficio para el libro, que sintentiza así mejor su mensaje; la obra se editó en Berna en 1946 y fue en 1951 traducida al español, y luego al inglés (1953), italiano (1956), polaco (1964) y al francés (1977).
El propósito de este ensayo sobre literatura comparada era seguir y presentar las metamorfosis del realismo a través de la evolución del concepto de imitación en la literatura occidental desde Homero hasta Virginia Woolf, pasando por PetronioSan AgustínGiovanni BoccaccioMontaigneRabelaisShakespeareCervantesVoltaireStendhalBalzacFlaubertZola y Marcel Proust, con un extraordinario acopio de erudición (Auerbach dominaba entre otras lenguas el francés, el italiano y el latín). Utiliza textos característicos de cada autor (entre ellos el capítulo X del Don Quijote) que en cada caso se transcriben y traducen para que el lector pueda seguir cabalmente el análisis. Comienza comparando la estética de Homero, atenta sólo a los más altos personajes y donde lo real se le aparece transfigurado en idelizada imagen heroica, con la estética emanada de la Biblia, de sesgo más historicista y realista, ya que ambos son los textos fundamentales, los pilares de la cultura occidental: la tradición grecolatina y la tradición judeocristiana; este capítulo fue, sin embargo, suprimido del texto final y sólo modernamente ha sido publicado.
El Cristianismo superó alterándola o excediéndola la estricta división de géneros de la literatura clásica, fundada en la acomodación del lenguaje de la representación según la dignidad de lo representado, fundamental en la Poética de Aristóteles, quien separaba retóricamente el estilo bajo, que debía aplicarse a géneros también "bajos" (comedia y sátira), y el estilo elevado o sublime, apto solamente para la tragedia y la epopeya, ya que sus protagonistas eran personajes de alta alcurnia (reyes, príncipes, nobles, héroes o incluso dioses). Señala la circunstancia de la triple negación de San Pedro como ejemplo de que el espíritu de los tiempos había cambiado, algo que ya había observado al referirse a la prueba que sufrió Abraham cuando Yahvé le exigió sacrificar a su hijo Isaac; la Edad Media impuso, pues, a su modo, un realismo anticlásico: la literatura moderna incorporará lo cotidiano al mundo poético rematando ese proceso de secularización acelerado desde los principios del ochocientos con el cuadro de costumbres y la comédie larmoyante o comedia lacrimógena del siglo XVIII, y el Prerromanticismo, con su sensibilidad para lo histórico, preparan la revolución estilística de Stendhal y Balzac; el Realismo se desplegará e irá volviendo cada vez más complejo y extremo hasta llegar a los refinamientos (ironía, amargura o desesperación) de la literatura moderna.
Mimesis da cuenta de la forma en que la vida cotidiana en su gravedad se ha representado por numerosos escritores occidentales, desde la antigua Grecia y el imperio romano, escritores como Petronio y Marcelino, escritores renacentistas como BoccaccioMontaigneRabelaisShakespeare y Cervantes. Auerbach se disculpa por las fuentes insuficientes de su trabajo; sin embargo, la crítica cree que fue un acierto accidental, pues se centra en una lectura atenta de los textos más que en una evaluación global.
El modo en que opera Mimesis ha sido descrito entre los críticos contemporáneos como historicismo, desde que Auerbach consideró que la realidad está representada en la literatura de varios periodos para estar íntimamente vinculada a las convenciones sociales e intelectuales del tiempo en que fueron escritas. Auerbach se consideraba a sí mismo un perspectivista histórico de la tradición alemana, extrapolando características específicas de los géneros literarios, gramática, sintaxis y dicción a cuestiones mucho más amplias de orden histórico y cultural. De Mímesis, Auerbach dijo: "Mi propósito es siempre escribir historia".
El capítulo más célebre es el primero, La cicatriz de Ulises, donde Auerbach compara la escena del libro 19 de la Odisea de Homero, cuando Ulises finalmente regresa de su largo viaje de veinte años, con el Génesis 22:1, la historia del sacrificio de Isaac. Destaca la consistencia en los personajes de la Odisea frente a la profundidad psicológica de las figuras del Antiguo Testamento, y da una impresión más histórica que la Odisea, que clasifica como más cercana a la leyenda ya que todos sus detalles son ociosamente desarrollados y todas las acciones ocurren en presente simple; e incluso las descripciones del pasado están narradas en tiempo presente. En el contexto de la comparación, Auerbach traza su famosa conclusión de que la reivindicación de la verdad de la Biblia es tiránica, pues sus muchas omisiones establecen con insistencia que es el único mundo posible, con un dios que lo organiza todo, y donde el lector debe interpretar una verdad polifacética, en la que debe asumir, por ejemplo, que el Antiguo Testamento prefigura al nuevo.
https://es.wikipedia.org/wiki/Erich_Auerbach

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