viernes, 8 de mayo de 2020

MAURICIO AMAR / LA PREGUNTA DE AGAMBEN



En medio de la pandemia del COVID-19 se han generado algunos debates entre algunos pensadores importantes de nuestro tiempo. Giorgio Agamben, Jean-Luc Nancy, Roberto Esposito, entre otros. Gran parte del conflicto tendría su inicio en una breve reflexión de Agamben sobre la reacción de las autoridades italianas frente al Coronavirus, en un momento en que todavía Italia no presentaba una cantidad de casos alarmantes. Allí Agamben parte diciendo que “Frente a las medidas de emergencia frenéticas, irracionales y completamente injustificadas para una supuesta epidemia debida al coronavirus” debían seguirse indicaciones más cautas provenientes del Consejo Nacional de Investigación italiano. Efectivamente, al ver las respuestas de otros intelectuales y la manera efectiva en la que se ha extendido la pandemia, lo de Agamben parece simple irresponsabilidad, falta de empatía e incapacidad para comprender el problema que se venía encima.
Sin embargo, hay un punto en el texto de Agamben –que creo es para lo que escribió su artículo – que muchos prefieren dejar de lado, tal vez porque nunca han querido entender el problema de las sociedades de control o simplemente porque resulta divertido cuando un pensador que miramos siempre de reojo se equivoca tajantemente y eso termina haciendo que reforcemos nuestras propias posiciones sobre un asunto en un momento complejo que, evidentemente, resulta difícil de sobrellevar para todos. El asunto del texto de Agamben, me parece, es que las sociedades de control van tomando formas diferentes. Son movedizas y se adaptan a circunstancias múltiples. Y una pandemia, en este caso, resulta el pretexto ideal para renovar las formas de legitimación del control sobre los cuerpos. Agotado parcialmente el enemigo musulmán y la guerra contra el terrorismo, que inició Estados Unidos a comienzos del siglo, el avance de políticas de aislamiento social puede convertirse en una nueva oleada de dispositivos de control.
Esto no tiene nada que ver con el hecho de si efectivamente durante un determinado tiempo sea necesaria –y por cierto que lo es – una cuarentena total, sino con la alerta que debemos prender hacia el futuro, para que esa cuarentena no signifique la consumación de un aislamiento permanente, un vaciamiento de las calles, de las plazas, de las protestas por mayor igualdad.
En un texto más reciente, Agamben habla sobre el distanciamiento social, eufemismo para hablar, en el mundo de las políticas públicas, del confinamiento. Y la pregunta del pensador italiano es ¿qué tipo de vida y praxis política puede fundarse en un estado permanente de aislamiento? Si la masa para Elias Canetti –citado por Agamben – implicaba una forma de identificación con el otro, una ausencia de miedo a ser tocado, también ella comporta una posibilidad de ser investido por el poder. El alivio que produce la compenetración con el otro es también la condición de posibilidad de la dominación de un uno por sobre la masa. Y lo que Agamben pregunta, entonces, es qué tipo de nuevo fenómeno estamos presenciando, donde la masa es tal en la medida en que se le aísla, se le separa y encuentra alivio justamente allí donde antaño era imposible su formación. Un cambio de paradigma, de época, como se le quiera llamar. Lo relevante es que en esa separación –que justamente es la consumación de la tendencia neoliberal – el individuo descansa, sabiendo que nadie lo podrá tocar. Y es en esa nueva masa de la intocabilidad donde empiezan a aparecer los nuevos pastores de rebaño. En Hungría la propia crisis del COVID-19 ha hecho sucumbir la ya opaca democracia liberal.
La pregunta de Agamben seguirá abierta, porque lo que hoy tenemos al frente es un dispositivo determinado, pero que puede adoptar muchas formas. Ua vez pasada la emergencia y hallada la vacuna, el mismo virus puede mutar infinitas veces u otro puede aparecer en cualquier punto del mundo. Mucho más dúctil que el islamismo, el virus se comporta como el propio capitalismo, alojándose en cualquier célula para vivir y propagarse. Frente a ello, me parece que la pregunta por la sociedad que podemos crear sigue en pie y la preocupación por una vida que valga la pena de ser vivida por sobre la imposición de una mera vida, resultará indispensable para los tiempos que vienen.
8 de abril 2020
Imagen principal: Won-Keun YOON, Loneliness, 2019

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