martes, 22 de agosto de 2017

UNA OBRA MAESTRA Ladri di biciclette Ladrón de bicicletas Vittorio de Sica (Dossier)


Ladrón De Bicicletas (Ladri Di Biciclette)
 (1948) de Vittorio de Sica


Dirección: Vittorio de Sica.
Intérpretes: Lamberto Maggiorani, Enzo Staiola, Lionella Corelli, Elena Altieri.
Película basada en una novela de Luigi Bartolini (“El Ladrón De Bicicletas, Plaza & Janés). Con guión de Oreste Biancoli (“La Furia De Los Vikingos”, “Maciste, El Coloso”), Suso Cecchi D’Amico (“Rocco y Sus Hermanos”, “Senso”), Vittorio de Sica (“Milagro En Milán”, “La Puerta Del Cielo”), Adolfo Franci (“El Limpiabotas”, “Milagro En Milán”), Gherardo Gherardi (“Trágico Destino”, “Felicidad Perdida”), Gerardo Guerrieri y Cesare Zavattini (“Ayer, Hoy y Mañana”, “Milagro En Milán”).
Sinopsis
Antonio Ricci (Lamberto Maggiorani) es un hombre humilde que se encuentra en espera de alguna oferta de empleo para aliviar su precaria situación económica. Un buen día le proponen un trabajo para pegar carteles con un único requisito: la posesión de una bicicleta. Ilusionado, retorna feliz a su hogar, en donde le esperan su mujer Maria (Lianella Carell) y su hijo Bruno (Enzo Staiola), entusiasmados con la noticia traída por Antonio. Lamentablemente, el primer día de trabajo, un delincuente le roba la bicicleta. Desesperado, Antonio, junto a Bruno, iniciará la búsqueda del ladrón con la intención de recuperar el empleo.
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Crítica
Un hito del cine mundial y uno de los máximos exponentes del denominado neorrealismo italiano. La sencilla historia que se relata en “Ladrón De Bicicletas” deviene extraordinaria por su conmovedora capacidad poética expuesta en un severo verismo dramático.
La dirección de Vittorio de Sica y el guión de Cesare Zabattini, pareja que anteriormente ya había realizado otra obra maestra del género, “El Limpiabotas” de 1946, y que realizarán posteriormente otras películas magníficas, entre las que se encuentran “Milagro En Milán” (1951) o “Umberto D” (1952) , introducen al espectador en la desesperada búsqueda de una bicicleta, medio fundamental de trabajo y en consecuencia de vida de un hombre y su familia, interpretado magistralmente por Lamberto Maggiorani, actor no profesional como es característico en este tipo de proyectos, con la lastimera compañía de su pequeño hijo.
Entre ellos se entabla una estrecha relación llena de ternura, humor amargo y angustia vital de dolorosas consecuencias, filtrada por una correspondencia de miradas, caricias y rostros afligidos entre el hijo y un padre que, al borde del abatimiento y la desesperación, no tiene más remedio que traicionar su sentido de la responsabilidad por el empuje de su instinto de la supervivencia, con un desenlace de nefasta suerte.
El llanto de un niño consecuente es el terrible llanto de la pobreza y de la miseria, de la desigualdad y la penuria, que hace transformar ante sus ojos la figura de su padre de héroe a villano.
Maravillosamente fotografiada en un crudo blanco y negro, casi en tono documental, “Ladrón de Bicicletas” crea un acerado fresco de la posguerra italiana lleno de personajes que, perdidos en su anonimato, impregnan sus carencias por las pobladas y vívidas calles romanas.
Una obra maestra del séptimo arte y una joya testimonial.

Contiene Spoiler
Casi toda Europa queda totalmente destrozada concluida la Segunda Guerra Mundial, la que le significó, además, grandes pérdidas humanas y la aparición de grandes masas de indigentes y desocupados. El hambre, la escasez de alimentos, la pobreza, la miseria, la desesperación son elementos que se repetirán tras años de cruentas guerras. Italia no es ajena a este contexto, y menos aún cuando ha tomado parte activa de los conflictos. En esta situación posfascista hace su aparición el neorrealismo italiano, un movimiento cinematográfico que se encargará de rescatar las piezas cotidianas de la realidad italiana.
Muchos historiadores del cine sostienen que el neorrealismo italiano fue más que un movimiento de naturaleza histórica. Afirman que se configuró como el cine naciente de una nueva actitud ante la realidad, como el arte de lo pobre y de lo austero, como el cine donde las virtudes testimoniales resaltan. Ladrón de bicicletas (1946) de Vittorio De Sica es muestra de este cine nuevo, hecho de argumentos casuales creados sobre la marcha del film, rodado en la calles de Roma con actores no profesionales.
Ladrón de bicicletas cuenta la historia de un trabajador infeliz a la búsqueda de su bicicleta robada. Nos visualiza una continua acción en búsqueda del objeto perdido que para este obrero es tan importante como su vida. A la par, aparece en escena su hijo, un niño, también trabajador, que formará parte de la trama casi en su totalidad, y que será, al final del relato, el testigo de la humillación por la que pasa su padre al ser atrapado por robarse una bicicleta para su propio trabajo.
El neorrealismo italiano es importante para el nuevo curso del cine europeo, que a partir de esos momentos volverá su mirada hacia la realidad con nuevos ojos. Las influencias no se hacen esperar en este continente ni en otros; así, películas como Camino a Casa (1999) de Zhang Yimou y Niños del cielo (1998) de Majid Majidi son obras maestras con tendencias neorrealistas.
En la primera, Camino a Casa filmada en China es una historia que se inicia con el retorno de un hombre de negocios a su pueblo, en el inhóspito norte de China. Su padre acaba de morir, y su madre quiere enterrarlo según las antiguas tradiciones. Mientras preparan la compleja ceremonia, el hombre recuerda el delicadísimo ritual de seducción a través del cual su madre, una bella e ingenua campesina, ganó para siempre el corazón de su padre, un joven maestro que sufrió persecución política. Su matrimonio fue el primero no concertado del lugar.
Por otro lado, Niños del cielo rodada en Irán es el relato de Alí, un estudiante aplicado proveniente de una familia que sufre serios problemas económicos. Un día, mientras hace los mandados para ayudar a su madre enferma, el pequeño pierde accidentalmente el único par de zapatos de su hermana. Esto se constituye en un gravísimo doble problema, ya que su padre, a quien Alí también ayuda, no se encuentra en condiciones de comprarle otros y además, de enterarse, le aplicaría un severo castigo. Ante esto, el pobre niño sólo se preocupa por conseguir zapatos nuevos y hará lo imposible por el amor que le tiene a su hermana.
En estos films los planos generales son los que predominan, que como en Ladrón de bicicletas se utilizan para describir la realidad de un contexto, en todos, por supuesto, diferente: Ladrón de bicicletas compone una Italia destrozada con un mercado negro en aumento, desempleados esperando un empleo y cientos de trabajadores movilizándose en bicicletas o en buses públicos. Camino a casa evoca las tradiciones casi perdidas de un pueblo chino muy alejado de la ciudad. Y Niños del cielo configura una ciudad iraní donde se muestran las dos caras de la moneda, la zona rica y la zona pobre, en esta última donde se desarrollará la mayor parte de la historia. Todas estas películas presentan un esquema básico. Las historias fluyen en zonas humildes y son contadas con planos amplios y prolongados. Los diálogos cumplen una función meramente informativa, no son aquellos argumentos filosóficos que lanzan los actores hollywoodenses para impresionar al público. La realidad contada a través de estas películas ya de por si impresiona y eso basta.
En estos tres films los móviles por los que se sostienen los hechos aparecen desde el comienzo. En Ladrón de bicicletas: la primera secuencia es la del obrero que consigue un empleo, pero al que le hacen hincapié de la necesidad de una bicicleta para realizar la labor, sino no podrá. En Camino a casa: el plano primero es la del camino con el cual se llega al pequeño pueblo chino. Y en Niños del cielo: el plano primero es la de un costurero zursando unas zapatillas de niña.
Como vemos, son historias simples, lo más cercano a un cine marginal pero con relatos muy humanos, donde el tema del amor se hace presente en cada momento. En Ladrón de bicicletas: se presenta la relación de padre e hijo que se estrechará con el paso del tiempo y gracias a las circunstancias. En Camino a casa: se expone la relación de dos jóvenes enamorados, aunque antes y al final de esta historia aparece el sentimiento entre madre e hijo, y lo que hace él para complacerla. En Niños del cielo: se vislumbra el amor entre dos hermanos y el cariño que siente hacia sus padres.
De estas películas podremos rescatar el lado testimonial que a modo de documental se nos exponen las realidades cotidianas de un pueblo, ciudad o país en un contexto determinado. Por ejemplo, en Ladrón de bicicletas: es una búsqueda a un acercamiento, con toda la espontaneidad posible, y la reflexión del caso hacia un presente, hacia el hombre común, hacia el mundo que los rodea. En el resto de los films sucede lo mismo. En Camino a casa: se retrata las tradiciones de un pueblo chino casi en el olvido y el amor casi imposible que rompe con las costumbres y parece desencajar en el contexto. En Niños del cielo: perfilada desde la mirada de unos niños la historia gira de un modo subliminal como una denuncia a una sociedad machista y de costumbre caducas.
Las influencias del cine neorrealista se hacen notar hasta en los finales de las películas Camino a casa y Niños del cielo. En Ladrón de bicicletas, Vittorio de Sica termina su obra con la toma detrás de padre e hijo en son de retirada tras una lucha no ganada, sin más. En Camino a casa el film acaba a modo de college de imágenes que se trasponen una a otra y nos recuerdan la historia de amor sucedida, una historia del regreso a casa del ser amado, pero perdido.
Pero es en Niños del cielo donde esa influencia se hace notar más: se acaba con la escena donde Alí, el niño que ha hecho lo imposible (compite en una carrera) para ganar unas zapatillas para su hermana, termina ganando lo que no quiere.
Finalmente, al tratarse de films que resaltan lo humano son historias con altos grados de valores, que cautivan al público y lo sorprenden, le reclaman quizá lo que se está perdiendo en el mundo de hoy agitado con grandes ingestas de violencia, sexo y caos.
Miguel Angel Arreátegui Rodríguez

El aparentemente insignificante robo de una bicicleta supone el inicio de una serie de avatares entre un hombre y su pequeño hijo, azotados por la miseria de la Italia de la posguerra.
Apoteósica cinta, orquestada magistralmente por el actor-director Vittorio De Sica. En ella somos testigos de las vivencias de un hombre de bajos recursos, que recientemente ha adquirido el empleo de fijar carteles de películas en las paredes romanas, una metrópoli miserable, sacudida por la guerra.
Tal vez la obra más grande que ha dejado el neorrealismo, corriente proveniente del país trasalpino, junto a su precursora “Roma, Citta aperta” de Roberto Rosselini, dos cintas en las que se fijaron las bases de un cine hecho por gente de las calles y no por megaestrellas del celuloide, un cine más personal, de condiciones y presupuestos que rayan en lo precario, una precariedad que pululaba los aires contaminados de la posguerra en que salió a la luz.
Este poético film destila, además de romanticismo y melancolía, la triste atmósfera de ese preciso momento histórico, una obra de denuncia hacia una sociedad donde lo que para algunos es una bagatela, para muchos otros, como el protagonista de la historia, es su sustento diario, su instrumento para obtener aunque sea lo mínimo, alimento.
Como siempre pasa en esta vida, las cosas no salen como lo esperas. “Ladrón de bicicletas” no es un film donde la esperanza y el amor triunfen sobre la maldad y todo lo injusto termine por ser borrado por arte de magia con las palabras “Fine”. Todo lo contrario a esto, la desgarradora realidad de este maravilloso trabajo lleva consigo un mal sabor de boca que sin duda terminara por concienciar a muchos seres humanos, entre los que me encuentro, a tratar por una vez en sus vidas de comprender que la vida no es más que un juego contradictorio, donde el triunfo no es más que una mera apariencia.
Para finalizar debo confesar que la primera vez que la observe, un mar de lágrimas inundó mi rostro. Una de las más grandes cintas de todos los tiempos. Tan amarga como hermosa.
Pierluigi Puccini

http://www.alohacriticon.com/cine/criticas-peliculas/ladron-bicicletas-vittorio-sica/

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Título original
Ladri di biciclette
Año
Duración
93 min.
País
 Italia
Director
Guion
Cesare Zavattini, Vittorio De Sica, Gherardo Gherardi, Suso Cecchi D'Amico, Oreste Biancoli, Adolfo Franci, Gerardo Guerrieri (Novela: Luigi Bartolini)
Música
Alessandro Cicognini
Fotografía
Carlo Montuori (B&W)
Reparto
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Productora
Produzioni De Sica (PDS)
Género
Drama | NeorrealismoTrabajo/empleo
Sinopsis
En la Roma de la posguerra, Antonio, un obrero en paro, consigue un sencillo trabajo pegando carteles a condición de que posea una bicicleta. De ese modo, a duras penas consigue comprarse una, pero en su primer día de trabajo se la roban. Es así como comienza toda la aventura de Antonio junto con su hijo Bruno por recuperar su bicicleta mientras su esposa María espera en casa junto con su otro hijo. (FILMAFFINITY)
Premios
1949: Oscar: Premio especial a Mejor película extranjera. Nominada a Mejor guión
1949: Globo de Oro: Mejor película extranjera
1949: Premios BAFTA: Mejor película
1949: 6 premios Sindicato Nacional de Periodistas Italianos: Incl. Película, director
1949: National Board of Review: Mejor película, director
1949: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor película extranjera
Críticas
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Ladri di biciclette (en HispanoaméricaLadrones de bicicletas; en EspañaLadrón de bicicletas)​ es una película italiana dramática de 1948 dirigida por Vittorio de Sica. Se considera como una de las películas emblemáticas del neorrealismo italiano. En 1954, la revista Sight and Sound publicó su primera lista de las "diez mejores películas jamás hechas", Ladri di biciclette estaba en primer lugar en esa lista.​ En 1962 fue puesta en el séptimo en la misma lista.​ Ocupa el primer puesto en la lista de "Las 50 películas que deberías ver a los 14 años".
El filme está basado en la novela homónima de 1945, escrita por Luigi Bartolini y adaptada a la gran pantalla por Cesare Zavattini.​ El relato narra un accidente de la vida cotidiana de un trabajador. Este accidente consiste en el robo de la bicicleta con la que va a trabajar. Este acto sería banal si no se tuviera en cuenta el contexto de la sociedad italiana de 1948 en que se sitúa el film. La elección de la bicicleta como objeto clave del drama es característico de las costumbres urbanas italianas, y a la vez, de una época en la que los medios de transporte mecánicos son todavía 
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Argumento

Roma, segunda posguerra: Antonio Ricci (Lamberto Maggiorani), un desocupado encuentra trabajo pegando carteles, lo cual es un gran logro en la situación de posguerra que vive el país, donde el trabajo escasea y obtenerlo es un éxito excepcional. Pero para trabajar debe poseer una bicicleta. Desafortunadamente, el primer día de trabajo le roban la bicicleta mientras pega un cartel cinematográfico. Antonio persigue al ladrón sin resultado alguno. Decide denunciar el robo ante la policía, pero se da cuenta que las fuerzas del orden no pueden ayudarlo a encontrar su bicicleta. Desesperado, busca el apoyo de un compañero de partido, que a su vez moviliza a sus amigos basureros. Al alba, Antonio, junto a sus compañeros y a su hijo Bruno comienza su búsqueda, primero en la Piazza Vittorio y más tarde en Porta Portese, donde tradicionalmente van a parar los objetos robados. Pero no hay nada que hacer: la bicicleta seguramente ya esté desmontada y será imposible de encontrar. En Porta Portese, Antonio ve al ladrón de su bicicleta, mientras negocia con un viejo vagabundo. Lo persigue sin alcanzarlo, regresa a Porta Portese a encontrar al vagabundo, y lo sigue, hasta un comedor social. Allí le pregunta por su bicicleta y por la identidad del ladrón, pero no obtiene ningún resultado. Exasperado, Antonio acude a una vidente, pero la respuesta de ésta es casi una tomadura de pelo: “o la encuentras ahora o no la encontrarás jamás”. Inmediatamente, al salir de la casa de la vidente, se encuentra con el ladrón de la bicicleta que al final es defendido por todos sus colegas. Antonio habla con un carabinero para explicarle la situación. Entonces éste le contesta que sin testigos del robo no se puede hacer nada. Finalmente, mientras Antonio y Bruno esperan el autobús para regresar a casa, el padre se percata de la existencia de una bicicleta que nadie parece custodiar. Intenta robarla pero la muchedumbre se lanza a atraparlo. Solo los llantos de Bruno consiguen frenarlos e impedir que su padre vaya a la cárcel. Antonio se encuentra ahora tan pobre como antes pero con la vergüenza de haberse colocado al nivel de quien le había robado. El film se cierra con la vuelta a casa de Antonio y Bruno mientras cae la noche sobre la ciudad de Roma.
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Reparto

  • Lamberto Maggiorani - Antonio Ricci
  • Enzo Staiola - Bruno Ricci, hijo de Antonio
  • Lianella Carell - Maria Ricci, esposa de Antonio
  • Gino Saltamerenda - Baiocco, amigo de Antonio
  • Vittorio Antonucci - Alfredo Catelli, el ladrón
  • Giulio Chiari - Mendigo
  • Elena Altieri - La señora de caridad
  • Carlo Jachino - Mendigo
  • Michele Sakara - El Secretario de la Organización de la Caridad

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https://es.wikipedia.org/wiki/Ladri_di_biciclette

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Ladrón de bicicletas

Ladri di biciclette (1948) Italia

          También conocida como:
                    - "Ladrones de bicicletas" (Argentina)
Duración: 89 min.
Música: Alessandro Cicognini
Fotografía: Carlo Montuori
Guión: Cesare Zavattini, Vittorio De Sica, Gherardo Gherardi, Suso Cecchi D'Amico, Oreste Biancoli, Adolfo Franci, Gerardo Guerrieri (Novela: Luigi Bartolini / Adaptación: Cesare Zavattini)
Dirección: Vittorio De Sica
Intérpretes: Lamberto Maggionari (Antonio Ricci), Enzo Staiola (Bruno Ricci), Lianella Carell (Maria Ricci), Gino Saltamerenda (Baiocco), Vittorio Antonucci (Ladrón), Giulio Chiari (Mendigo).
Un grupo de desempleados espera en la cola de la oficina de empleo, donde el encargado llama a Ricci, debiendo otra persona ir a buscarlo, pues no se encontraba cerca, diciéndole el encargado que tienen un trabajo para él como fijador de carteles, aunque le recuerda que necesita la bicicleta asegurando él que se presentará sea como sea, pues no va a esperar otros dos años a conseguir otro trabajo.
Pero cuando se encuentra con María, su mujer, le cuenta que tiene un buen empleo municipal pero no puede aceptarlo por no tener bicicleta, recordando que la empeñaron para poder comer, por lo que se sienta derrotado en la cama.
María quita entonces las sábanas de la cama y coge otras de los cajones afirmando que pueden dormir sin ellas, yendo con 6 piezas a la casa de empeño y consiguiendo por ellas 7.500 liras.
Gracias a ello pueden recuperar la bicicleta, mientras observan desde la ventanilla cómo suben sus sábanas trepando hasta unas altísimas estanterías.
Con la bicicleta en brazos se presenta en la oficina para realizar el trabajo que empezará a hacer al día siguiente, enviándolo desde allí al almacén a por el uniforme.
Cuando sale le espera María, feliz, contándole él que cobrará 6.000 liras quincenales más el subsidio familiar y los extraordinarios.
Vuelven juntos en la bicicleta, pidiéndole María que la lleve a ver a una persona, viendo mientras la espera en el portal que llegan otras tres mujeres que preguntan si vive allí la adivina, observando que entran en un piso del que sale otra mujer llorando, por lo que sube él, que al entrar escucha a la adivina diciéndole a otra mujer que su hijo se levantará a la primera caída de la hoja.
Antonio llama a su mujer y le pide que se marche, pero ella se niega, pues asegura que la mujer le dijo que encontraría un empleo y le debe 50 liras, pues acertó, diciéndole él que es tonta y no puede entender que crea en esas cosas, haciéndole marcharse, aunque ella le deja antes el dinero.
A las 6'30 del día siguiente su hijo Bruno le ayuda a limpiar la bicicleta, estando muy felices todos, saliendo poco después con el muchacho tras despedirse de María y de la bebé, a las que dejan en casa.
Poco después deja a Bruno en una gasolinera, donde el muchacho trabaja y sigue su camino hacia su trabajo, cargando en la bicicleta con los carteles, el engrudo y una escalera.
Para el primer cartel recibe las explicaciones de un compañero, que luego le deja solo enviándole a su zona.
Coloca un cartel de Gilda, no dándosele tan bien como a su compañero el veterano, no fijándose en que mientras trabaja le rondan varios hombres, aprovechando uno de ellos que está ocupado para robarle la bicicleta.
Corre tras él, subiendo a un coche con el que lo persiguen, aunque otro compinche los despista y van tras otro, por lo que finalmente lo pierde de vista.
Comienza a deambular por los alrededores y a buscarlo por todas partes sin éxito.
Debe regresar al lugar donde estaba trabajando y seguir pegando los carteles, aunque desesperado.
Acude a comisaría para poner la denuncia, aunque no le dan ninguna esperanza, pues la denuncia servirá solo para el caso de que él mismo la encuentra a la venta o en algún lugar y en ese caso le ayudarán a recuperarla.
Aguanta una larga cola para subir al autobús de regreso, encontrando a Bruno esperándolo, tras lo que regresan a casa andando, contándole al niño que se le rompió.
Cuando llegan a su casa deja a Bruno allí y él se marcha.
Acude al local del partido, donde un grupo de trabajadores escucha el mitin de uno de los líderes y donde encuentra a su amigo Baiocco ensayando una obra, y al que le expresa su angustia por lo ocurrido, diciéndole que necesita su ayuda, diciéndole su amigo que irán al día siguiente, domingo, a la plaza Vittorio donde los ladrones venden las bicicletas robadas, quedando a primera hora.
Llega entonces María, a la que le dice que no quiere escuchar lamentos, asegurando que no fue a casa antes para no escucharlos, tratando Baiocco de tranquilizarlos diciéndoles que encontrarán la bici.
A la mañana siguiente temprano, Antonio y su hijo van al encuentro de Baiocco, tras terminar su trabajo en la recogida de basuras, disponiéndose este y varios de sus compañeros a ayudarle a encontrar la bicicleta, pidiendo que unos busquen los cuadros, otros las ruedas y el niño el timbre, ya que en algunos casos desmontan las bicicletas y venden las piezas por separado buscando una Fides del 35, aunque mientras recorren la plaza ven decenas de bicicletas siendo muy complicado encontrar la suya.
Uno de los compañeros de Baiocco vea a un hombre pintando el cuadro de una bicicleta y avisa a los demás, que le piden al hombre que les deje ver la matrícula de la bicicleta, a lo que el hombre se niega, por lo que avisan a un policía que le obliga a mostrarle la matrícula, observando que no se trata de la suya.
Entretanto un hombre que ve a Bruno mirando timbres trata de conquistarlo proponiéndole comprarle uno, siendo sorprendido por el padre que se lo lleva.
Al no tener allí ningún resultado Baiocco le propone que vaya a Porta Portese, adonde les lleva uno de los compañeros de aquel en su camión.
Pero mientras se dirigen a su nuevo destino comienza a llover y cuando llegan ven cómo están recogiendo ya el mercadillo, por lo que apenas pueden mirar unas decenas de bicicletas, debiendo finalmente refugiarse bajo una repisa.
Pero mientras están allí y cuando ya deja de llover ven a un muchacho que se acerca en su bici a un mendigo al que le da 100 liras, diciéndole al anciano que debe contentarse con eso.
Antonio sale corriendo tras el muchacho, pidiendo que lo detengan, aunque con la bici corre más que él y no consiguen alcanzarlo, por lo que regresan para buscar al viejo con el que lo vieron hablando que asegura que no sabe nada del muchacho y al que siguen hasta un comedor social donde también les afeitan y cortan el pelo, obligándolos a cambio a ir a misa, siguiendo al anciano, debiendo esperar a que le afeiten, hasta la capilla, donde Antonio se sienta a su lado y le pregunta de nuevo por el muchacho, insistiendo el anciano en su silencio amenazando Antonio entonces en denunciarlo a la policía si no le da la información, diciéndole entonces el mendigo que vive en la calle de la Campanella, pidiéndole Antonio que lo acompañe hasta allí, y aunque el viejo se resiste, él le obliga a levantarse, si bien al ver que van a salir les retienen y les dicen que no se puede salir hasta que acabe la misa, aprovechando el viejo la confusión para escabullirse.
Bruno le dice a su padre que la culpa es suya por haberle dejado ir a por la sopa, ante lo que su padre, enfadado le da una bofetada, haciendo que el chico se enfade y le diga que es malo y que se lo dirá a su madre.
Tratan de encontrar al anciano, dejando al niño en el puente mientras él baja hacia el río tratando de encontrarlo.
Escucha entonces voces de la gente gritando, pues hay alguien ahogándose, corriendo Antonio ante el temor de que se trate de Bruno, aunque enseguida comprueba que se trata de otro muchacho al que logran rescatar, viendo arriba a Bruno bien.
Para disculparse Antonio decide llevar a Bruno a un restaurante donde piden vino y comida, diciéndole al pequeño que coma sin pensar, aunque él mismo lamenta que justo cuando les empezaba a ir bien les ocurriera eso, calculando lo que ganaría, 800 liras al día y sabiendo que no puede renunciar a ellas.
Tras comer van a casa de la adivina, que está rodeada de gente, viendo al llegar que se dirige a un joven al que le pide que deje su novia y busque otra, colándose Antonio ante el enfado de todos los demás clientes, pese a lo cual la mujer decide atenderle, diciéndole tan solo que o encuentra la bici enseguida o no la encontrará jamás.
Cuando llegan a la calle ven al chico que creen es el ladrón y le siguen hasta un prostíbulo en que tratan de impedirle la entrada diciéndole que está cerrado y que las chicas están comiendo, pidiéndole al chico que le devuelva la bicicleta, echándolos la madame a la calle.
Allí insiste en que le devuelva lo que le robó, y el chico en que no es un ladrón, llegando así hasta la casa del muchacho, viendo cómo mientras discuten la gente empieza a rodearlos, saliendo algunos vecinos en defensa del muchacho diciendo que no es el ladrón, pues estaba el día anterior en el mercado de las flores y que si está tan seguro que vaya a buscar a la policía, pues ya sabe dónde vive.
Y además de pronto el chico comienza a convulsionar, por lo que el resto de la gente le pide a Antonio que se marche, recordándole que no tiene pruebas, empezando todos a acosarle, por lo que debe hacerse con un palo para defenderse, llegando por fortuna para él un policía al que había ido a buscar el niño.
Ricci le dice al agente que el chico está haciendo comedia, aunque la madre del muchacho hace pasar al policía a su casa para que busque y vea que no hay ni rastro de la bicicleta en el diminuto piso donde duermen cuatro personas, mientras la gente grita fuera que dejen de difamar al chico y que este debería denunciarlo a él por acusarlo falsamente.
El policía le pregunta a Antonio si tiene a alguien que pueda servir de testigo, pues el chico sí los tiene, todos los que están fuera, y él tiene que reconocer que ni siquiera le vio la cara, por lo que sin el artículo robado y sin haberle pillado in fraganti no hay nada que hacer, diciendo Antonio que al menos puede romperle la cara, diciéndole el policía que entonces tendría que detenerle a él.
Fuera, el chico cambia de opinión y dice que está dispuesto a ir a comisaría, preguntándole el policía a Antonio si presentará la denuncia, decidiendo marcharse al ver que será inútil, mientras todos lo miran con gesto hostil.
Desesperado, Antonio camina sin rumbo y sin hacer caso de Bruno que está a punto de ser atropellado varias veces.
Acaban frente al estadio junto al cual hay centenares de bicicletas aparcadas y vigiladas por un policía, observando de pronto una que está junto a un portal.
Aturdido y desesperado se sienta en la acera junto al niño, viendo cómo pasan numerosas bicicletas frente a ellos.
Acabado el partido, la gente sale en masa hacia sus bicicletas mientras él los observa, rondando por su desesperada cabeza una idea. Le pide a su hijo que coja el tranvía y lo espere en Monte Sacro mientras él se acerca a la bicicleta solitaria decidiéndose finalmente a robarla, aunque justo entonces sale su dueño que empieza a gritar, por lo que varias personas comienzan a perseguirlo hasta alcanzarlo, siendo rodeado y golpeado por los perseguidores.
Bruno, que había perdido el tranvía ve a su padre rodeado, escuchando cómo lo llaman ladrón y lo golpean, abriéndose paso hasta él y gritando mientras le coge la mano.
Los que lo detuvieron se plantean llevarlo a la comisaria de Flaminio, aunque el dueño de la bicicleta se apiada al ver al niño y les pide que lo dejen, diciéndole algunos de los que le detuvieron que menudo ejemplo es para su hijo y que ha tenido suerte de dar con una buena persona.
Ya libre, pero con la mirada perdida y con desesperación camina junto a su hijo sin rumbo, saltándosele las lágrimas mientras coge la mano consoladora de su hijo y camina junto a él perdiéndose entre la multitud.
http://www.tecuentolapelicula.com/peliculasl/ladrondebicicletas.html
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Séptimo arte

El ladrón de bicicletas

Sergio Leone, quien por años fuera el principal exponente del llamado “western espagueti” trabajó como asistente de Vittorio De Sica en el rodaje de esta cinta.

  • El ladrón de bicicletas
    Realidad. El Ladrón de Bicicletas muestra una época difícil donde los individuos tienen que luchar por sobrevivir producto de la Gran Guerra que marcó a un continente y a la larga demostró que la necesidad es el eje central de las cosas.
  • El ladrón de bicicletas
  • El ladrón de bicicletas
Rienzi Pared Pérez
Santo Domingo
El neorrealismo fue un movimiento cultural, nacido y desarrollado en Italia, después de la Segunda Guerra Mundial. Tuvo gran influencia en directores como Roberto Rosselini, Federico Fellini; Luchino Visconti, Michelangelo Antonioni y Vittorio de Sica, entre otros.
Este movimiento llevó a la pantalla dramas humanos enclavados en sectores sociales muy desfavorecidos para destacar las condiciones de vida de la gente;  la frustración, la pobreza y la desesperanza.
Su principal intención fue plasmar la realidad tal y como era. Se trataba de un cine con una orientación social capaz de representar la terrible depresión de posguerra. Uno de los grandes exponentes de este movimiento lo fue Vittorio de Sica, y su obra fundamental se considera “El Ladrón de Bicicletas”.
Esta es una película de 1948, y su trama se inicia cuando Antonio Ricci (Lamberto Maggiorani) se encuentra desempleado y  logra conseguir un empleo de pegar carteles en toda la ciudad; pero necesita la bicicleta como medio de transporte en su labor. La misma se encuentra empeñada y su mujer consigue volver a obtenerla y entregársela a su marido a cambio de empeñar las sábanas de su casa. Antonio, muy satisfecho, y en compañía de su hijo, asiste al primer día de su tarea pero, a la hora de trabajar, un jovenzuelo le roba la bicicleta. Antonio intenta perseguirle siendo inútil el esfuerzo. Regresa a su casa sumergido en la tristeza y donde quiera que acude en búsqueda de ayuda, lo que encuentra es indiferencia y hostilidad.
  El guion es adaptado de una novela corta donde el guionista Cesare Zavattini logra componer unos diálogos fantásticos, bordeados a la perfección. La puesta en escena por parte de Vittorio De Sica es extraordinaria; logra unos planos generales que permiten contemplar el libre movimiento de sus actores, unos planos en donde involucra a cada espectador en la angustia y en la desesperación de la azarosa vida de Antonio.
“El Ladrón de Bicicletas” nos muestra una época difícil donde los individuos tienen que luchar por sobrevivir producto de la Gran Guerra que marcó a un continente y a la larga demostró que la necesidad es el eje central de las cosas. Sin embargo, también nos muestra la relación de un padre con su hijo, y ese compañerismo entre ellos; porque el hijo ve en su padre al hombre ideal. Lo adora y le idealiza por querer ser como él. Por eso, la escena final es desgarradora, y a la vez, la más perfecta que se haya visto en la historia del cine.  
Para el escritor José Manuel Caballero Bonald en su entrega en “El Cultura”,l nos dice: “Una de las más conspicuas lecciones de El Ladrón de bicicletas radica en la actitud del director, en su manera de conducir un hilo argumental tan quebradizo y tan propenso a deslizarse hacia lo excesivamente didáctico o hacia cierto oportunismo populista. No ocurre así, por supuesto. Vittorio de Sica ejerce de crítico de la sociedad -de la vida- sin recurrir a ningún artificio expresivo, sólo mostrando la impecable desnudez de unos hechos vividos o que han podido simbólicamente vivirse en un tiempo y unas circunstancias muy precisas. En aquella Italia de finales de los 40, todavía recientes los desastres de la guerra, el obrero que protagoniza Ladrón de bicicletas no es sino un arquetipo sugerido por otros muchos posibles. La intensidad emocionante de la acción, su estricta significación social, la escueta y limpia estructura narrativa, constituyen a todas luces un ejemplo de eficacia y veracidad. En este sentido, Ladrón de bicicletas trasciende de todo realismo y va más allá de su propia pretensión crítica. Por ahí habría que buscar uno de los más incuestionables aciertos ideológicos de la película: el de plantear el diagnóstico de un ejemplo humano sin dejar de ser un paradigma artístico”.
Es que esta obra lo refleja todo: Arte; espíritu; ambientación, escenario, imágenes. Es un deleite para beber de la sabiduría que nos enseña la vida.
En el final, el padre ya desesperado, realiza lo mismo que le han hecho. Visualiza una bicicleta y trata de tomarla hasta que es perseguido y logran alcanzarlo;  en presencia de su hijo es abofeteado, humillado y si no va a la cárcel es por la intervención del niño. Ya de regreso el hijo le toma de la mano  y juntos caminan sollozando por la desgracia vivida.
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ALGUNAS CURIOSIDADES DE LA PELÍCULA:

1) La película está basada en la novela homónima de Luigi Bartolini (1945).
2) Lianella Carell era periodista y llegó a entrevistar a Vittorio De Sica cuando estaban buscando a alguien para hacer el papel de María. Cuando De Sica la vio, decidió al instante que ella encajaba perfecto para ese papel.
3)  Vittorio de Sica nunca quiso trabajar con actores profesionales. Cuando buscaba recursos financieros para la realización de la película encontró un inversionista; pero con la condición que el papel principal recayera en Cary Grant. De Sica lo rechazó porque en todo momento quería usar actores no profesionales.
4) Su protagonista fue un obrero de la Siderurgia llamado Lamberto Maggiorani y lo contrató para ese rol.
5) Lamberto Maggiorani tuvo que luchar por un trabajo en la vida real, algo similar como nos muestran en la película. Ironía del destino.
6) El director de cine Sergio Leone trabajó como asistente de Vittorio De Sica en el rodaje de esta obra. Él también tiene una breve aparición como uno de los sacerdotes que están de pie junto a Bruno y Antonio durante la tormenta.
7) Vittorio De Sica afirmó que seleccionó al personaje del niño llamado Bruno por su forma de caminar y porque se parecía a él cuando pequeño.
8) La escena en la que Bruno va a cruzar la calle casi lo atropellan 2 veces. Fue improvisada, no estuvo pensada pero sucedió al tiempo que estaban grabando y decidieron dejarla.
9) En la versión española de la cinta, estrenada durante el franquismo, se recortaron varias escenas, como la de la iglesia y, en la escena final, mientras el padre se sumerge en la multitud y su hijo le coge de la mano. Se le añadió una voz en off que suavizaba el final y le añadía una moraleja cristiana.
http://www2.listindiario.com/ventana/2016/03/12/411329/el-ladron-de-bicicletas

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