El cine es ensueño, es música. No hay forma de arte que vaya más allá de la conciencia ordinaria como lo hace el cine, directamente a nuestras emociones, al penumbroso recinto del alma.
Ingmar Bergman.
Los 50 de "La princesa
que quería vivir"
ROMA.- No es casual que en esta ciudad haya una invasión de pósters, publicaciones, postales y primorosos almanaques 2003 en los que se rescatan imágenes de un film legendario, "Roman Holiday", en la Argentina conocido como "La princesa que quería vivir", y que en Italia circula con el título original, traducido: "Vacanze a Roma". El revival compromete también al teatro: han comenzado los ensayos de un "musical" con el mismo título del film, sobre música de Cole Porter, que se estrenará en el teatro romano Sistina, protagonizado por Massimo Ghini (el Rossellini de "Celluloide") y Serena Autieri, con régie de Pietro Garinei.
"Roman Holiday" fue uno de los títulos más notables de la gran "comedia americana" de los años 50, pero su realizador, William Wyler, no era un mero hacedor de comedias sino uno de los maestros del cine clásico de su país, autor de obras capitales de varias décadas, tales como "Cumbres borrascosas", "Lo mejor de nuestra vida" y -entre otras- "Ben-Hur". Del estreno de esta película se cumplen 50 años y es natural que la ciudad que le dio un marco tan indispensable como subyugante celebre el aniversario con todo tipo de recordatorios.
La protagonizaron el recientemente desaparecido Gregory Peck y una actriz casi desconocida, Audrey Kathleen Ruston, una muchachita belga de ojos vivaces que se consagró en ese film con el nombre de Audrey Hepburn. Es una fábula romántica en torno de una princesa que, procedente de una exótica monarquía y en gira por el mundo, llega a Roma resguardada por un riguroso séquito. Harta de toda esa parafernalia ceremonial, una noche escapa del palacio donde la han alojado y aterriza en el centro de la ciudad, atestada de turistas que disfrutan del estío romano. Pero le han inyectado un sedante y se duerme sobre una balaustrada, donde la encuentra Joe Bradley, un corresponsal de un diario neoyorquino. El apuesto norteamericano no barrunta ni por las tapas que esa presunta borracha es la mismísima princesa que, al día siguiente, ofrecerá la conferencia de prensa que él debe cubrir. No logra despertarla y, con fastidio, decide albergarla en su habitación de una modesta pensión romana. Al día siguiente, mientras la joven continúa durmiendo, Bradley se reporta a la agencia de su diario, donde, a través de una foto publicada en primera página, descubre la identidad de su insólita huésped clandestina.
En las horas siguientes la saca a dar un paseo en motoneta y para la chica todo será alegría, descubrimiento de los rincones seculares de Roma: a la joven se le revela la plenitud de la vida, la que el protocolo regio le estaba negando, mientras que el galán acabará fascinándose con ella (y enamorándola) y registrando, con la complicidad de un fotógrafo, las vivencias de la princesa, con miras a un artículo por el que exigirá el quíntuple del pago establecido para esas notas.
"Roman Holiday" obtuvo cuantiosas recaudaciones y nueve nominaciones al Oscar de la Academia, incluidas la del director y la de Eddie Albert -el fotógrafo de la ficción- como mejor actor de reparto. Tres de ellas se concretaron en estatuillas, empezando por la que encumbró definitivamente a Audrey Hepburn. El deslumbramiento por una trama envolvente y por sus escenarios de fascinación han relegado a segundo plano las circunstancias históricas y cinematográficas de la gestación de "La princesa que quería vivir", las que, si bien menos románticas, tienen su interés como emergentes de una coyuntura internacional.
El rodaje, íntegramente realizado en Roma, fue producto de un cruce europeo-estadounidense propio de la posguerra: Italia renacía de las ruinas de la guerra. Cinecittˆ, semidestruida y ocupada por tropas nazis en 1943, fue rehabilitada en 1948 por la gestión de un jovencísimo Giulio Andreotti (hoy octogenario y enjuiciado por posibles delitos políticos), por entonces subsecretario del Consejo de Ministros de Italia y luego varias veces premier. Andreotti procuraba reactivar la industria cinematográfica y, además, tentar a los productores de Hollywood, con quienes en tiempos de la Segunda Guerra se había verificado una ruptura: en 1941 Mussolini había asumido una política de protección estatal de la cinematografía, imponiendo el estreno de al menos un film local cada tres extranjeros. La medida, ventajosa para el cine italiano, enfureció a las cuatromajors de Los Angeles (la Fox, la Paramount, la Metro y la W.B.), que se retiraron del mercado.
A fines de los años 40, en el idilio de la posguerra y con la inminencia del Plan Marshall, los grandes sellos de Hollywood se manifestaron dispuestos a coproducir con Italia y -sobre todo- a disfrutar del bajo costo que les reportaba filmar y editar en Cinecittˆ, donde habrían de ahorrar más del sesenta por ciento de lo que les costaba en Hollywood. El primer producto de este acuerdo se concretó en 1949 con el proyecto de la M.G.M. para la monumental "Quo vadis?", de Merwyn Le Roy, que se estrenó en 1952. En su lanzamiento, la publicidad rezaba "Todos los caminos conducen a Roma", y el aserto revelaba una realidad: a las inmediaciones de los estudios romanos llegaban miles de actores, extras, directores, escenógrafos y técnicos que se instalaban en campamentos. Por un consenso espontáneo Cinecittˆ fue consagrada como "La Hollywood sul Tevere", esto es, la meca del cine en las márgenes del Tíber, el río que cruza Roma. A los estudios romanos acudían a filmar (además de los "americanos" Brooks, Mankiewicz, Wise, Vidor, Zinnemann, Hathaway y Curtiz) maestros como René Clair, Julien Duvivier, Pabst, Jean Renoir y muchos otros.
William Wyler instaló sus huestes en los alberghi romanos en el verano de 1952 y durante el rodaje recurrió a Cinecittˆ sólo para algunos interiores: fuentes, monumentos, calles con el fondo de ruinas, bares y los increíbles rincones de la ciudad, así como sus camareros y taxistas, le proporcionaban un marco viviente para una historia hecha de encuentros con la gente, descubrimientos arquitectónicos y momentos mágicos de intimidad.
Volver a ver hoy "La princesa que quería vivir" (circula una discreta edición en video) depara vivencias de una atmósfera encantadora, en blanco y negro, decididamente distinta de las edulcoradas comedias del "sueño americano", en medio de una historia que reconstruye un episodio aventurero atribuido a la princesa Margaret de Inglaterra, pero en la que también subyacen las contradicciones de Hollywood: detrás del guionista Ian McLellan Hunter (que ganó uno de los tres Oscar) se esconde un g host writer : el notable escritor Dalton Trumbo que, prohibido por la censura macartista, durante casi cuarenta años apeló al mismo sosia. No obstante, y más allá de esto, el espectador actual puede revivir en perspectiva temporal el subyugante glamour de la irrepetible pareja Peck-Hepburn. Y además descubrir una Roma que se mantiene intacta en la magnificencia desgastada de sus milenarios empedrados y muros pero que, por otra parte, ha perdido para siempre la inocencia de una época de resurgimiento, en la inminencia del "boom" económico de los sesenta, un tiempo en el que la vida, lejos de intrigas políticas y amenazas de atentados, se insinuaba colmada de promesas, una felicidad soñada que se ha esfumado.
Por Néstor Tirri Para LA NACION
http://www.lanacion.com.ar/521597-los-50-de-la-princesa-que-queria-vivir
Roman Holiday (Vacaciones en Roma en España y La princesa que quería vivir en Hispanoamérica) es una película estadounidense de 1953 dirigida por William Wyler. Relata la historia de la princesa Anna, de un país no identificado, que pasa una noche y un día en Roma de incógnito después de escapar a la supervisión del personal de protocolo. Esta película es ideal para todos los públicos.
El film ganó tres Oscar: a la mejor actriz principal (Audrey Hepburn), a la mejor narración para el cine, y al mejor vestuario; y tuvo otras siete candidaturas: a la mejor película, al mejor director, al mejor actor de reparto (Eddie Albert), al mejor guion original, a la mejor dirección artística, a la mejor fotografía y al mejor montaje.
Este film catapultó a la actriz belga Audrey Hepburn a la fama. La química establecida entre Peck, Albert y la protagonista es tan evidente que se plasma en este film el encanto de las relaciones humanas simples, felices y sencillas que genera la personalidad fresca, rebosante y espontánea de la protagonista.
Forma parte del AFI's 10 Top 10 en la categoría "Comedia romántica".
Argumento
La princesa Anna (Audrey Hepburn) se encuentra en Roma en visita oficial. Cansada de sus obligaciones y de la soledad de su mundo cortesano, decide escaparse durante la noche y vivir la vida de un ser común y corriente, sin protocolos ni barreras sociales.
Se queda dormida en la calle y es recogida por un norteamericano quien la lleva a su apartamento y la acuesta en su propia cama. El americano resulta ser un periodista llamado Joe Bradley (Gregory Peck), quien se ofrece a hacer de guía para ella en Roma. En un principio, el principal interés de Bradley al reconocerla como la princesa que es, es conseguir una exclusiva de 5.000 dólares sin que ella se dé cuenta y para ello hace que su amigo y fotógrafo le saque fotos a escondidas para después publicarlas y hacerse famoso.
Ella está encantada por conocer la ciudad como una persona normal. Durante el día que pasan juntos se divierten: pasan bochornos en la vía pública, van a una fiesta nocturna, surge algo entre ellos hasta que descubren que se han enamorado. Cuando la ausencia de la princesa ya no se puede prolongar surge el conflicto entre el deber y los sentimientos, y la princesa debe tomar una dura decisión.
Curiosidades
- Esta película fue el primer papel protagonista de Audrey Hepburn en el mundo del cine. Una vez hecho el rodaje, la productora quería que Gregory Peck, estrella consolidada en Hollywood, encabezara en solitario los créditos. Pero Peck se negó argumentando que Audrey Hepburn iba camino de ser una gran estrella.
- Wyler corrió el riesgo de contratar como guionista a Dalton Trumbo, hombre marcado por la Comisión de Actividades Antiamericanas del senador McCarthy (Comisión Warren). Trumbo trabajó bajo el sobrenombre de Ian McLellan Hunter. Cuarenta años después, la película se reeditó con la introducción de Dalton Trumbo, con su auténtico nombre, en los títulos de crédito.
- Esta película supuso toda una innovación en el rodaje de exteriores. Wyler desechó la idea de rodar con escenarios artificiales porque quería que la auténtica Roma fuese la tercera protagonista de la película.
- Peck preparó una broma a Hepburn en la escena de La boca de la verdad. La leyenda sobre este monumento, que se explica en la película, cuenta que quien miente pierde la mano al introducirla en la boca. Así, Peck, sin previo aviso a la actriz, metió la mano y la escondió por debajo de su manga. Esto provocó un susto real de Hepburn. Wyler no dudó en incorporar una escena idéntica a la de la broma en la película al ver la reacción de Hepburn.
- Las hijas de Wyler tienen un pequeño papel en la película. En la escena en la que Peck quiere «tomar prestada» una cámara de fotos, se acerca a una niña y otra lo acusa con una profesora. Ambas niñas son hijas del director.
- Cary Grant rechazó el papel protagonista de esta película, que posteriormente fue ofrecido a Gregory Peck, quien bromeaba diciendo que cada vez que le ofrecían un papel pensaba que ya lo había rechazado Grant.
- En una escena final aparecen varios periodistas internacionales. Dos de ellos son de los diarios españoles Abc y La Vanguardia.
https://es.wikipedia.org/wiki/Roman_Holiday
Vacaciones en Roma
Duración: 118 min.
Música: Georges Auric
Fotografía: Henri Alekan, Franz Planner
Guión: Dalton Trumbo (bajo el sobrenombre de Ian McLellan Hunter), John Dighton.
Dirección: William Wyler
Intérpretes: Gregory Peck (Joe Bradley), Audrey Hepburn (Princesa Ann), Eddie Albert (Irving Radovich), Hartley Power (Mr. Hennessy), Harcourt Williams (Embajador), Margaret Rawlings (Condesa Vereberg), Tullio Carminati (General Provno), Paolo Carlini (Mario Delani), Claudio Ermelli (Giovanni).
Un noticiario de la Paramount informa del viaje de la princesa Ann, la heredera de una de las familias reinantes más antiguas de Europa a Londres como primera etapa de su gira europea, siendo aclamada por las multitudes.
Después de tres días en Londres, visita incluida al palacio de Buckingham, Ann parte hacia Amsterdam, para ir luego a París antes de salir hacia Roma.
Una vez allí acude a una parada militar, celebrándose en la embajada de su país una recepción organizada por el embajador esa noche.
Con su elegante vestido es recibida por las grandes familias y jerarquías, entre ellas el nuncio de su Santidad, así como numerosos príncipes y personalidades internacionales.
Ante todos Ann muestra su mejor cara, pero bajo su vestido juguetea con el zapato que le aprieta hasta perderlo, debiendo hacer una pequeña parada para colocárselo cuando la sacan a bailar, debiendo hacerlo con todo tipo de personalidades, muchos ancianos.
Cuando por fin puede irse a dormir se queja de no poder usar pijama, contándole a su asistente, la Condesa Vereberg, que hay personas que duermen incluso sin nada.
Se asoma a la ventana al escuchar cómo muy cerca hay una fiesta popular.
Le lee tras ello la condesa el programa del día siguiente, en el que no tiene prácticamente ni un minuto de descanso, por lo que le da un ataque de ansiedad y se pone a llorar, tras lo que pide que la dejen morir en paz, llamando la Condesa al doctor, y aunque ella afirma sentirse avergonzada el doctor le inyecta un calmante para que pueda dormir mejor y descansar.
Cuando se queda sola vuelve a mirar por la ventana y al ver la fiesta y decide marcharse, debiendo hacerlo por la ventana para no ser descubierta por su asistente.
Una vez abajo se cuela en el motocarro de un proveedor, consiguiendo atravesar oculta en él las puertas del palacio y pudiendo ver a la gente normal por las calles, lo que le hace disfrutar mucho, aunque la inyección hace finalmente efecto y empieza a quedarse dormida, decidiendo bajarse del motocarro cuando se despierta para comenzar a deambular por el centro de la ciudad.
Un grupo de periodistas, entre los que se encuentra el norteamericano Joe Bradley, juega al póker, decidiendo retirarse junto con Irving Radovich, un cámara que iba ganando, pues deben madrugar para ir al día siguiente a la rueda de prensa de la princesa Ann, alegando además Bradley que le quedan solo 5.000 liras
Por la calle ve a la joven princesa tumbada y la cree borracha y trata de incorporarla para que no se la lleve la policía, extrañándole que alguien bien educada, culta y bien vestida esté en la calle en ese estado, no pudiendo evitar dormirse.
Bradley llama un taxi, aunque cuando va a subir ve que ella está nuevamente tumbada y decide cedérselo, aunque ella no lleva dinero, por lo que decide acompañarla.
Le pregunta dónde vive, diciendo ella que en el Coliseo, no diciendo otra cosa, dándole finalmente él su dirección al taxista.
Una vez llegan a su apartamento le da dinero al taxista y le pide que la lleve adonde ella le diga, aunque el taxista le dice que su taxi no es para dormir y amenaza con ir a la policía, ante lo cual Joe decide ocuparse de ella, llevándola a su apartamento, preguntando ella al entrar en el mismo si están en el ascensor.
Le pide a él que le ayude a quitarse la ropa, diciendo él que deberá hacerlo sola.
Ella le dice que no ha estado nunca a solas con un hombre, decidiendo él ir a buscar una taza de café mientras ella se desviste, dándole uno de sus pijamas, advirtiéndole que debe acostarse en el diván y no en la cama.
Entretanto, en la embajada se dan cuenta de la desaparición de la Princesa y comienzan a ponerse nerviosos, aunque deciden mantenerlo como un secreto de estado, aunque avisando a sus padres del problema.
Cuando Joe regresa a su apartamento encuentra a Ann en la cama y no en el diván, sin que ni siquiera su portazo altere su sueño, por lo que decide solucionarlo llevando el diván hasta el lado de la cama, tirándola al mismo y acostándose él en la cama.
Entretanto la embajada emite un boletín hablando de la repentina enfermedad de la Princesa para anular todos sus compromisos.
Bradley se despierta con las campanadas de las 12 que da el campanario de al lado, siendo ya demasiado tarde, pues tenía la rueda de prensa a las 11'45, por lo que sale corriendo al periódico, donde su jefe, el señor Hennessey le regaña por llegar tarde, señalando él que lo ha hecho porque tuvo que acudir a la rueda de prensa de la princesa.
Hennessey le hace ver entonces que le ha descubierto informándole de la cancelación de todos los actos de la Princesa debido a su enfermedad, pese a lo cual no lo despide.
Le muestra la noticia de la cancelación, que sale en todos los periódicos, dándose cuenta al ver la fotografía de la Princesa de que es la mujer que dejó en su cama.
Llama de inmediato a su casero para pedirle que vaya a mirar si hay alguien durmiendo en su apartamento, y cuando este se lo confirma le pide que lo vigile para impedir que nadie entre o salga del mismo.
Vuelve tras ello al despacho de Hennessey y le pregunta cuánto le pagaría por una entrevista exclusiva y privada, preguntando incluso por su vida amorosa, incluidas fotografías, señalándole que le daría 5.000 dólares, apostándose además 500 dólares a que no la hará, pues la princesa sale a la mañana siguiente hacia Atenas.
Él asegura que conseguirá ese dinero y regresará a Nueva York para trabajar en un periódico importante y sin tener que aguantar sus broncas.
Cuando regresa a su casa encuentra a Giovanni, su casero, vigilando la puerta tal como él le indicó, pidiéndole que le preste dinero que promete devolverle muy pronto, a lo que Giovanni se niega, recordándole que ya le debe dos meses de alquiler.
Una vez en su apartamento compara la fotografía del periódico con la cara de la muchacha que tiene en su cama para cerciorarse de que es la misma persona.
La llama Alteza y ella, aunque dormida aun, le pregunta qué quiere y sigue durmiendo, decidiendo él trasladarla de nuevo a la cama para que se despierte en ella y crea que ha pasado la noche en allí, mientras ve cómo varios coches policiales recorren la ciudad.
Creyendo que está ante el doctor, y aun con los ojos cerrados, Ann cuenta que ha soñado que estaba durmiendo en la calle y se le acercó un joven que la trató bruscamente, aunque le dice es un sueño maravilloso.
Al abrir los ojos y se da cuenta de que no está en un palacio y que tiene puesto un pijama.
Él se presenta y le dice que se llama Joe Bradley, diciendo ella que se llama Anya, y al enterarse de la hora decide que debe marcharse, aunque él le dice que no hay prisa y que le preparará el baño.
Mientras ella se baña él sale para llamar por teléfono a Irving Radovich, el fotógrafo, al que le pide que esté en su casa en 5 minutos para algo muy importante.
Mientras él habla por teléfono entra en su apartamento la mujer de la limpieza, que, al ver a Ann en el baño, le echa la bronca tomándola por una cualquiera y la obliga a salir.
Cuando regresa Joe encuentra a Ann en la terraza, y le dice que sería divertido vivir en un lugar así, aunque asegura que debe irse, negándose a que la invite a desayunar.
Ella le da las gracias por haberle dejado su cama y se marcha, sin dejar que él la acompañe, por lo que la observa desde la terraza mientras se aleja, aunque luego ella regresa porque necesita dinero.
Como solo le quedan 2.000 liras, le entrega a Ann 1.000 (un dólar y medio).
Ella sale a las populosas calles observando la vida de la gente normal mientras él la sigue discretamente, viendo cómo todo le llama la atención, y en especial los mercados callejeros.
La ve pararse para comprarse unos zapatos, viéndose él obligado para disimular a comprar una sandía, siguiéndola hasta la Fontana di Trevi.
Luego, al pasar frente a una peluquería decide entrar y hacer que le corten el pelo pese a los recelos del propio peluquero que le pregunta una y otra vez si está segura.
Joe le regala la sandía a unos niños y trata de conseguir que una niña le preste su cámara, siendo tomado por un ladrón, evitando que se la coja la profesora.
El peluquero, tras terminar su trabajo invita a Ann a que se pase esa noche por el Tíber, donde esa noche hay una fiesta en un barco.
Con su nuevo peinado, que la hace menos reconocible sigue su periplo por la ciudad hacia la Plaza de España, parándose a comprar un helado, regalándole un vendedor de flores un clavel al ver que no tiene dinero para comprarle un ramo.
Finalmente Joe se hace el encontradizo con ella, contándole ella que se escapó la noche anterior del colegio esperando estar fuera solo una o dos horas.
Él le aconseja que se tome unas cortas vacaciones, diciendo ella que como mucho una hora, pidiéndole él que se tome todo el día para hacer lo que siempre quiso.
Ella le dice que sueña con mirar escaparates, o sentarse en una terraza y observar a la gente, por lo que él la lleva al café Rocca, donde ella pide champán mientras él le cuenta que es vendedor de fertilizantes y productos químicos.
Llega entonces Irving, a la que se la presenta como Anya Smith, que va esperar allí a Francesca, notando muy raro a Joe, que para evitar que meta la pata le tira el café encima, debiendo más tarde empujar su silla y tirarlo al suelo ante el enfado de su amigo, que no cree que lo hiciera sin querer.
Finalmente consigue hablar con él a solas y le cuenta a quién tienen delante, ofreciéndole 1.250 dólares por sus fotos, debiendo pedirle antes que le preste 30.000 liras para poder acabar el día con la princesa.
Cuando vuelven le ofrecen un cigarrillo, reconociendo ella que es la primera vez que fuma, no sabiendo que Irving lleva una cámara oculta en su encendedor, fotografiando con él el primer cigarrillo de la princesa, yéndose luego con Joe y con ella, dejando allí a Francesca.
Llega un avión desde el país de la princesa cargado de policías secretas.
Joe la lleva entretanto a ver el Coliseo haciéndoles Irving fotos desde su coche mientras ellos circulan en una Vespa.
Les para la policía y entonces aprovecha Ann para conducir ella la moto, algo que no había hecho nunca, creando un gran peligro por ello y tremendos sustos al meterse en una terraza, o tirar cosas, haciendo que Irving los pierda de vista, y que la policía los vea y los persiga.
Llevados a comisaría, reciben numerosas denuncias de todos los afectados por la conducción de la muchacha, aunque salen indemnes gracias al carnet de prensa americano de él y a que cuenta que iban a casarse, viendo cómo todos los denunciantes salen de la comisaría felicitándolos, tras quitar sus denuncias.
Van tras ello hasta la boca de la verdad, contándole Joe que según la leyenda, si un mentiroso mete la mano la boca se la comerá, no atreviéndose ella a meterla, por lo que lo hace él, viendo ella asustada cómo queda su mano atrapada, viendo cómo cuando logra sacarla ha desaparecido su mano, que luego saca de la manga, mostrándole que era solo una broma.
Desde ese momento van los tres juntos en el coche de Irving, visitando un muro lleno de inscripciones de gente que vio sus deseos realizados, formulando ella su deseo que piensa tiene pocas probabilidades de que se realice.
Deciden finalmente terminar la jornada acudiendo al barco del río, dejándoles Irving para ir a revelar las fotografías, yendo ellos en un coche de caballos que les lleva hasta el río, junto a Sant Angelo, donde hay un baile popular.
Pero allí es vista por varios de los hombres llegados desde su país, decidiendo avisar al resto de sus compañeros.
Ella se muestra feliz bailando con Joe lejos de todo protocolo y le da las gracias por haberle ayudado a cumplir sus sueños de forma generosa y desinteresada.
Se encuentran allí con Mario, el peluquero con el que baila también, llegando Irving entonces que comienza a sacar fotos disimuladamente.
Varios coches del servicio secreto llegan entonces hasta allí, pidiéndole uno de los agentes que baile con él tratando de llevarla así hacia la salida, aunque ella se defiende y le dice que la ha confundido, llamando a Joe, que al ver que se la llevan a la fuerza corre a buscarla, iniciando una pelea a la que se unen Irving y Mario, no arredrándose tampoco la propia Ann que golpea también a sus captores, primero con una botella y luego con una guitarra, lo cual es fotografiado por Irving.
La pele provoca la llegada de la policía, acabando Joe en el río lanzado por uno de los hombres, lanzándose a este también Ann para huir de uno de ellos.
Juntos nadarán hasta la orilla donde él le ayuda a salir empapada y helada, besándose en ese momento sin poder reprimir ya sus deseos, tras lo que huyen en el coche de Irving a su apartamento donde ella se baña, poniéndose el batín de él mientras espera que se seque su vestido, que le cuenta que no tiene cocina y siempre come fuera.
Escuchan entonces un boletín de noticias en el que señalan que todavía no se sabe nada del estado de la princesa Ann, rumoreándose que su estado podría ser grave.
Toman una copa de vino, lamentando ella no poder hacer nada de cena, pues aunque sabe hacer todas las tareas de la casa nunca tuvo oportunidad de hacerlo para nadie.
Tras ello le dice que debe marcharse, abrazándose a él, y aunque él trata de decir la verdad, ella no le deja hablar.
Tras vestirse la lleva, pidiéndole ella que pare en una calle cercana al palacio, haciéndole prometer que no la seguirá, asegurando ella que no sabe cómo despedirse, diciendo él que no necesita buscar palabras, abrazándose y besándose de nuevo antes de que ella salga corriendo sin mirar hacia atrás.
Ya en la embajada sus asistentes le dicen en palacio que 24 horas no pueden quedar en blanco, pidiendo ella que les cuenten a sus padres que estuvo indispuesta y que ya se encuentra mejor, asegurando que si no se considerase esclava de su país y de su rango no habría vuelto.
Al día siguiente Hennessey, el director del periódico llama a la puerta de Joe y le reclama la entrevista en exclusiva con la princesa, diciendo él que no la consiguió, aunque Hennessey no le cree, pues sabe que la princesa no estuvo enferme y que estuvo deambulando por Roma, estando al tanto del escándalo que se formó en la barcaza, por lo que insiste en que le entregue el reportaje, señalando él que no lo hay.
Llega entonces Irving, al que Joe le tira el vino encima para evitar que hable, pese a lo cual este insiste preguntándole si le habló ya de Smith, disponiéndose a entregarle las fotos, evitándolo Joe, haciéndolo caer de nuevo.
Cuando se marcha Hennessey enfadado les recuerda que hay una rueda de prensa.
Le explica a Irving que no publicará el reportaje, aunque es consciente de que no puede evitar que él negocie con sus fotografías si lo desea.
Se verán de nuevo en la conferencia de prensa algo más tarde, estando ellos en primera fila, siendo allí vistos por la princesa que habla de la amistad entre los pueblos y entre las personas, diciendo Joe que su confianza está justificada.
Preguntada por su viaje ella rompe el protocola asegurando que aunque todos los lugares visitados son muy bellos, ella dice que siempre recordará especialmente Roma.
Pasan entonces los fotógrafos a hacer su trabajo, viendo cómo Irving lo hace con su mechero, haciéndole comprender que lo hizo el día anterior.
Saliéndose del protocolo Ann se acerca a saludar a los representantes de la prensa internacional, obsequiándole Irving con fotografías conmemorativas de su visita a Roma, entregándole las que hicieron el día anterior.
Tras saludar a los representantes de la prensa y darles la mano, y entre ellos a Joe, se retira echando una última mirada a este con ojos llorosos.
Cuando se retira la prensa Bradley será el último en hacerlo mientras piensa en todo lo ocurrido el día anterior.
Hermoso post, ya que me encantaría aventurar a Madrid. Y esto nos conduce a otra gran ventaja de viajar, nos volvemos mucho más interesantes. Viajar es una fuente inagotable de anécdotas e historias, que sin proponértelo aflorarán en las conversaciones con otras personas. Además, debido a la curiosidad natural del ser humano, todo aquello que hagas o digas relacionado con algo que otros no conocen y que aprendiste o experimentaste en el extranjero, será escuchado o visto con sumo interés por la otra persona ya que les aportarás una visión diferente, un aprendizaje.
ResponderEliminarFuente: galapagos island cruises 2020