‘Dublineses. Los muertos’: Una nostálgica mirada a toda una vidaPor David Reszka
John Huston dirigió en 1987 ‘Dublineses’. Basada en el relato ‘The Dead’ de James Joyce, sirvió como carta de despedida del galardonado, y por siempre magnífico, director de obras capitales como ‘El Tesoro de Sierra Madre’, ‘El Halcón Maltés’ y ‘El Hombre que no pudo reinar’. Quizá muchos de ustedes no lo recuerden, ya que el cine clásico ha caído en el olvido en los últimos años y a duras penas está presente en el día a día del buen cinéfilo. Sin embargo, para mí sus películas siempre han sido algo más que un mero entretenimiento; me han llevado más allá de la línea que divide la realidad y la ficción, empujándome de lleno a un mundo repleto de diversidad y, en ciertos casos, reflexión. John Huston es un director verdaderamente polivalente, alguien de quien Hollywood debe sentirse orgulloso de haber conservado a lo largo de seis décadas. Es uno de los primeros directores clásicos: todas sus películas encuentran un perfecto equilibrio entre contenido y forma.
De todos modos no quiero centrarme en su carrera ni en sus mejores o peores títulos. Quiero dedicar esta entrada a su última película, ‘Dublineses’, la cual dirigió con un pulmón de hierro y conectado a una máquina de oxígeno que lo mantenía con vida. Esta maravillosa adaptación del relato de Joyce le brindó la oportunidad definitiva de demostrar, a sus 81 años, que no se había dejado corromper por los avances técnicos del medio ni por las exigencias de una industria que iba en constante declive. Con pulso firme y acompasado, y sabiendo que le quedaban pocos días de vida, supo ponerle punto final a su carrera regalando al mundo una película tan sencilla como profunda, tan triste, melancólica y agonizante como un perro que toma su último aliento antes de quedar sepultado bajo la nieve. Es un relato sobre lo efímero de la vida, sobre el amor perdido de la juventud, sobre un matrimonio plagado del doloroso recuerdo de un camino mal escogido. ‘Dublineses’ es la mirada atrás a toda una vida corrompida por la nostalgia y el engaño.
La película está situada en el día de la Epifanía de 1904, por lo tanto pertenece al subgénero circa. Numerosos personajes burgueses de distintas edades y sexos acuden a la famosa cena que realizan las señoritas Morkan todos los años en su casa. Entre los invitados se encuentra Gabriel Conroy, sobrino de las anfitrionas, y marido de Gretta (interpretada por la hija de John Huston, Anjelica). Los asistentes disfrutan de una magnífica velada donde se suceden bailes, conversaciones, poemas y una cena perfecta donde se elogiará a las anfitrionas. Cuando todo acaba y Gretta y Gabriel están a punto de entrar en su carruaje, suena una hermosa canción y, mientras él contempla la bella figura de su esposa, ella, melancólica, sufre por dentro, pues la música le ha recordado al amor de su infancia.
«Son sesenta minutos planos y lineales, tanto como la vida misma, que desembocan en un inmenso e inolvidable desenlace»
La primera hora de película sirve como entrante para los últimos diez minutos, el más bello y reflexivo final que he tenido el privilegio de deleitar. Sesenta minutos iniciales donde los personajes, algunos más extravagantes que otros, conversan sobre trivialidades, espetando palabras insustanciales, carentes de significación, pero que cuando la inexorable muerte toma presencia, adquieren relevancia. Son sesenta minutos planos y lineales, tanto como la vida misma, que desembocan en un inmenso e inolvidable desenlace. Un desenlace tan poderoso que queda grabado en la retina del alma: la vida es banal, no tiene sentido. Es una sucesión de acontecimientos que conducen siempre al abismo de la oscuridad eterna. Vale más morir joven y feliz que agostado por el doloroso recuerdo de una acción equivocada. La nieve cae sobre la tierra y seguirá cayendo cuando ya no estemos. Huston nos recuerda lo que todos seremos dentro de un tiempo: nada.
‘Dublineses’ es la redención de un hombre frente a la muerte, un hombre que se apaga lentamente. Su final es inminente y próximo. Pronto no estará entre nosotros, dejará de escuchar la música y las voces de sus seres queridos, dejará de bailar, de beber, de comer y de disfrutar de los placeres de la vida. Y ahora, cuando todo eso está a punto de desaparecer, quiere sentarse y reir. Quiere abstenerse de conversaciones reflexivas y, sobre todo, quiere ser escuchado. Dejemos de vivir engañados creyendo en las dificultades y hagamos que lo imposible sea posible. Un segundo puede valer más que toda una vida. Quizá cuando nos arrepintamos sea demasiado tarde.
_David Reszka – Critica Tu Cine Twitter: @David_Reszka