Las personas no debemos solo usar bien la IA, sino que debemos comprender sus limitaciones, sus riesgos y desarrollar habilidades que la complementen
Una profesora realiza una presentación proyectando las diapositivas de una arquitectura de red neuronal de IA.GORODENKOFF (GETTY IMAGES) |
En estos últimos años hemos visto como la inteligencia artificial (IA) ha avanzado a un ritmo vertiginoso, impactando en numerosos aspectos de nuestra vida diaria. Usamos de forma cotidiana, desde asistentes virtuales hasta sistemas de recomendación en plataformas de streaming. Esta convivencia con la IA en nuestro día a día nos hace plantearnos la pregunta: ¿nos hará perder capacidades?
Es por todos conocido que la IA tiene un gran potencial para la realización de tareas automáticas y repetitivas, en las cuales puede incluso alcanzar mayor precisión que las personas. Esto hace que las personas queden relegadas a tareas relacionadas con destrezas humanas difíciles de imitar por una máquina, como podrían ser la creatividad, la estrategia o la innovación. Y aunque la IA ha mejorado la eficiencia, también estamos viendo inconvenientes como la deshumanización de algunos trabajos.
Esta dependencia que las personas estamos adquiriendo con la IA para tareas cotidianas ya está teniendo algunas consecuencias relacionadas con nuestras capacidades. Hoy en día el uso masivo y continuado del GPS y de aplicaciones de navegación para la movilidad, tanto con el coche como cuando nos dirigimos a un destino caminando, ha hecho que nuestra orientación se haya reducido y que la capacidad de leer mapas de las generaciones más jóvenes sea muy limitada.
También estamos siendo testigos de cómo la ortografía y la gramática son cada vez menos conocidas por las personas, debido al uso intensivo de herramientas de corrección automática que incorporan mucha de la tecnología que usamos de forma habitual en nuestro trabajo. Así que estamos siendo testigos de un fenómeno de desaprendizaje, y conforme delegamos tareas a la IA, las capacidades que ejercitábamos con esas tareas comienzan a atrofiarse, hasta el punto de que puedan desaparecer totalmente.
En el ámbito educativo, la IA puede proporcionar unos recursos extraordinarios, ya que se puede optimizar el proceso de aprendizaje de forma personalizada para cada estudiante, lo que puede convertirse en una experiencia enriquecedora. Y precisamente esa es una de las tendencias de la IA, la personalización, pero ¿puede inhibir el uso de la IA el desarrollo de habilidades como el pensamiento crítico y la resolución de problemas complejos en los estudiantes?
En las relaciones sociales destacan habilidades como la empatía y la comunicación afectiva, si nuestras relaciones sociales cada vez más se basan en la interacción a través de redes sociales o aplicaciones de mensajería, ¿se podrían debilitar también nuestras habilidades sociales? Todas estas preguntas son dignas de una profunda reflexión.
No se puede evitar pensar en todos estos riesgos, aunque no por ello deberíamos ver la IA como una amenaza, sino como una tecnología capaz de complementar o ampliar nuestras capacidades en lugar de sustituirlas o reducirlas. Sin duda, habrá una transformación de capacidades y habilidades que será fruto de la capacidad de adaptación que tenemos las personas. La IA y las habilidades humanas deben coexistir y el uso saludable de la intellligencia artificial nos ayudará a conseguir este equilibrio.
La educación, la alfabetización digital, la concienciación y la integración de la IA de una forma inteligente en nuestras vidas nos permitirá que sea un catalizador para mejorar nuestras competencias y bienestar. Las personas no debemos solo usar bien la IA, sino que debemos comprender sus limitaciones, sus riesgos y desarrollar habilidades que la complementen. Es importante que aprendamos a aprovechar al máximo sus beneficios, pero sin sacrificar el bien más preciado que tenemos: nuestra humanidad.
Alicia Troncoso Lora es Catedrática de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la Universidad Pablo de Olavide (UPO) y Presidenta de la Asociación Española para la Inteligencia Artificial. Lidera el grupo de investigación Data Science and Big Data Research Lab de la UPO, y sus áreas de investigación son el deep learning, big data y la predicción de datos temporales.
https://elpais.com/proyecto-tendencias/2024-06-12/reducira-la-inteligencia-artificial-nuestras-capacidades.html