viernes, 1 de septiembre de 2017

Vasili Grossman VIDA Y DESTINO una de las cumbres literarias del siglo XX.










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Vasili Grossman


Vasili Semiónovich Grossman (en rusoВасилий Семёнович Гроссман, en ucranianoВасиль Семенович ГроссманBerdychivImperio ruso 12 de diciembre de 1905 - Moscú14 de septiembre de 1964) fue un escritor y periodista soviético judeoruso nacido Iósif Solomónovich Grossman. Grossman se formó como ingeniero y trabajó en la cuenca del Donets, pero abandonó tal ocupación en los años treinta para dedicarse en exclusiva a la escritura. Publicó varias decenas de relatos cortos y algunas novelas largas. Tras el estallido de la segunda guerra mundial se convirtió en corresponsal de guerra para el Ejército Rojo, publicando para el diario Krásnaya Zvezdá (Estrella Roja) aclamadas crónicas de primera mano de las batallas de MoscúStalingradoKursk y Berlín. Su testimonio acerca de los campos de exterminio nazis, escrito tras la liberación de Treblinka, se encuentra entre los primeros documentos escritos acerca del Holocausto judío y fue utilizado como prueba en los juicios de Núremberg.
Después de la segunda guerra mundial, la fe de Grossman en el Estado soviético fue sacudida por el giro antisemita del régimen de Stalin producido en los años finales del mismo y hasta la muerte del dictador en 1953. Aunque Grossman nunca llegó a ser arrestado por las autoridades soviéticas, sus dos obras maestras (Vida y destino y Todo fluye) fueron censuradas durante el período de Nikita Jruschov como antisoviéticas. El KGB registró el apartamento de Grossman después de que éste completase Vida y destino en busca de manuscritos, notas e incluso las cintas de máquina de escribir con las que el texto había sido escrito. Mijaíl Súslov advirtió entonces a Grossman que Vida y destino no podría ser publicada en doscientos o trescientos años. Cuando Grossman falleció en 1964 Vida y destinopermanecía inédito. Seguiría estándolo hasta que pudo ser publicado en Occidente merced al trabajo de una red de disidentes. Más tarde, en 1988, fue publicado en la Unión Soviética durante la fase aperturista del gobierno de Mijaíl Gorbachov. La obra alcanzó rápidamente un éxito enorme y pasó a ser aclamada como una de las cumbres literarias del siglo XX.

https://es.wikipedia.org/wiki/Vasili_Grossman


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Vida y destino, de Vasili Grossman







Dice Chesterton, con una mezcla muy suya de teología y de humorismo, que lo más raro de los milagros es que ocurran. Un milagro o algo muy parecido está ocurriendo por fin en el ámbito literario de la lengua española –no muy propicia a ellos– con la nueva edición de Vida y destino, la novela inmensa de Vasili Grossman que acaba de publicar Galaxia Gutenberg. Es, como se sabe, la primera traducción directa del ruso, y llega más de veinte años después de la primera, que estaba hecha del francés y pasó inadvertida. El libro en sí, materialmente, es un gozo: sólido, de tapa dura, impreso en buen papel, con letra grande, con una portada atractiva, un milagro. Y otro milagro es que Vida y destino, en esta su segunda salida, en vez de perderse en la marea de las novedades editoriales y de la indiferencia, haya recibido una atención entusiasta no sólo de la crítica sino que además –milagro sobre milagro– esté apareciendo en algunas listas de libros más vendidos.
A veces ocurre lo que parecía imposible, y esta novela es el resultado de la ruptura de una serie inaudita de imposibilidades. Pero quizás puede decirse algo semejante de muchos de los mejores libros: su misma existencia prodigiosa desafía la verosimilitud. Era imposible que Vida y destino se publicara en la Unión Soviética, y a pesar de eso Grossman tuvo la valentía insensata de escribirla. El funerario ideólogo Suslov leyó el manuscrito y dictaminó que debería esperar para publicarse al menos doscientos años. Y era imposible, si uno se para a pensarlo, que un escritor tuviera no ya el talento y la constancia para escribir una novela así, sino que lo hiciera venciendo la sospecha, la convicción sombría, de estar trabajando en vano. La amplitud y la complejidad de Vida y destino se miden con las del mundo real por un acto deliberado de ambición al que se han atrevido muy pocos escritores: Dante, Balzac, Tolstoi, Proust, Joyce, Mann, Galdós. Resumir el mundo –la vida y el destino– en un solo relato. A la dificultad –casi imposibilidad– de la tarea en sí misma, en el caso de Grossman se añade el coraje de hacerlo sabiendo que muy probablemente tanto esfuerzo será inútil. La vida humana es demasiado corta y demasiado frágil para esa clase de reparaciones justicieras que sólo trae el lento paso del tiempo: Grossman murió creyendo que su novela, arrebatada por la policía secreta, estaba perdida para siempre. ¿Dónde hay consuelo para esa injusticia?
El segundo milagro, pues, es que gracias a Sajarov una copia microfilmada del manuscrito pudiera salir de la Unión Soviética. Que la novela tardara tanto en aparecer por primera vez en español –la edición de Seix Barral es de 1985– tiene menos que ver con el relativo aislamiento intelectual de nuestro país, me temo, que con las hegemonías culturales que se mantuvieron intactas en el paso de la resistencia a la democracia. La cultura antifranquista española, tan admirable en muchas cosas, tan limitada y obtusa en otras, estaba impregnada de ortodoxia comunista, y no hacía falta que uno fuera miembro del Partido o simpatizara con la Unión Soviética para que sintiera un rechazo instintivo hacia las obras que de un modo u otro se vincularan con la disidencia. Hablo por mí mismo. Yo no necesitaba considerar que Solzenitzin era un traidor o un mentiroso: simplemente, eludía sin ningún esfuerzo ni remordimiento su lectura, igual que no leía a Reinaldo Arenas, aunque ya no sintiera simpatía por el régimen cubano. Recuerdo perfectamente que tuve en mi biblioteca aquella primera edición de Vida y destino y que no sentí la menor necesidad de leerla.
Lo mismo les sucedió a la mayor parte de sus lectores potenciales, y de los críticos que hubieran debido reseñarla. En esa época, además, la historia europea del siglo XX quedaba muy lejos de las imaginaciones españolas, empobrecidas por un aislamiento político que venía del franquismo, y que la democracia no corrigió. Los debates sobre el Gulag y sobre el Holocausto no existieron entre nosotros. En España casi nadie en la clase intelectual quiere arriesgarse a que le llamen reaccionario o sionista, y se vive más descansado si no se equiparan los crímenes del comunismo con los del nazismo, o si cualquier mención al Holocausto viene acompañada de la pertinente condena del estado de Israel.
Vida y destino confronta al lector con esos dos horrores, y lo hace con una clarividencia política y moral que sólo es comparable a su categoría literaria como obra de pura ficción. La fuerza suprema de Grossman es que combina en un solo acto de escritura la mirada exacta del testigo y la invención del novelista. Dice la verdad a la manera de Primo Levi o Evgenia Ginzburg, por poner dos ejemplos de testigos insuperables, pero también la dice a la manera de Tolstoi y de Joyce, lo cual sucede muy raramente en un solo escritor, en un solo libro. Cuenta lo que vio durante sus años como corresponsal en el frente junto al Ejército Soviético pero también lo que no pudo ver nadie, porque está más allá de la experiencia de los vivos. Como cronista, su relato tiene que detenerse a este lado de la antesala última del infierno: como novelista, acompaña a los personajes que ingresan en la cámara de gas y cuenta desde el interior su agonía y su muerte.
Por eso Vida y destino no sólo es una grandísima novela, sino una prueba de las posibilidades máximas de la ficción. Una novela puede contar cualquier cosa, pero hay un paso más allá en el que nos acercamos a algo mucho más serio, lo que sólo puede ser contado en una novela. La novela como verdadero conocimiento, y no sólo cómo mímesis, el artificio que nos cuenta eso que parece tan simple al enunciarlo en el dicho común: las cosas como son.

Cuando uno es joven y quiere ser novelista está tan enamorado de la ficción que ama sobre todo su sobreabundancia, su misma evidencia. Con los años se va volviendo escéptico y descubre que hay narraciones muy poderosas que no son novelas, y experiencias que no necesitan ser mejoradas ni manipuladas por los caprichos o las estrategias al fin y al cabo artesanales de la ficción. Uno descubre, simplemente, que el mundo es más rico que la literatura, y que en el prestigio de la imaginación del escritor hay una parte de tonta vanidad gremial. Vida y destino, como Ulysses, como Guerra y Paz, como À la recherche, como To the Lighthouse, nos devuelve la conciencia del poderío de la novela como forma suprema de narración del mundo. Palabras mayores. 

~http://www.letraslibres.com/mexico-espana/libros/vida-y-destino-vasili-grossman

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Vida y destino

Vasili Grossman

Traducción de Marta Rebón. Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2007. 1.112 páginas, 24,70 euros
RAFAEL NARBONA | 20/09/2007 | 

Grossman en 1945, mientras Schwerin/ Skwierzyna era saqueada por el ejército rojo. Foto: Editorial Crítica
De vez en cuando, la literatura y la historia rescatan a sus protagonistas, revelando que el olvido sólo es un destino provisional. Vasili Grossman no regresó a la actualidad hasta finales de los 80, cuando la URSS comenzó a desintegrarse. Su reaparición no añadió un autor más a las letras rusas, sino que situó en un lugar de excepción Vida y destino, una novela monumental, que recobra el papel testimonial de la literatura. Testimonio que restituye el sufrimiento individual y crónica de las ideas en su papel configurador.

Nos encontramos con la primera traducción del texto íntegro en castellano, cuidadosamente editado, un verdadero lujo para el lector que anhela comprender la violencia del siglo XX y aún cree en la literatura como forma de conocimiento y transformación social. Con la batalla de Stalingrado como centro narrativo, el personaje de Shtrum (podríamos decir Grossman), intelectual judío fascinado por la relatividad y la física cuántica, encarna perfectamente la perplejidad de una época ante sus propios logros y su incapacidad para dominarlos. Es posible dividir el átomo, transformar la materia en energía, eliminar a millones de seres humanos a una velocidad inconcebible.

Grossman ratifica el polémico análisis de Hannah Arendt: nacionalsocialismo y comunismo pueden subsumirse bajo el mismo concepto. Utopías que trituran seres humanos con la promesa del paraíso terrenal. Auschwitz, Hiroshima y Stalingrado son los laboratorios donde se construye el hombre nuevo. Pero el hombre nuevo es Shtrum, obligado a firmar un documento infame, que incrimina a inocentes y niega la verdad. Es indiscutible que Grossman pensaba en su propia debilidad, firmando una carta oficial que solicitaba un castigo ejemplar para los médicos judíos implicados en un falso complot contra Stalin.

Vasili Grossman había crecido en un familia judía asimilada. Apegado a su madre, que probablemente estimuló su vocación literaria, no pudo salvar su vida, cuando los alemanes invadieron Ucrania. Yekaterina Savelievna, a cuya memoria está dedicada Vida y destino, murió asesinada con los 30.000 judíos de Berdichev. En los años 50, Vasili seguía escribiendo a la madre ausente: “He intentado imaginar cientos de veces cómo fue tu muerte”. Después de la guerra, obtuvo la Bandera Roja del Trabajo y escribió sin problemas. No era un disidente. Su espíritu crítico sólo empezó a despertar con sus dos últimas novelas. Todo fluye relataba la hambruna que causó entre cinco y ocho millones de muertos en Ucrania. Era imposible abordar el tema, ocultando la responsabilidad de Stalin. La novela quedó inacabada.

Sólo una desconcertante ingenuidad explica que intentará publicar Vida y destino, esperanzado por el aperturismo de Kruschev. El manuscrito sobrevivió al KGB, que destruyó varias copias, sin imaginar que existían otras. Grossman creyó, sin embargo, que no se había salvado ninguna y cayó en una depresión. Murió poco después, de un cáncer de estómago. El tiempo transcurrido se ha ocupado del desagravio. Ni la censura ni los cambios de sensibilidad estética o moral han afectado a una obra que recrea las diferentes formas del sufrimiento humano, sin renunciar a comprender la primera mitad de un siglo pródigo en sueños utópicos, filigranas metafísicas y tentaciones faústicas. Ambiciosa, con multitud de personsajes y escenarios, de inequívoco aliento tolstoiano pero con la delicadeza y exactitud de Chejov, Vida y destino no se conforma con relatar los hechos, sino que pretende comprender la relación entre el poder y las masas. Vida y destino es una novela, pero también un estudio político, que identifica la esencia del totalitarismo con la presunción de culpabilidad. La inocencia no existe para Hitler o Stalin. Sus campos de concentración, apunta Grossman, estaban “habitados por criminales que no habían cometido ningún crimen”.

Vida y destino realiza una prodigiosa recreación del cerco de Stalingrado, que resultó fundamental para la labor de Antony Beevor. Beevor utilizó la información proporcionada por la novela y escribió una biografía sobre su autor: Un escritor en guerra. Los personajes de Grossman se corresponden con los diferentes rostros de la guerra. El general Yeremenko simboliza el esfuerzo de los militares comprometidos con la victoria, sin ambiciones políticas ni insensibilidad moral. Su serenidad contrasta con el histerismo y mediocridad de Hitler y Stalin, incapaces de controlar los acontecimientos que han precipitado. El dolor de Liudmila por la pérdida de su hijo concierne a todos los que han vivido algo semejante: desgarro, incredulidad, locura. Mostovski, prisionero de los alemanes, al menos conserva el alivio de estar recluido por el enemigo. Es más fácil resistir cuando las alambradas no han sido levantadas por antiguos camaradas.

La frustración de Zhenia, a la que se deniega una y otra vez el permiso de residencia pese a ser hija de un héroe de la revolución, muestra la impotencia de los ciudadanos ante una burocracia ciega e irracional. La vieja niñera alemana que es deportada por la denuncia de una vecina interesada en su cuarto, más amplio y luminoso, ejemplifica la degradación moral de las sociedades gobernadas por dictaduras, donde se estimula la delación. Grossman posee un enorme talento para describir al hombre en mitad de circunstancias terriblemente adversas. Se ha comparado Vida y destino con Archipiélago Gulag; para algunos, las dos obras más peligrosas para la estabilidad de la antigua URSS.

Es casi imposible medir la repercusión de un libro. Ni siquiera es sensato plantearlo, si bien es cierto que los artículos de Ilya Ehrenburg sobre las atrocidades de los nazis contribuyeron a incrementar las represalias del Ejército Rojo. Las páginas de Vida y destino están dedicadas al sufrimiento de los soldados, a las penalidades de los judíos, al dolor de las miles de familias que enviaron a sus hijos al frente mientras sufrían las privaciones de la retaguardia y las arbitariedades de un régimen que mostraba el mismo desprecio por el ser humano que el Sexto Ejército del mariscal von Paulus. Vida y destino, con sus decenas de historias que giran sobre la guerra, ciudades sitiadas, el apego a la tierra y a los seres queridos, las dudas políticas, morales y religiosas, la tenacidad del existir y la fatalidad del azar, se enfrenta a los aspectos más terroríficos del siglo. Grossman percibe el campo de concentración como el estrato más profundo de nuestra cultura. Su capacidad de organizarse por sí mismo pone de manifiesto que el poder ya no es un centro visible, sino un sistema que puede prescindir del hombre para seguir controlando la historia.

Aunque sea en el campo de la ficción, podemos afirmar que Grossman ha conseguido penetrar en las cámaras de gas, un espacio nunca filmado o fotografiado en su terrible funcionamiento. Claude Lanzman afirmaba que entre esas paredes se hallaba la verdad de nuestro tiempo. El sacrificio de Sopia Osipovna, que desprecia la oportunidad de salvarse para morir junto a David, un niño casi desconocido, produce tanto horror como ternura. Es la misma ternura que desprende la carta de la madre de Shtrum, que escribe a su hijo antes de ser evacuada del gueto, sabiendo que nunca podrá leer sus palabras. La adaptación teatral de la carta corrobora el poder narrativo de una obra que sólo necesita unas páginas para urdir una historia.

Shtrum, como Grosmann, Jean Améry o Primo Levi, nunca habían pensado en el hecho de ser judíos. “El antisemitismo es un fenómeno único porque el destino histórico de los judíos es único”. Su participación en la ciencia, las artes y la política confirman que el progreso y la barbarie avanzan de la mano, como ya advirtió Walter Benjamin. “El siglo de Einstein y Planck es el siglo de Hitler y Stalin”. La admiración que produce Vida y destino no puede evitar la náusea moral y la congoja. Vida y destino es la prueba de que el ángel de la Historia recoge el dolor de las víctimas para ofrecerles un mañana y convocar a los vivos para que atiendan su anhelo de paz y justicia. 

http://www.elcultural.com/revista/letras/Vida-y-destino/21225
Vasili Grossman
Desde la orilla del Volga a las puertas de Berlín

En cierto hexámetro de Homero se lee que “los dioses tejen desgracias para que a las generaciones de los hombres no les falte qué cantar”, lo que parece cierto a la luz de la experiencia del siglo XX, en el que la tupida madeja de horrores sin fin ha contado con ‘rapsodas’ geniales de la talla de Vasili Grossman (1905-1961). Judío ucraniano, químico, periodista bélico de urgencia, sus famosas crónicas en la II Guerra Mundial para “Estrella Roja”, desde la orilla ardiente del Volga, en la Stalingrado arrasada que señala el principio de la derrota nazi, hasta las mismas puertas de Berlín, dibujan el más impresionante panorama de la guerra desde el lado soviético. Grossman fue uno de los primeros en investigar el Holocausto del que dio cuenta en el Libro Negro. Sus dos últimas novelas (Vida y destino y Todo fluye) fueron secuestradas en la URSS y a duras penas lograron salvarse del olvido.

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