Es verdad que no hay que cansarse de pedir a los escritores claridad, sencillez y solicitud ante las masas que no escriben, pero a veces también llegamos a dudar de que todos sepan leer. Leer es muy fácil, dicen aquellos que en virtud de su largo trato con los libros han perdido todo respeto a la palabra escrita; pero aquel que más que con libros trata con hombres y cosas, y sale cada mañana para regresar por la noche encallecido, cuando se le presenta la ocasión de enfrascarse en una página advierte que tiene ante sí algo ingrato y raro, algo evanescente y al mismo tiempo duro que lo agrede y lo desalienta. Huelga decir que este último está más cerca que el otro de la verdadera lectura.
Con los libros ocurre lo mismo que con las personas, han de que tomarlos en serio. Pero precisamente por ello debemos guardarnos bien de convertirlos en ídolos, es decir, en instrumentos de nuestra pereza. En este aspecto, el hombre que no vive entre libros y acude a ellos con esfuerzo y posee un capital de humildad, de inconsciente fuerza –la única que vale- que le permite acercarse a las palabras con el respeto y la ansiedad con que nos acercamos a una persona predilecta. Y esto vale mucho más que la “cultura”; más aún: es la verdadera cultura. Necesidad de comprender a los demás, actitud caritativa con los demás, que es a fin de cuentas la única manera de comprendernos y amarnos a nosotros mismos: la cultura empieza por aquí. Los libros no son los hombres, son medios para llegar a ellos; quien ama los libros y no ama a los hombres es un fatuo y un réprobo.
Cesare Pavese
Leer, “Leggere”
L’Unità de Turín, 20 de junio de 1945
Leer, “Leggere”
L’Unità de Turín, 20 de junio de 1945
Foto: Trabajadora de la seda leyendo durante un descanso
Mr. Garcia en Flickr
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