lunes, 23 de octubre de 2017

El grácil heredero de la Nouvelle Vague

El grácil heredero de la Nouvelle Vague

En “Amante por un día”, el director francés Philippe Garrel explora
los vaivenes de las relaciones amorosas con dramas contenidos y austeros.
Plenitud y carencia. Ariane (Louise Chevillotte) y Jeanne (Esther Garrel); en el filme una funciona como el reflejo invertido de la otra.
Sostenida por un hombre, apoyada contra una pared, una chica grita de placer. Otra chica, sola, sentada en el piso, también apoyada contra una pared, llora entrecortadamente hasta que se levanta, agarra una valija y se va.
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Amante por un día presenta a sus dos protagonistas haciendo que la situación de una funcione como el reflejo invertido de la otra: Ariane disfruta teniendo sexo a escondidas mientras Jeanne es dejada imprevistamente por su novio y decide irse. La nueva película de Philippe Garrel, que fue presentada en la Quincena de Realizadores de la última edición de Cannes (y compartió el premio SACD con Un bello sol interior, de Claire Denis), elabora una singular economía de la pareja: el amor fluye, cambia de manos, lo que le sobra a uno puede faltarle al otro. Esa felicidad y su distribución desigual es el punto de partida de los conflictos de las dos mujeres que apenas unos planos después se conocen por casualidad en el lugar menos esperado: Jeanne va a pasar la noche en la casa de su padre, Gilles, un profesor de filosofía que sale desde hace unos meses con una alumna suya, Ariane.
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Garrel, que a sus 69 años alcanza el estatuto de leyenda viviente, filma con un ritmo notable: una película cada dos años, a lo sumo cada tres. A diferencia de otros directores más prolíficos, pero también más irregulares, como Woody Allen o Takashi Miike, cada nuevo trabajo suyo muestra a un director en la cumbre de su oficio, un maestro al que las películas parecen costarle cada vez menos. Su cine exhibe una señal inmediatamente reconocible; salvo por la colaboración estable de Marc Cholodenko y Arnette Langman en los últimos guiones, Garrel suele trabajar con equipos distintos: los directores de fotografía, por ejemplo, rotan seguido y ni siquiera la presencia de un nombre como el de Raoul Coutard (que hizo Inocencia salvaje) alcanza a modificar un estilo visual personalísimo que se afirma película tras película.
Amante por un día exhibe los signos de la última etapa del director, que consiste sobre todo en dramas contenidos y austeros, casi siempre filmados en un blanco y negro sobrio que contrasta con las pasiones que dominan y conducen a los personajes. El amour fou, un motivo prácticamente olvidado, pervive en la obra garreliana como un impulso vital que barre con todo hasta no dejar nada que no sea la plenitud de la unión o los padecimientos de su carencia.
Después de separarse de Mateo, Jeanne (Esther Garrel) está consumida por la tristeza: su historia es la de alguien deshecho que debe reconectarse con el mundo, recomponerse de a poco a través de una red hecha de amigos, salidas y romances ocasionales. Pero la angustia la supera y el relato muestra a un personaje desesperado capaz de cualquier cosa, desde fabricar una mentira sobre falsos llamados de su ex hasta la contemplación del suicidio. Una de las escenas más impresionantes de la película ocurre cuando Ariane vuelve a la casa y, apenas entra, ve a Jeanne trepada a la ventana, fuera de quicio, a punto de saltar. La fuerza visual surge de la simpleza con la que Garrel dispone la acción: un encuadre distante, fijo, revela la situación de golpe y traslada al espectador la sorpresa y el terror de Ariane, sin subrayados ni excesos. Esa sencillez –marca ineludible de Garrel– le permite al director plantear y resolver conflictos con una velocidad y una claridad extraordinarios.
Cuando Jeanne empieza a recuperarse, la relación de Gilles y Ariane se resiente por los celos. Gilles (Éric Caravaca), un personaje discreto, de una concepción más bien abierta de la pareja, pierde el control cuando se entera de las infidelidades de Ariane. Como los protagonistas de Celos (2013), al hombre lo devoran la duda y el miedo. En sus momentos de inseguridad, Gilles sale a caminar y el director filma la ciudad como si el tiempo (del cine, pero también del mundo) se hubiera detenido hace décadas en las imágenes de la Nouvelle Vague: la calle, los locales y los transeúntes que retrata Garrel pertenecen a otra era.
Ariane (Louise Chevillotte), por su parte, es mostrada como un espíritu libre fiel a su carácter impulsivo. Garrel la filma varias veces sacándose la ropa antes de acostarse: la agilidad y la gracia con la que la chica hace todo fascina al director, como si ese ir al encuentro de sus amantes fuera una especie de segunda naturaleza que desborda la moralidad y los acuerdos sentimentales de los personajes.
El amor es el origen de los largos calvarios que transitan los protagonistas de Garrel, pero también una ocasional fuente de plenitud. Una de las escenas más bellas de Amante por un día transcurre en un bar: Ariane convence a Jeanne de salir a tomar algo y pasarla bien un rato. Sin sonido diegético, con una canción que se escucha desde el off, las dos bailan al ritmo de una música que sólo ellas escuchan mientras intercambian miradas, susurros y sonrisas con sus compañeros en la pista. Las dos se mueven ligeramente, sin preocupaciones, como si flotaran. Garrel las libera por un instante de sus problemas afectivos y les (nos) regala unos minutos de completa felicidad.

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Cuestiones de familia

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Louis Garrel
Es común escuchar a directores referirse a sus equipos en términos filiales: “Somos una gran familia”. En el caso de Philippe Garrel, el asunto es literal: la familia es tanto el tema como una presencia concreta, tangible en su filmografía.
Maurice Garrel, actor y padre de Philippe, trabajó en más de cien películas y colaboró, entre otros, con Rivette, Chabrol, Truffaut y Lelouch. Tuvo un reconocimiento tardío por su participación en Reyes y reina (2004), dirigida por Arnaud Desplechin. Padre también de Thierry Garrel, productor de cine y televisión, la última película en la que se lo pudo ver fue Un verano ardiente (2011). Maurice fue dirigido por el hijo ya en sus primeros cortos y sería una figura recurrente de su cine: en las últimas películas, es común que haga a algún padre o abuelo medio cascarrabias.
Esther Garrel, hija de Philippe, ya había estado bajo las órdenes paternas en Inocencia salvaje (2001) y en Celos (2013), aunque en roles menores. Después de haber sido dirigida por su madre, la actriz Brigitte Sy, en L’astragale (2015), Esther tiene su primer protagónico en una película de su padre con Amante por un día. El parecido físico y gestual con su hermano Louis es notable, aunque los dos tienen diferentes registros actorales.
Louis Garrel, una de las figuras más descollantes del cine francés actual, es también el protagonista de las últimas películas de Philippe desde Los amantes regulares (2005). El estilo de Louis es conocido: el actor trabaja en un tono contenido, discreto, que por lo general disimula una personalidad atormentada. La naturalidad de algunas de las mejores escenas del último cine de Garrel se construyen alrededor de los estallidos de alegría de los personajes que compone Louis, como el paseo en el parque junto a su hija y su novia en el filme Celos.


Pero lo familiar es también la materia de muchas películas de Garrel. En la inclasificable Elle a passé tant d’heures sous les sunlights... (1985), Garrel le hace una especie de entrevista al director Jacques Doillon y los dos hablan sobre la importancia de la familia y acerca de cómo debe filmarse a un hijo por primera vez. A lo largo del diálogo, todo se transforma en una cuestión de puesta en escena que tortura a Garrel. La película elabora su propio duelo tras su separación de la cantautora, modelo y actriz Nico y está inspirada justamente por el nacimiento de Louis.
https://www.clarin.com/revista-enie/escenarios/gracil-heredero-nouvelle-vague_0_HyVoKG2nW.html

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