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La única alegría en el mundo es comenzar. Es hermoso vivir porque vivir es siempre comenzar, a cada instante.
Vivir es como resolver una larga suma: a poco que te equivoques en las primeras cifras, jamás conseguirás un resultado correcto.
El amor es la religión a mejor precio.
Cuando somos jóvenes lamentamos no tener una mujer, cuando nos hacemos viejos lamentamos no tener a la mujer.
No recordamos días, recordamos momentos.
El arte de vivir es el arte de aprender a creer en mentiras.
Uno no se mata por el amor de una mujer. Uno se mata porque un amor, cualquier amor, nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, la nada.
La lección es siempre una sola: lanzarse de cabeza y saber aguantar el castigo. Es mejor sufrir por haberse atrevido a obrar en serio, que no haberse atrevido.
Serás amado el día en que podrás mostrar tu debilidad sin que el otro se sirva de esto para afirmar su fuerza.
¡A quien no se salva por sí sólo, nadie lo puede salvar!
Sabemos utilizar la estrategia amorosa sólo cuando no estamos enamorados.
Hay algo más triste que envejecer, y es permanecer niño.
Todo lujo hay que pagárselo. Todo es lujo; empezando por estar en el mundo.
La ofensa más atroz que se puede inferir al hombre es negarle que sufra.
La grande, la tremenda verdad es ésta: sufrir no sirve de nada.
El amor tiene la virtud de desnudar no a los dos amantes uno frente al otro, sino a cada uno delante de sí.
Las cosas se descubren a través de los recuerdos que de ellas se tienen. Recordar una cosa significa verla por primera vez.
No hay venganza más bella que aquella que infringen los otros a tu enemigo. Tiene hasta la virtud de dejarte el papel del generoso
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