jueves, 9 de noviembre de 2017

A puerta cerrada ~ Jean-Paul Sartre

A puerta cerrada - rojo sobre blanco

Filósofo, y escritor francés (1905-1980).
"A puerta cerrada se representó por primera vez en el teatro del Vieux Colombier en mayo de 1944."

La filosofía existencialista de Sartre, que pregona por un lado la ausencia de Dios, y por otro, la necesidad de una vida ordenada para poder lograr una sana convivencia en este mundo (cada persona es producto de sus acciones y responsable de sí misma), se ve reflejada de manera profunda y desoladora en esta especie de infierno, que representa a la vida misma. El hombre no está sujeto a castigos sobrenaturales; su propia existencia es la que lo llevará a la plenitud o al padecimiento.

Tras su muerte, Garcin, Estelle e Inés son conducidos por un camarero a un cuarto cuyo ambiente es caluroso y sofocante: no hay espejos, ventanas, camas o libros. Los condenados no tendrán la necesidad de dormir o parpadear.
El autor nos irá mostrando que no se requiere de palas, parrillas o fuelles de cueropara padecer un infierno que, en este caso, es eminentemente psicológico. El único vínculo tangible que se establece -en un principio- con la tierra, es la aparente necesidad de un cepillo de dientes: esto supone un rasgo tan humano que quizá representaría la última ilusión de visualizarse en una especie de hotel. También se dan ciertas añoranzas: La idea del parpadeo como una pequeña evasión, y la del sueño como un escape en el cual hasta el ser más aberrante puede encontrar cierto sosiego. Estos personajes pueden "ver" los sucesos terrenales -que aún les conciernen y les causan molestia- con sólo hablar o pensar en ellos.

Una vez en el infierno, empiezan a conocer la verdadera esencia de los otros:
Garcin es un cobarde que además torturó a su mujer hasta lo indecible; Estelle,infanticida -mató a su propia hija- que necesita desesperadamente una presencia masculina. Inés es la lesbiana que sedujo a la mujer de su primo, propiciando después la muerte de éste (y que ahora se encuentra obsesionada por Estelle).
Estos y otros aspectos van aflorando y entrelazándose -de forma insoportable- en una vasta red de conductas y actitudes, hasta el punto en que deciden apartarse unos de otros, tomando cada quien su propio -y pequeñísimo- espacio. Sin embargo, esta intención sólo tiene un efecto momentáneo, ya que la urgencia de compartir sus errores, miserias e inclinaciones (y paradójicamente, también de ocultarlas, ante la desmesurada significación que cobra la censura o el criterio ajeno), resulta más fuerte que cualquier intento de evasión. El círculo vicioso que se forma es espantoso:

Garcin. "-¡Abran! ¡Abran, pues! Lo acepto todo: los borceguíes, el plomo derretido, las tenazas, el garrote, todo lo que quema, todo lo que desgarra; quiero padecer de veras. Antes cien mordiscos, antes el látigo, el vitriolo, que este padecimiento mental, este fantasma de sufrimiento que roza, que acaricia y nunca hace demasiado daño."

En esta pieza, por tanto, el infierno representado bien podría trasladarse a un hogar de la vida real, situación que no deja de ejemplificarse al hablar de lo que Inés, Garcin y Estelle experimentaron durante su permanencia en la tierra. La reunión de estos tres personajes es tal vez menos azarosa de lo que parece (desde el punto de vista interno de la obra, al tratarse de un "infierno"): cada uno tiene las características precisas que pueden dañar al otro.
De cualquier manera, sobra decir que una combinación desafortunada de individuos es muy factible en cualquier lugar, independientemente de que en ello medie casualidad alguna.
Y tal como leí en alguna parte del libro, en esa habitación están más vivos que nunca.
«L’enfer c’est les autres»

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