Adolf Guggenbühl-Craig
Analista junguiano suizo, nació en Zurich (Suiza) en 1923 y falleció en 2008 en la misma ciudad. Estudió Teología en la Universidad de Zurich, luego Filosofía e Historia en la Universidad de Basilea y después Medicina en la Universidad de Zurich. Luego de graduarse en Psiquiatría y Psicoterapia, inició la práctica privada en Zurich. Conoció directamente a Jung y fue muy influido por la psicología de Jung. Autor de Poder y destructividad en Psicoterapia. El siguiente texto es la traducción hecha por la psicóloga clínica venezolana María Luisa Fuentes, del Capítulo 11 de su obra Marriage: Dead or Alive (1986). Putnam: Spring Publication. Esta no es una traducción oficial sino una versión personal y se hace con fines pedagógicos para ADEPAC y otros centros de estudios junguianos.
Traducido del inglés por María Luisa Fuentes
CAPITULO ONCE
Me gustaría ampliar la compresión del lector acerca de la sexualidad. Sin una amplia comprensión, el rol de la sexualidad y sus variaciones en el matrimonio no podrá ser totalmente entendido. Desafortunadamente muchos de los más modernos y actualizados métodos del estudio de la sexualidad no nos llevan muy lejos. El intento, por ejemplo de afirmar que la sexualidad es nada más que una placentera experiencia no me parece que comprenda la totalidad del fenómeno. El irresistible poder de la sexualidad, el hecho de que la mayoría de las personas dedican gran parte de su fantasía a temas sexuales, el enorme problema que la sexualidad ha sido en todas las épocas—todo eso no es accidental y sería completamente incomprensible si fuera verdad que tiene que ver sólo con la experiencia de un simple placer. La sexualidad ha tenido siempre algo de numinoso en sí misma, algo misterioso y fascinante. El hecho, por ejemplo, que hubo un templo de la prostitución en tiempos históricos en el Oriente no significa que esas personas percibían la sexualidad como algo natural, como algo que sólo podía experimentarse de manera frívola y placentera. Esto indica justamente lo opuesto. Estas personas experimentaban la sexualidad como algo tan numinoso que incluso podía tener lugar en un templo.
La sexualidad entendida como forma de relación interpersonal entre un hombre y una mujer tampoco abarca completamente el fenómeno de la sexualidad. La mayoría de las fantasías sexuales se producen con bastante independencia de las relaciones humanas. Ellas tienen que ver con personas con quienes uno difícilmente podría tener ninguna relación o con quienes una relación sería incluso imposible. Tampoco la comprensión de la sexualidad como una relación interpersonal o como un placer en el mismo nivel que comer y beber nos lleva muy lejos en la comprensión de este fenómeno humano. Ni la procreación, ni el placer, ni la relación interpersonal explican la enorme variedad de la vida sexual y la fantasía sexual.
Freud procuró dentro de su propio e impresionante método comprender todas las llamadas actividades superiores de la humanidad (tales como arte, religión, etc.) como sexualidad sublimada. Nosotros podemos intentar darle la vuelta a esto y preguntar: ¿puede la totalidad de la sexualidad ser comprendida desde el punto de vista de la individuación, del impulso religioso? ¿Son las canciones de amor de las monjas medievales, intensamente coloreadas sexualmente, expresiones de erotismo frustrado como diría Freud? ¿Las muchas canciones modernas y las antiguas canciones populares que cantan sentimientos acerca del amor y abandono, pueden tomarse como algo que sólo tiene que ver con una sexualidad adolescente no vivida? ¿O ellas simbolizan formas de expresión del proceso de individuación y de la búsqueda religiosa?
Vale la pena tratar de poner la sexualidad en relación con la individuación. Una de las tareas de la individuación, como ya mencioné, es conocer la sombra personal y colectiva. Esto significa no sólo adentrarse hacia las capas aparentemente destructivas del alma en virtud de circunstancias personales o colectivas. Esto también implica hacer contacto con la parte demoníaca de la misma, con el asesinato y el asesino suicida dentro de nosotros. Otra no menos importante tarea en el proceso de individuación es para los hombres confrontar su lado femenino y las mujeres su lado masculino dentro de sí mismos, tener una confrontación con el ánimus y el ánima. La lucha con el lado contrasexual y el conocimiento del vínculo misterioso con esto proporcionan la oportunidad de experimentar y comprender las polaridades del alma y del mundo, del hombre y de la mujer, del ser humano y de Dios, del bien y del mal, consciente e inconsciente, racional e irracional. La llamada coniunctio oppositorum, la unión o convergencia de los opuestos, es uno de los muchos modelos y símbolos de la meta de individuación.
Jung repetidamente enfatizó la importancia de los sueños, fantasías, la imaginación activa, la mitología religiosa y el trabajo artístico en el proceso de individuación. A través de estos medios podemos experimentar los símbolos mediante los cuales nos individuamos. Aquí vemos los símbolos vivientes con los cuales nos transformamos. Los símbolos tienen la tendencia a convertirse en posesión de una pequeña élite educada. Esto sucedió, por ejemplo, con los Dioses Griegos en el curso de la historia. La misma cosa pasaría con los símbolos Cristianos. Los Dioses de la antigua Grecia son quizás símbolos de poderes espirituales, de los arquetipos, pero los Griegos mismos los experimentaron sensualmente, como realidades concretas. Como las personas del mundo antiguo comenzaron a tomar sus Dioses simbólicamente, a comprender los Dioses conscientemente como símbolos, los Dioses perdieron mucha de su influencia en la vida espiritual de la mayoría de la gente. Nosotros los psicólogos, también, a pesar de toda nuestra mayor o menor comprensión de los símbolos, tenemos un deseo de concreción. Los analistas siempre caemos en el intento, por ejemplo de interpretar los sueños no como símbolos sino como un oráculo concreto. Así, la comparecencia de la madre en un sueño es tomada muy a menudo como la madre física en lugar del símbolo de lo materno.
Los Griegos honraban a sus Dioses y les hacían sacrificios. Ellos podían experimentarlos más intensamente, particularmente sus componentes arquetipales, en sus propias almas—a través de la proyección como decimos hoy día. Los procesos de individuación en general frecuentemente se experimentan en la proyección. Los alquimistas medievales proyectaban sus desarrollos espirituales en los fantaseados o reales procesos químicos. Pero las experiencias concretas de los Griegos de los Dioses Olímpicos, el material de los alquimistas, era un proceso de individuación limitado. C.G. Jung enfatizó muchas veces la importancia del “retiro” de las proyecciones. Cuando las proyecciones son retiradas, entonces los sueños, las fantasías y la imaginación activa se convierten en medios reales del proceso de individuación haciendo así posible el encuentro con los símbolos vivientes que pueden trabajar en nosotros.
La individuación necesita símbolos vivientes. Pero donde encontramos hoy símbolos vivientes y funcionando; ¿símbolos que sean tan vivos y efectivos como los dioses de los antiguos Griegos o como los procesos alquímicos? Justo en este punto se nos puede revelar una nueva comprensión de la sexualidad. La sexualidad no es idéntica a la reproducción y su significado no se agota en las relaciones humanas o en la experiencia de placer. La sexualidad, con todas sus variaciones, puede ser entendida como una fantasía de individuación, una fantasía cuyos símbolos son tan vivos y efectivos que incluso influencian nuestra fisiología. Y como agregado, los símbolos no están en posesión exclusiva de una élite académica sino en posesión de todo el mundo.
¿Cuáles son entonces las posibilidades de que un hombre llegue a un acuerdo con lo femenino? Una posibilidad se obtiene en una relación con una mujer, como por ejemplo en el matrimonio. Otra podía consistir en fantasías sexuales—donde lo femenino puede ser experimentado con otro hombre—cuya meta no es la reproducción, la relación humana, o el placer sino la confrontación con el ánima, con lo femenino.
Las fantasías sexuales de la mayoría de los hombres y mujeres son más salvajes y bizarras que la vida sexual real tal y como ésta es vivida. Desafortunadamente analistas y psicólogos a menudo reaccionan a tales fantasías condescendientemente y patologizándolas. Un comentario sobre una fantasía sexual particularmente animada e inusual de un paciente pudiera ser el siguiente: «Este hombre—o ésta mujer—todavía no es capaz de tener una relación. El todavía es víctima de sus instintos sexuales no humanos” O un analista dice a un colega durante una discusión de casos: “El abusa de su novia con el fin de vivir sus fantasías sexuales. El todavía carece de ternura y sensibilidad”. Otro comentario: “Este anciano está sufriendo de lascivia senil.” La expresión “él escapa dentro de sus fantasías,” también se escucha frecuentemente. Esta clase de condescendencia, esta manera patologizada de mirar el fenómeno funciona destructivamente sobre el alma. La individuación tiene lugar no sólo en la proyección y en las relaciones humanas. El proceso debe tener lugar interiormente a través y por medio de los símbolos: no sólo a través de la reflexión y el pensamiento, sino a través de símbolos los cuales se apoderan del alma y del cuerpo y así toman la totalidad de la persona en su poder.
Me gustaría enfatizar una vez más que la vida sexual, sobre todo como se muestra en la fantasía, es un intenso proceso de individuación en símbolos. Esta forma del proceso debe ser respetada y reconocida. No es psicológico entender este fenómeno como algo primitivo el cual tiene cierto significado simbólico pero que debe se sublimado y por lo tanto experimentado en un plano superior. Es dañino para el alma cuando la vida sexual se convierte en algo muy espiritualizado. Sin embargo debo prevenir aquí malos entendidos; mi recomendación no tiene necesariamente que ver con vivir intensamente la sexualidad como defiende Wilhelm Reich, por ejemplo. La vida sexual y particularmente la fantasía sobre ella con sus muchas características bellas y peculiares representa sólo uno de los muchos medios donde la individuación tiene lugar. Si no el medio par excellence. Me gustaría demostrar con el siguiente ejemplo que aún las más singulares fantasías y prácticas sexuales tienen conexión con la individuación y por lo tanto con la salvación.
Una vez traté un estudiante, un fetichista, quien se había metido en problemas con la policía porque había robado ropa interior femenina. Yo estaba todavía en entrenamiento psiquiátrico en ese tiempo y traté de ayudar a este estudiante al dejar al descubierto ciertas conexiones dinámicas. Un día llegó y con voz triunfante me leyó el pasaje donde Fausto conoce a Helena. Él me leyó cómo Fausto, después de una larga búsqueda, finalmente se encontró frente a la más hermosa criatura femenina del mundo entero, la preciosa Helena, y cómo ella desapareció, dejando a Fausto parado allí con su vestido y su velo en sus manos. “Las mujeres son sólo un símbolo de todas formas,” me explicó.” Quizás la experiencia de encontrar lo femenino es más profunda si uno tiene sólo una pieza de su ropa, un objeto que simbolice la mujer, en lugar de tener la mujer misma. Al menos uno entonces nunca olvida que la fantasía es casi tan importante como la realidad.”
En cierto sentido este estudiante estaba en lo cierto. Él no equiparó sexualidad con reproducción, con puro placer, o con relación humana. El comprendió que era algo simbólico. A través de él se me hizo claro que la sexualidad tenía que ser entendida de manera diferente a como la había comprendido yo hasta entonces. Comencé a preguntarme si no es a menudo la manera en que desviación sexual se acerca más al fenómeno de la sexualidad que la llamada sexualidad normal. Yo debo repetir: los conceptos de normal y anormal han perdido parte de su significado respecto a la vida sexual. La individuación nos provee la clave de la sexualidad y no la normalidad o la anormalidad.
Como he mencionado con anterioridad una de las tareas de la Individuación es experimentar el lado oscuro, destructivo. Esto puede ocurrir por medio de la sexualidad, la cual puede ser uno de los muchos lugares para esta experiencia. Esto ciertamente no significa que uno debe ser inundado por las fantasías de un Marqués de Sade o de un Leopold Sacher-Masoch, o que uno debe actuar tales fantasías. Significa más bien que las fantasías de ésta clase pueden ser entendidas como una expresión simbólica de un proceso de individuación el cual se despliega en el territorio de los Dioses sexuales.
Una vez traté una mujer masoquista, una auto-flagelante, a quien yo trataba de normalizar. Incluso había logrado algún éxito: sus actividades masoquistas pararon y ella suprimió sus fantasías masoquistas. Sin embargo comenzó a sufrir un inexplicable dolor de cabeza que le causaba problemas en su vida profesional. En una especie de experiencia visionaria—ella era una mujer negra Africana y en su medio ambiente tales cosas no eran poco comunes—Moisés se le apareció y la instruyó para que continuara las flagelaciones. Si ella no lo hacía, los Egipcios podían matarla. En la base de esta visión, ella desarrolló una complicada teoría basada en parte en los rituales de flagelación de los Cristianos Mexicanos los cuales sostenían que sólo a través del masoquismo ella podía llegar a concordar con el sufrimiento del mundo. Ella se dejó superar una vez más por las fantasías masoquistas. Tan pronto lo hizo sus dolores de cabeza desaparecieron y su desarrollo psicológico avanzó muy bien. Este ejemplo es mencionado para que sirva como una ilustración, no como una recomendación.
El fenómeno del sadomasoquismo con frecuencia ha estimulado el asombro de los psicólogos. ¿Cómo pueden coincidir el placer y el dolor? El masoquismo parece ser algo contradictorio para muchos psicólogos y psicoanalistas. Algunos de ellos van tan lejos como para sostener que los masoquistas pueden tratar de vez en cuando de actuar sus fantasías en gran detalle y con mucha teatralidad, pero cuando de hecho se desciende al sufrimiento, ellos inmediatamente cesan en tal conducta. Sin embargo esto no es del todo correcto y además se relaciona en parte con ciertas variaciones sexuales. La vida sexual real rara vez está de acuerdo con las fantasías. Nosotros sabemos que existen muchos masoquistas quienes no solamente buscan formas degradantes de dolor sino que también las experimentan con placer.
El masoquismo jugó un gran papel en la edad Media cuando los flagelantes inundaban las ciudades y las villas. Muchos de los santos dedicaban mucho tiempo a la autoflagelación. Monjes y monjas consideraban esto una práctica rutinaria para infligirse dolor y humillación a sí mismos. El intento de los psiquiatras modernos de comprender este fenómeno colectivo como una expresión de sexualidad perversa y neurótica no me parece satisfactorio. Nos acercamos más al fenómeno con el concepto de individuación. ¿No es el sufrimiento de nuestra vida y de la vida en general una de las cosas más difíciles de aceptar? El mundo esta tan lleno de sufrimiento y todos nosotros sufrimos tanto en cuerpo y espíritu que aún los santos tienen dificultad para comprenderlo. Esta es una de las más difíciles tareas del proceso de individuación aceptar el dolor y la alegría, el dolor y el placer, la ira de Dios y la gracia de Dios. Los opuestos—sufrimiento y alegría, dolor y placer—están simbólicamente unidos en el masoquismo. Entonces la vida puede ser realmente aceptada y aún el dolor puede ser experimentado alegremente. El masoquismo es una vía singular y fantástica para confrontar y llegar a acuerdos con los grandes opuestos de nuestra existencia.
La violación juega un gran rol en los sueños y fantasías de las mujeres. A menudo es el centro de miedos compulsivos. Sin embargo lo aterrador, excitante o seductor de la fantasía de violación es en cada caso importante para la psique femenina. La violación es uno de los grandes temas de la mitología Griega y de las artes plásticas. Quizás el motivo de la violación tiene algo que ver con que el alma sea repentina y brutalmente arrollada por el espíritu: El ánimus invade la complaciente y reacia alma femenina. En mi práctica terapéutica he visto como la fantasía de la violación, entendida como valor psicológico, como símbolo viviente, como algo necesario, que no puede ser reducido o superado, ha mantenido al paciente en movimiento y la ayuda en el camino de la individuación.
Quizás esto sea gradualmente comprendido porque queremos liberarnos de las imágenes dominantes de normalidad. Aferrarse a la llamada sexualidad normal hace que la comprensión de la sexualidad sea imposible. Una gran parte de las fantasías sexuales de la humanidad, cuando las observamos desde el punto de vista de concepciones de normalidad, son muy peculiares. No podemos comprender un fenómeno psicológico si explicamos una parte importante de él como simplemente anormal o patológico.
Me gustaría demostrar aquí que las llamadas perversiones son esenciales para una comprensión de la sexualidad. A fin de no evadir las dificultades, me he aproximado a una de las al parecer menos inteligibles variaciones de la vida sexual, el masoquismo. Lo que hemos comenzado queremos ahora llevarlo a una conclusión. El masoquismo está casi siempre combinado con el sadismo. Se habla de sadomasoquismo. Para los psicólogos comprometidos con la visión biológica, creyendo que toda la vida psicológica puede ser explicada sobre la base de mecanismos de supervivencia, el masoquismo constituye un escollo. Es bastante notable que el sadismo parezca plantear algunas dificultades intelectuales; El acceso a este fenómeno ha sido obstruido primordialmente debido a preconcepciones morales.
Primero, entonces, unas pocas clasificaciones conceptuales. En el caso del sadismo clásico, lo entendemos como el placer sexual alcanzado a través de causar u observar dolor físico o psicológico en la pareja. Por sadismo en el sentido más amplio lo entendemos como simple crueldad, es decir, el disfrute derivado de herir a otra persona física o psicológicamente sin obtener necesariamente ganancia de ello en el sentido del placer sexual. Por sadismo moral se entiende la tendencia a encontrar alegría en hacer que otras personas sufran psicológicamente. La agresión, en contraste, es algo que tiene poco que ver con el fenómeno mencionado, pero frecuentemente está mezclado con este. La agresión es la habilidad y el placer de tener una forma de conquistar al enemigo, o vencerlo, de dominar una situación a través de la acción, llegar en primer lugar en una competencia con compañeros. La agresión en este sentido es un importante instinto de supervivencia. Provocar dolor a los demás no es esencial en la agresión; en esencia es más bien probarse a uno mismo su propia fuerza. Porque el sadismo es con frecuencia erróneamente confundido con la agresión, la cual puede ser fácilmente entendida desde el punto de vista biológico, parece presentar menos dificultades intelectuales que el masoquismo.
El disfrute de ver sufrir a otros física o psicológicamente es común, mucho más frecuente que el puro sadismo sexual. Sin embargo un apagado matiz sexual acompaña con frecuencia la clase de crueldad que no está en sí misma particularmente coloreada sexualmente. La crueldad, el disfrute de torturar al prójimo, ha sido descrita desde que se comenzó a registrar la conducta. Ocupa nuestras fantasías y llena nuestras películas. Los Romanos, por ejemplo, cuya civilización y cultura son un pilar fundamental del mundo Occidental, sabían poco de inhibición en este respecto. Para su diversión ellos arrojaban esclavos y criminales a animales salvajes. Cuando una crucifixión tenía lugar era una pieza teatral, ellos de hecho crucificaron un criminal en un escenario.
Supuestamente Pedro El Grande de Rusia habría presentado una decapitación para diversión de sus invitados. María, Reina de Escocia, en su juventud como Delfín de Francia, miraba a los Hugonotes torturados hasta morir durante su destierro. Las ejecuciones públicas fueron en todas las épocas grandes fiestas populares. En tales ocasiones las abuelas alzaban a sus pequeños nietos sobre sus hombros para asegurarse de que ellos pudieran ver todo. Y las crueldades de la Segunda Guerra Mundial son familiares para todos nosotros.
La crueldad como motivo del placer sexual, también ha sido descrita desde el comienzo de los tiempos históricos. El Marqués de Sade, un noble francés del siglo XVIII, es en nuestra época el autor mejor conocido para tratar ese fenómeno. La mayor parte de la sexualidad sádica, sin embargo ocurre en las fantasías y sueños de la gente. En el sadismo los componentes psicológicos muestran por sí mismos que son de la mayor importancia para el desarrollo de la persona.
El sadismo es un aspecto que debe ser comprendido como expresión del lado destructivo de las personas: una expresión de la esencia, de la sombra, de la muerte dentro de nosotros. Es un rasgo específicamente humano el hallar disfrute en la destrucción. Este no es el lugar para considerar si la destructividad pertenece a la naturaleza humana o si es el producto de una falla en el desarrollo, aunque yo creo que la primera es la verdadera. En cualquier caso la destructividad es un fenómeno psicológico con el cual todo ser humano vivo debe a llegar a un acuerdo. El disfrute con la destrucción, la eliminación, la tortura, es también es experimentada dentro del medio sexual. La alegría de destruir a otros esta relacionada con la auto destructividad. Entonces no es sorprendente que el sadismo y el masoquismo aparezcan juntos: el asesino autodestructivo está en el centro de la sombra arquetipal, el centro de la irreductible destructividad en los seres humanos.
Otro componente en el sadismo es la intoxicación con el poder. Proporciona placer sexual dominar al compañero completamente, jugar con él o ella como un gato con un ratón. Todavía otro componente del sadismo es degradar al compañero al estatus de puro objeto. En las fantasías sádicas atar al compañero y la fría observación de sus reacciones juega un gran papel. El compañero se convierte puramente en una cosa con cuyas reacciones se juega.
Esta objetivación sádica juega un gran papel en muchas relaciones sexuales. Contraria a esto es la idea de que cualquier relación humana, sexual o de otro tipo, debería siempre ser un encuentro de dos compañeros con los mismos derechos. Tan pronto como el otro se convierte en un objeto, con el fin de obtener placer, o para observarlo a él o ella con interés, la relación es malsana. Yo sin embargo creo que en esto nos estamos dejando llevar demasiado por los prejuicios. Cualquier relación está en parte compuesta por una objetivación. Esto quizás es necesario para poder observar al compañero imparcial y objetivamente. Por un lado nuestra experiencia en el amor es la identificación con el otro. Por otro lado una fría objetividad no debe ser evitada. Sin objetividad una relación puede ser caótica y peligrosa. Con frecuencia durante las acciones de divorcio escuchamos decir: “Yo lo amaba tanto y ahora ha sucedido esto. Simplemente ya no lo conozco. Él ha cambiado. Es otra persona.” Esta decepción, esta sorpresa, ocurre principalmente en relaciones en las que la objetividad fue dejada de lado. En el sadismo entonces, destrucción, poder y objetivación se expresan en el medio sexual.
Yo sólo estoy tratando de señalar el carácter de individuación de la sexualidad, no glorificando la perversión. En esta conexión parece correcto mostrar que la amplia gama de la actividad sexual humana, particularmente como se manifiesta en las fantasías sexuales, no necesariamente tiene que ser entendida sólo como patología.
El aspecto de individuación de la sexualidad se revela más convincentemente en el amoroso e intenso encuentro entre un hombre y una mujer, en la momentánea fusión extática mutua del acto de amor. Ésta la mayor, la más profunda y conmovedora de las experiencias humanas, no puede ser comprendida simplemente como una copulación biológica. Este poderoso evento en el cual un hombre y una mujer se convierten en uno, física y psicológicamente, es entendido como un símbolo viviente del mysterium coniunctionis, la meta del camino de la individuación. La unión sexual del Rey y la Reina era considerada por los alquimistas como la coronación de su trabajo. La fusión sexual expresa el puente en nosotros de todas las oposiciones e incompatibilidades imperantes. Hasta el punto que hombre y mujer se completan el uno al otro, hasta el punto que ellos no están en absoluto sincronizados el uno con el otro. En el acto de amor la totalidad de las polaridades y fragmentaciones del ser se superan. Esta es su fascinación no asociada a la posibilidad de un resultado reproductivo. Además el acto de amor es mucho más que simplemente una expresión de la relación personal entre un determinado hombre con una determinada mujer. Es un símbolo de algo que va más allá de la relación interpersonal. Esto explica la frecuente aparición de imágenes eróticas en la descripción de experiencias religiosas. La mística unión con Dios está en parte simbolizada por el acto de amor. En este sentido la mayoría de las historias de amor del mundo, los poemas de amor y las canciones acerca de la unión de un hombre y una mujer, no deben entenderse simplemente como expresión de la vida erótica sino como símbolos religiosos. Freud demostró de forma impresionante como todos los instintos sexuales parciales encuentran la manera de juntarse en el acto sexual para formar una gran experiencia. Saliendo de la notable y fascinante variedad de los impulsos sexuales, el acto sexual se presenta como un gran evento.
La vida sexual y las fantasías eróticas son tan ricas y multifacéticas que toda la variedad posible de la vida psicológica puede ser experimentada a través de este simbolismo viviente. Como Jung comprendió, las particulares actividades e imágenes de los alquimistas son imágenes del desarrollo psicológico y del proceso de individuación, entonces nosotros podemos reconocer y seguir el proceso de individuación en la vida sexual y sus variaciones. En esta conexión nosotros también podemos entender la grandeza de Freud. El creyó que podía describir la sexualidad dentro del modelo biológico, pero la describió con una diferenciación extraordinaria y pensó que había descubierto en ello los fundamentos de la conducta humana. Solamente un psicólogo de la escuela Junguiana puede entender el alcance de la psicología Freudiana. Freud encontró la sexualidad y estaba abrumado por sus fascinantes manifestaciones. En contra de sus propias intenciones, por decirlo así, él creo una moderna y viviente mitología sexual. Como ejemplo de esto, consideremos de nuevo la imagen del niño perverso polimorfo: este existe en cada uno de nosotros a lo largo de nuestras vidas. Algunos aspectos del mismo están reprimidos y llevan una existencia meramente en sombra, en sueños y fantasías misteriosas. ¿Qué es este niño perverso polimorfo sino el Sí Mismo de la psicología Junguiana, el símbolo de la totalidad de la psique, el núcleo divino dentro de nosotros, el cual contiene todo, todas las posibilidades y oposiciones de nuestra psique?
Quiero mencionar aquí una característica adicional de la vida sexual con todas sus variaciones las cuales sólo pueden ser realmente comprendidas desde el punto de vista de la individuación. Estoy pensando en la timidez y el secreto. La vida sexual, bien sea vivida o fantaseada, es un secreto que la mayoría de las personas guardan. Aún en la situación analítica puede tomar años antes de que sean entregadas las fantasías sexuales. La mayor parte de las imágenes sexuales que aparecen en los sueños de los pacientes son neutralizadas y reformadas. Esta necesidad de secreto es difícilmente comprensible desde el punto de vista de la reproducción, placer o la relación humana. Sin embargo el secreto y la intimidad son característicos del alma y la individuación. Por un tiempo este proceso debe desarrollarse en una vasija cerrada. Nada ni nadie debe osar molestarlo.