ANTONIO COLINAS17 febrero, 2012
Carl Jung
Siruela. Madrid, 2011. 535 páginas, 39,50 euros.
La persona y la obra de Carl Gustav Jung (1875-1961) siempre regresan para un mejor y más profundo conocimiento de las mismas. También, quizá, para irse confirmando el vaticinio de que la suya bien podría ser «la psicología del siglo XXI». Ese fiel testimonio nos lo ofrece la magna edición de la Obra completa del médico, psiquiatra y psicólogo suizo, editada por Trotta, de la que ya se han publicado 14 de los 24 tomos previstos. También recordaremos, entre las últimas visiones serias, el excelente volumen de Jean-Jacques Antier, Jung o la experiencia de lo sagrado (Kairós, 2011), en el que se desmonta el manido tópico de un Jung místico y valorando correctamente la profunda significación que lo sagrado posee en la indagación de una persona que -más allá de sus arriesgadas teorías- siempre quiso ser considerado como un científico.
Entre las visiones sesgadas de Jung hay que recordar una película recientemente estrenada, con tanta publicidad como escaso público, Un método peligroso, de David Cronenberg; filme sutilmente antijungiano en el que, en los créditos finales, se le sugiere sibilinamente al espectador que Jung pudo ser el “responsable” de la muerte por cáncer de garganta en Londres de Freud (aquel persistente fumador de puros que no permitió que Jung terminara de psicoanalizarlo). Cronenberg debiera haber leído textos en los que Jung anuncia las dos guerras mundiales,en concreto Wotan, o conocer -para poner de relieve el mundo de la mujer- los términos jungianos de ánima y ánimus. Prefirió ofrecernos la figura de un Jung atildado y sibarita, cuando nos lo podía haber presentado picando piedra o cortando leña.
El libro que hoy comentamos, una obra compleja -en preciosa y cuidadísima edición- exigirá a cada lector la prueba de una interpretación personal; acaso imposible o “inexplicable”, como se nos dice en el subtítulo de la misma. El libro rojo o Liber Novus consta de oscuros textos caligrafiados y de ilustraciones fulgurantes que Jung recogió a partir de las visiones que tuvo en los años 1913, 1916 y 1917. Éstas le anunciaban el advenimiento de la I Guerra Mundial -las guerras: acontecimientos para él no sólo sociales y bélicos, sino “psíquicos”-, y la Segunda, que intuiría ya desde los años 30. Al fondo de estas intuiciones -desarrolladas más científicamente en otros libros-, se encontraba uno de sus grandes hallazgos: el de “inconsciente colectivo”. Pero El Libro rojo, minuciosamente analizado en sus claves por Bernardo Nante, es otra cosa. Quizá el propio autor llegó a dudar de la poderosa carga de irracionalismo fértil que fluía de estos cuadernos secretos. De ahí, que no fueran publicados en su totalidad hasta el año 2009. Sí se dio a conocer algún fragmento cinco años antes de su muerte. También conocíamos una de sus secciones más turbadoras, los “Siete sermones a los muertos”, analizada por Stephan Hoeller en su Jung el gnóstico (Heptada, 1990).
Quizás como Nante subraya, el Liber Novus nos obligue no sólo a clarificar -desde su hermetismo extremado- la obra de Jung, sino a releerla con otros ojos; aunque no sabemos cómo se pueden alargar, todavía más, los pasos dados por Jung en tantas direcciones: la práctica del análisis clínico, los tipos psicológicos, los problemas psíquicos del mundo actual, su aproximación al mundo oriental, la gnosis y la alquimia, la positiva lectura que el psicólogo hace de temas como la religión y la libido sanadoras, la energía psíquica, sueños y símbolos, etc. (Y revelado por medio de una terminología, plenamente jungiana, que hoy ha pasado ya a nuestro lenguaje coloquial).
Estos hallazgos los interrelacionó en una obra magna, Misterium Coniuncionis, pero, con el estudio tan fundamentado y con tanto conocimiento previo de Nante, la obra de Jung nos somete a una nueva e ingente prueba, obliga a hombres de ciencia y a simples lectores a ir más allá; es decir, a ver reconfirmada la seriedad de unos textos nacidos, decía él, en “la época más importante de mi vida”. Para ellos, parecen haber sido escritos estos versos de Goethe, citados por Gerhard Wehr, otro de los grandes biógrafos y estudiosos de Jung (Paidós, 1991): “Si quieres avanzar hacia lo infinito,/ camina en todas las direcciones dentro de lo finito”. No otra cosa hizo Carl Gustav Jung con su vida y su obra. Y esto, a veces, no se perdona.