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Uno de los padres fundadores de la poesía moderna, Isidore Lucien Ducasse (Montevideo, 1846 – París, 1870), conde de Lautréamont, fue un “plagiario”: en sus legendarios Cantos de Maldoror (1869) hay párrafos enteros copiados del diario conservador Le Figaro, entre otras numerosas “incrustaciones” de párrafos tomados sin citar de manuales de zoología y ensayos filosóficos.
Sabíamos que Lautréamont había “incrustado” en sus Cantos textos de otros autores, sin citarlos. En su día, esos “plagios” (¿?) fueron comentados en nombre de la “inter textualidad”. Jean-Jacques Lefrère, gran especialista en el enigmático y misterioso poeta de genio, acaba de descubrir un plagio mucho más divertido: en el V de los Cantos hay unos párrafos copiados literalmente de una crónica de sucesos publicada en Le Figaro el 12 de septiembre de 1868.
Lautréamont, continúa Lefrère, copió sin citar a Émile Blavet (1838 – 1924), un periodista famoso, en su día, que murió sin saber que había pasado a la historia literaria a través de un plagio consumado en uno de los grandes monumentos fundacionales de la poesía moderna.
Lefrère es autor de un ensayo de referencia sobre Lautréamont y, en primera instancia, se limita a publicar muy púdicamente su descubrimiento, que no “invalida” de ninguna manera la genialidad radical de una obra mítica.
Hijo de un diplomático francés que trabajó una temporada en Montevideo, Lautréamont es uno de los genios malditos de la poesía moderna. Su único libro, los Cantos de Maldoror, fue “santificado” por los surrealistas y continúa un misterioso aerolito gigantesco, errante en la bóveda celeste de la poesía universal.
El plagio descubierto por Jean-Jacques Lefrère nos recuerda hasta que punto la genialidad seminal de la enigmática obra de Lautréamont puede continuar ofreciéndonos gozosas revelaciones, invitándonos a repensar el puesto de los Cantos en la historia de las técnicas literarias y poéticas.
Se sabía, desde hace años, que Lautréamont había copiado sin citar frases o páginas de la Historia Natural de Buffon y numerosas máximas de los grandes moralistas franceses, La Rochefoucauld, Pascal, La Bruyère, Vauvenargues, entre otros.
Hace años, Guy Laflèche, estudiando otras referencias y “fuentes de inspiración” de Lautréamont, subrayó que, en verdad, el autor de los Cantos de Maldoror había utilizado los materiales más diversos (tratados de botánica y zoología, libros de moral, obras de muy diversa naturaleza) para deformarlos, mutilarlos y citarlos “en otro contexto”.
El nuevo plagio descubierto por Jean-Jacques Lefrère tiene una particularidad. Lautréamont se sirve de una fuente definitivamente moderna, un relato periodístico, utilizado como material de trabajo con el fin de construir un texto de nuevo cuño.
En la historia del plagio y las técnicas literarias, los Cantos parecen ocupar un puesto muy particular.
El plagio clásico y convencional es el de un autor que copia literalmente unas páginas o líneas de otro autor, utilizándolas como propias en un relato poético y / o novelesco. Es el caso, por ejemplo, de Camilo José Cela, que copió en Madera de boj frases escritas por otros, en algún artículo publicado en ABC, entre otros, sin citar la fuente y en un contexto poético muy semejante. En su día, varios analistas presentaron las frases copiadas por Cela como “frases estructurantes” de Madera de boj. Cela aceptó encantado aquellas reflexiones críticas, sin citar nunca a los auténticos autores de las tales “frases estructurantes”.
El caso de Lautréamont es muy distinto.
En los Cantos, por ejemplo, hay descripciones de manuales de historia natural que Lautréamont cambia ligeramente, modifica, para darles un carácter más truculento y fantástico. A partir de un texto original, Lautréamont crea otro texto no menos original, casi idéntico, literalmente, pero con otra identidad poética.
Los surrealistas descubrieron en los Cantos páginas sublimes por su carácter visionario, sobrenatural, fantástico… en verdad, ahora lo sabemos, Lautréamont partía de la realidad, las descripciones de los manuales de zoología convencional, para transformarlos en manuales de zoología fantástica, a la manera de un legendario libro de Borges, creador de seres totalmente imaginarios. Lautréamont creaba seres y realidades imaginarias a partir de seres y realidades bien reales e históricos.
En ese marco, el último o penúltimo plagio descubierto en los Cantos aporta nuevos elementos que permiten comprender, mejor, las técnicas literarias utilizadas por su autor. Lautréamont copia un relato periodístico, con bastante fidelidad. Dicho de otro modo: la realidad descrita por los periódicos, ayer como hoy, puede ser tan fantástica y surrealista como los relatos fantásticos y surrealistas puramente imaginarios. Álvaro Cunqueiro escribió páginas definitivas con técnicas bastante semejantes, escribiendo prosa poética con elementos puramente periodísticos publicados en el Faro de Vigo.
Gran especialista en Lautréamont y Rimbaud, Jean-Jacques Lefrère se ha limitado a publicar su descubrimiento en los influyentes Cahiers Lautréamont, consagrados a la exégesis permanente del genio. El estudio crítico y filológico vendrá más tarde, como dudarlo. De entrada, sus revelaciones nos invitan a zambullirnos, de nuevo, en los Cantos de Maldoror, una de las obras fundacionales de toda la literatura contemporánea. Una gozada, vamos.
ABC,21agosto 2014.
Lautréamont y la joven parisina librera
Imprescindibles para sobrevivir
Tras varias semanas vagabundeando por la última gran edición de Lautréamont, la recuerdo diciéndome que había sido el primer gran descubrimiento de su vida.
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Gallimard, 14 septiembre 2009. Foto JPQ.
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La gran novedad de la nueva edición de Lautréamont, preparada para la Bibliothèque de La Pléiade por Jean-Luc Steinmetz, es un enorme dossier crítico, que, más allá de cronologías, anotaciones, etc., incluye una historia del “descubrimiento” de Lautréamont, a lo largo del siglo XX, con textos a todas luces canónicos de Bloy, Larbaud, Breton, Maeterlinck, Ungaretti, Valéry, Michaux, Aragon, Césaire, Artaud, Gracq, Blanchot, Camus, Debord y un larguísimo etcétera. Relación que no está nada mal y se completa con una pequeña joya: un texto más o menos conocido de Ramón Gómez de la Serna… La gran crítica francesa no olvida a Valery Larbaud, afirmando que, en verdad, Ramón era el equivalente español de Joyce y Proust. Detalle tan olvidado por la plumifería (sic) carpetovetónica. Le consagro el más largo de los capítulos de mi Taller de la gracia. Un respeto.
- Fotografía e Imprescindibles para sobrevivir en este Infierno.