miércoles, 7 de agosto de 2024

‘Doppelganger’: Naomi Klein a través del espejo




La situación se convirtió en un meme. A la muy progresista Naomi Klein, autora de ese clásico que es La doctrina del shock (y también de No logola confunden en redes sociales de modo constante con Naomi Wolf. ¿Y quién es Naomi Wolf? Una feminista de los 90 reconvertida en furibunda partisana de la guerrilla antivacunas e integrada en las heterodoxas filas de la ultraderecha pospandémica, donde Steve Bannon recluta a disidentes de una izquierda que, mientras tanto, ejecuta maniobras de repliegue debatiendo sobre la pureza de principios (¿eres suficientemente vegano?). Con que, más allá de clamar en el vacío de las redes sociales alguna que otra vez (“¡yo no soy esa Naomi, yo estoy a favor de las vacunas y contra las armas!”), la muy progresista Naomi Klein decidió escribir un libro para comprender a su doble (döppelganger en alemán) y, sobre todo, investigar cómo personas razonables pasan al otro lado del espejo, igual que Alicia, y se quedan a vivir en un mundo paralelo donde abajo es arriba y la medicina que salva vidas representada en las vacunas se convierte en una herramienta criminal para controlar el mundo y de qué manera, al final, toda esa gente acaba culpando de los males planetarios a Soros, Bill Gates y la agenda 2030.

Naomi Wolf (en la primera imagen inferior) contra Naomi Klein (en la segunda imagen inferior) y viceversa.

Eso es Doppelganger.

Un excelente ensayo que acaba derivando en certero texto autocrítico escrito desde posiciones de izquierda rupturista.

Naomi Klein contempla ese universo de conspiraciones y diabólicas estelas en el cielo sin caer en la condescendencia. No se burla sino que trata, realmente, de hallar un código para descifrar esa ideología difusa que conecta el movimiento antivacunas con el intento de toma del Capitolio. Y señala numerosas cuestiones interesantes. El modo en que el capitalismo nos ha hecho descreer de casi todo (y en la sospecha del sistema está el germen del conspiracionismo). Cómo la nociva filosofía hiperindividualista que promocionan influencers y youtubers tiene qué ver con una concepción del mundo en que lo colectivo no vale nada (y por eso yo no tengo que ponerme una mascarilla sólo porque tú seas viejo, estés enfermo o puedas morir por Covid). La repugnante avaricia de la industria farmacéutica, a la que odiamos por su avidez sin límite a la hora de ganar dinero y de ese odio, en parte, surge el rechazo a vacunarse.

La pandemia tuvo un efecto mucho más hondo (en la psicología colectiva y en la política global) de lo que creemos.

Naomi Klein lo explica bien.

La pandemia fue un ensayo del fin del mundo que afianzó el milenarismo de una masa enfurecida dispuesta a dejarse liberar por el sombrero loco.

Veáse a Steve Bannon difundiendo la palabra de Naomi Wolf. Ella, que fue asesora de Al Gore y Bill Clinton, en diálogo cómplice con el hombre que acompañó a Trump a los salones de la Casa Blanca. Ella, icono del feminismo, lanzando sus proclamas contra la opresión de las mascarillas y las vacunas en medios que abogan por la prohibición total del aborto. ¿De dónde salen esas extrañas alianzas?

Naomi Klein lo tiene claro: mientras que la izquierda se fragmenta, entra en disputas bizantinas y expulsa a los impíos, la derecha está forjando una coalición en la que caben muchos tipos de disidencias. Espiritualistas partidarios del yoga o los cuencos tibetanos marchan al lado de neonazis con la esvástica tatuada en la nuca. El nuevo fascismo que se dibuja en el panorama político internacional no tiene prejuicios.

¿Y la izquierda?

Escribe Naomi Klein: “Enfrentamos a amenazas tan tangibles, nos hacemos un flaco favor al defender ferozmente las fronteras de nuestra identidad personal y las más extensas de nuestra identidad grupal, étnica, racial o de género. De hecho, si hemos de tomar la historia como guía, eso sería nuestra perdición. Porque cada historia de triunfo de la derecha fascista es también una historia de fragmentación, sectarismo y tozuda resistencia a una política de alianzas estratégicas dentro de la izquierda antifascista”.

Amén.

En esas estamos. La ultraderecha se queda con todo (la justa ira de los agricultores, el resentimiento contra los súpervillanos poseedores de las grandes marcas tecnológicas, el miedo al futuro) y la izquierda se entretiene fiscalizando al vecino que no recicla la basura correctamente (“¡¿es qué no sabe usted que existen los contenedores para vidrio, criminal?!).

Doppelganger es un magnífico libro y, sobre todo, resume el clima del momento, ese instante frágil que habitamos, a medio camino entre la catástrofe y el meme. Riéndonos mientras llega el meteorito.

DANIEL SERRANO

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