Gena Rowlands y John Cassavetes |
Celín Cebrián | @Celn4
Pionero del cine independiente y precursor del cinema verité, Cassavetes (1929-1989) intentó encontrar en su cine la esencia de las relaciones humanas. Conducía a sus personajes a un territorio en el que fueran vulnerables. Por eso solía filmar la vida cotidiana, que era el sitio idóneo en el que se escondía la locura, porque dentro de la normalidad siempre está el caos. Y lo solía hacer con un estilo simple, con una cámara que seguía a los actores en su intimidad, esa zona en la que la distancia entre el arte y la vida se diluye. Trabajaba improvisando. Era un maestro de la improvisación, tanto a la hora de escribir el guion como en la puesta en escena. Antes de comenzar a rodar, conversaba con los actores, les daba unas pautas y, en total libertad, comenzaba a rodar esperando que el actor se metiera en su papel. Y esperaba a que emergiera la verdad oculta. Quería autenticidad y para ello les pedía a los actores y a los técnicos que fueran sus cómplices. Más que una troupe de rodaje, Cassavetes rodaba con un grupo de amigos que no tenían recursos, ni tampoco tiempo disponible, pero que consiguieron una de las filmografías más relevantes de la modernidad, realizada al margen de los estudios de Hollywood. Si lo pensamos fríamente, John Cassavetes no filmaba historias, sino estados de ánimo. Una vez dijo: ꟷ”Me gusta ver cómo la gente se engaña a sí misma. Mi cine hace perder sus ilusiones a los personajes…, rompe sus defensas, y hace que se descubran a sí mismos”.
Solía filmar la vida cotidiana, que era el sitio idóneo en el que se escondía la locura, porque dentro de la normalidad siempre está el caos
Hijo de un hombre de negocios de origen griego, se inició en el mundo de la interpretación como alumno del New York Academy of Dramatic Arts, donde estudió dirección escénica y declamación. Se graduó en 1950. Actor de teatro en sus primeros años, participó por vez primera en una película en 1951. Se trataba de Fourteen Hours, en la que realizaba un pequeño papel como extra.
Sus primeros éxitos como actor le llegaron de la pequeña pantalla: participó en diversos dramas televisivos, en los que se especializó en la interpretación de jóvenes delincuentes. Esta experiencia televisiva la trasladó en 1955 al filme The Night Holds Terror, historia del secuestro de una familia por parte de un grupo de delincuentes de poca monta y luego en Crime in the Streets, así como en la película Donde la ciudad termina.
Era un maestro de la improvisación, tanto en el guion como en la puesta en escena. Antes de comenzar a rodar, conversaba con los actores, les daba unas pautas y, en total libertad, comenzaba a rodar
A finales de la década de 1950 fue protagonista principal de la serie televisiva Johnny Staccato, que le reportó fama y el dinero suficiente para invertirlo en la producción de su primera realización cinematográfica, Shadows, con la que iniciaba una curiosa carrera como director independiente y experimental. Esta película se rodó en 16 mm, con un exiguo presupuesto y con los alumnos de un seminario de interpretación que el propio Cassavetes estaba impartiendo en Bariety Art Studio, el centro de enseñanza que había fundado.
Shadows refleja, con dureza y sensibilidad, los problemas racistas que sufre una familia de color en la ciudad de Nueva York. La película tuvo un gran éxito y supuso el inicio de la llamada Escuela de Nueva York, lo que le permitió a Cassavetes ser contratado por la Paramount. Sin embargo, en su paso por Hollywood rodó tan sólo dos películas, de las que acabó bastante insatisfecho: En el filme Too Late Blues, protagonizada por un músico de jazz en decadencia por su afición al alcohol, las desavenencias con el productor Stanley Kramer le obligaron a abandonar la dirección. Durante varios años no volvió a ser tentado por la realización, dedicándose a su labor como intérprete. En su dilatada trayectoria artística intervino, entre otras, en Código del hampa, de Don Siegel, Doce del patíbulo, de Robert Aldrich y La semilla del diablo, de Roman Polanski, donde encarnaba a un actor que vende a su mujer (Mia Farrow) para que el diablo pueda tener descendencia entre los hombres.
Rodaba con un grupo de amigos que no tenían recursos, pero que consiguieron una de las filmografías más relevantes de la modernidad, realizada al margen de los estudios de Hollywood
Estos trabajos "alimenticios" le facilitaron la suficiente solidez económica para emprender el rodaje de Faces(Rostros), en la que Richard, un hombre de negocios casado, tiene una aventura con Jeannie y, acto seguido, le pide el divorcio a su mujer, María. Después de que Richard se haya ido de casa y vuelva con Jeannie, María conoce a un hombre en un bar y pasa la noche con él. Esta película supuso una nueva etapa como director independiente: un matrimonio en crisis (Lynn Marlin y John Marley), una prostituta (de nuevo Gena Rowlands) y un gigoló (Seymour Cassel, otro actor habitual de Cassavetes), a través de los cuales, con un estilo muy personal, nos habla de la soledad, los problemas de pareja, las frustraciones sexuales y la mediocridad de la clase burguesa. Después dirigió Así habla el amor (1971), comedia dramática, muy sugerente e irónica, sobre la relación entre la empleada de un museo (Gena Rowlands) y el trabajador de unos aparcamientos. Y en 1974 llegó Una mujer bajo la influencia, en la que recuperaba su particularísimo estilo para contarnos los problemas psicológicos de una madre de clase baja (otra vez Gena Rowlands, en esta ocasión en el papel de esposa de Peter Falk).
En los siguientes años, Cassavetes alternó su participación como actor en películas como La furia, de Brian de Palma, y Objetivo: Patton, de John Hough, con la realización de sus filmes más maduros, donde prosigue su compromiso con el ser humano, mostrando los sentimientos y sufrimientos de personas cotidianas con problemas cotidianos: The Killing of a Chinese Bookie, Opening Night…, hasta que llega Gloria, su filme más conocido, en el que una mujer solitaria (Gena Rowlands) se ve obligada a proteger la vida de un niño perseguido por la Mafia. Cerró su carrera como director con dos comedias de diferente interés: Corrientes de amor y Un hombre en apuros.
La obra de Cassavetes se mueve en torno al hombre. Son problemas de identificación, historias que se escapan de lo convencional, personajes que pisan el suelo, que viven sus crisis, que salen adelante o acaban destruyéndose personalmente. En sus películas no hay nada gratuito. Es una mirada crítica, no exenta de tristeza.
La obra de Cassavetes se mueve en torno al hombre. Son problemas de identificación, historias que se escapan de lo convencional, personajes que pisan el suelo, que viven sus crisis
La finalidad de Cassavetes no es otra que tener encuentros con la verdad y para ello buscaba que los actores se olvidaran de su identidad o de esos clichés que les habían enseñado en las escuelas de teatro, las técnicas, todas esas ideas preconcebidas que traían cuando llegaban a los rodajes, porque de lo que se trataba en realidad era de sugerir, de liberarse de esos clichés, y de los cuerpos… Para que nos entendamos, se trataba de ponerse a interpretar dejándose llevar por las sensaciones y llegar a la verdad. Nada más. O nada menos…, porque la dificultad de la propuesta era tal…, que muchos actores se negaban a trabajar con él. Y los que se quedaban, nada más terminar una secuencia, corrían a echarle un vistazo al guion… o consultaban con algún ayudante… El estado de nervios era tal… Se sentían desnudos. Sencillamente. Pero para el director se trataba de aprender y ser artista: ꟷ”Ser artista no es otra cosa que el deseo, el demente deseo de expresarse”, afirmaba Cassavetes. Incluso había veces que no le importaba la historia, porque como el aseguraba “una de las razones por las que estamos en esto del cine es para expresar algo personal que no se puede expresar en la vida”. Para él actuar no era solo un problema dramático, sino un momento en el que el actor tenía que encontrar su voz, sentir de verdad. El actor y el personaje debían tener o vivir bajo la misma piel, por así decirlo.
En el análisis que hace Miguel Ángel Alonso Rodríguez de la obra de John Cassavetes nos dice que “era contradictorio, idealista, arrollador, seductor, parlanchín, bromista…, pero también inseguro, distante, insensato, colérico, manipulador… Y que no soportaba las vidas planificadas o aquellas otras que se deslizaban por la rutina, dentro de un rol social. Ni el comportamiento de la clase media, con esa vida totalmente programada, que solo fabricaba individuos alienados… “. En otra de las páginas, el autor indica que “Cassavetes tenía un poco de Beckett, dado que en sus películas se sentía el fracaso y, aun así, lo seguía intentando una y otra vez, en cada secuencia, en cada historia… Pero también tenía un poco de Joyce, ya que, a lo largo de su carrera, consiguió un lenguaje propio”.
La finalidad de Cassavetes es tener encuentros con la verdad y para ello buscaba que los actores se olvidaran de su identidad o de esos clichés que les habían enseñado en las escuelas de teatro
Como diría Víctor Cubillos, John Cassavetes buscó y encontró en la actuación un camino para trascender, para ir más allá de la mera representación de situaciones frente a una cámara. En los años cincuenta del siglo XX el Actors Studio y su Método significaban para él una imposición, un adoctrinamiento de las formas de expresión actoral. Cuando Cassavetes comienza las filmaciones de su primer largometraje Shadows (1959), ya contaba con experiencia como actor de cine y teatro. Además, había dirigido un taller de actores como alternativa al Actors Studio y se había casado con la que sería su compañera de toda la vida: la actriz Gena Rowlands. Además, muy en contra de sus principios morales, para pagar las deudas de Shadows, que aún no había terminado de editarse, aceptó una oferta de Universal para hacer la serie de televisión Johnny Staccato. Su metodología se basó en la observación de su entorno social, llevándose por el olfato, por intuición; entendía el mundo como algo infinito y no resuelto. Para él, la actuación representaba el elemento más importante de una película. Rehuía de todo lo que fuese “estético” en un filme, ordenado… Todo debía estar hecho para que el actor se expresara libremente, sin marcas en el plató señalando límites o posiciones, es decir…: cámara en mano, localizaciones reales, mínima iluminación artificial.... Paradójicamente y sin saberlo, este tipo de estética estaba muy acorde con el movimiento beatnik de la época, si bien Cassavetes también llegó a reconocer la influencia del neorrealismo italiano. No hace falta que recordemos que esa forma de rodar se parecía muchísimo a la adoptaron los directores de la Nouvelle Vague en Francia: Godard, Chabrol, Rohmer y Truffaut… Lo realmente interesante de todo esto es que no fue hasta algunos años más tarde cuando unos y otros pudieron conocerse y admirar sus trabajos. Fue el momento justo en el que había nacido, por así decirlo, el cine de autor.
En resumidas cuentas, Cassavetes lo que persigue es la búsqueda de la verdad, la búsqueda del ser como finalidad de la actuación…, y lograr que cada actor trascienda. Es evidente que, tras ver Faces (1968), pero sobre todo tras A Woman Under the Influence (1974), los actores tienden a no confundir su “yo propio” (el ser) con el “yo extraño” (el personaje). De ahí que el principal requisito de las películas de Cassavetes fuese que la actuación consiguiera representar la vida misma. En este sentido, una actuación lo que significaba para él era trabajar en libertad en ese mundo de dobles: actor/personaje.
Su metodología se basó en la observación de su entorno social, llevándose por el olfato, por intuición; entendía el mundo como algo infinito y no resuelto
En cuanto al tándem creativo formado por Gena Rowlands y John Cassavetes, debemos de decir que fue uno de los más tormentosos, influyentes y determinantes en la historia del cine moderno, pues a pesar de que la rubia actriz estadounidense trabajó con muchos directores como Woody Allen y Jim Jarmusch, y ganó múltiples premios, fue conocida especialmente por su participación en películas dirigidas por Cassavetes.
La historia cuenta que cuando Gena se encontró con John Cassavetes, el muchacho al verla cayó fulminado ante la rubia y le dijo a su amigo:ꟷ “Esa es la mujer con la que me voy a casar”. A Gena le pareció un chico encantador, pero no tenía ganas de citas. Se lo hizo saber. Al poco tiempo fueron quedando para tomar algo y charlar, pero no pasó nada, ya que ella se lo dejó bien claro: no estoy interesada en salir con nadie. Quiero ser actriz. Y así fue hasta que ambos se graduaron.
Cuando los veían juntos, muchos consideraban que no había en el mundo una pareja tan dispar. Ella tenía clase, era refinada, mantenía conversaciones intelectuales y él era extravagante, tosco y, como reconoció en una ocasión, “antes de conocer a Gena, yo era un soltero que iba por la vida torturando a la gente”. Se casaron en 1954 y Gena protagonizó 10 películas realizadas por Cassavetes y estuvo casada con él casi 35 años, hasta su fallecimiento en 1989. Desde los años 1960, la pareja formó una carismática y explosiva asociación en la gran pantalla que exploró temas de pasión y autodestrucción en un contexto de alcohol e infidelidad.
Pero no fue únicamente eso, la creatividad entre ambos jugó un papel determinante, porque participaron en el montaje, edición y escritura de varias películas. De hecho, el garaje de su casa les sirvió de estudio para estos propósitos. Por otra parte, Gena estaba harta de la vida baladí de su marido alcohólico, mujeriego, celoso, egoísta, hasta el punto que en alguna ocasión le confesó que “lo amaba como artista, pero le odiaba como marido”.
El tándem creativo formado por Gena Rowlands y John Cassavetes, fue uno de los más tormentosos, influyentes y determinantes en la historia del cine moderno
En la película Una mujer bajo la influencia (1974), que muchos consideran la mejor actuación de su carrera, incluso una de las mejores 100 interpretaciones en toda la historia del cine mundial, la artista dio vida a una esposa con problemas mentales, papel que la hizo merecedora del Globo de Oro y le valió su primera nominación al Óscar en la categoría de mejor actriz.
Su segunda postulación a los Premios de la Academia y al Globo de Oro fue por la cinta Gloria, de 1980, la película también fue dirigida por Cassavetes. La revista Variety escribió en su momento: “Gena Rowlands está excelente como una mujer cansada que decide tomar sus propias decisiones”.
Sin ser una actriz muy conocida y con poco imán en la taquilla en el competitivo mundo del séptimo arte, el mejor premio que tuvo Gena Rowlands fue el respeto de la industria y el público.
Deteniéndonos en uno de sus últimos filmes, Gloria (1980), podemos decir que, en el momento de su estreno, no fue comprendida por los seguidores del realizador, pero el paso del tiempo, la colocó en el sitio que le correspondía. Los factores que destacan de ella son su personalidad, el interés y la fuerza, además de la mirada personal del realizador. Y por supuesto, el personaje interpretado por Gena Rowlands, Gloria, la vecina de Jack Dawn (Buck Henry), un contable de la mafia que ha “cantado” ante el FBI. Por ello unos matones se disponen a eliminarlo junto a su familia, y este, ante la cercanía de este final, decide entregar a su hijo más pequeño ꟷPhil (John Adames)ꟷ a Gloria. Al mismo tiempo, le entrega también el libro de contabilidad donde están anotadas las irregularidades. Una película que se inicia con unas magníficas vistas aéreas y planos generales de la ciudad de Nueva York, que a fin y a la postre se convertirán en el personaje más importante de la cinta. Cassavetes ofrece un retrato casi implacable de los bajos fondos de la ciudad, los rincones más oscuros de esa ciudad de la Gran Manzana. Y una actuación de Gena Rowlands llena de hondura, dureza y humanidad, a lo que añadir la poesía urbana del director.
Para finalizar, decir que Cassavetes dejó escritos más de cuarenta guiones que nadie se atreverá a rodarporque, como él decía, “son muchos los que quieren trabajar como yo lo hago, o trabajar conmigo, pero no es cierto. No quieren pasar por lo que hay que pasar para trabajar de esa manera. Quieren protegerse. Tienen miedo. No quieren arriesgarse”.