miércoles, 25 de septiembre de 2024

Jameson: comprender la lógica cultural del capitalismo


Fredric Jameson fFotografía de Fredric Jameson realizada por Fronteiras do Pensamento, tomada el 1 de enero de 2000 (licencia CC. 2.0).


Falleció el pasado 22 de septiembre. Heredero de la tradición marxista, su pensamiento ha ayudado a entender no solo el momento cultural en el que estamos, sino la fase del capitalismo que la engloba. Recogemos diez claves para comprender su filosofía.


El recientemente fallecido Fredric Jameson (1934-2024) fue un teórico literario y crítico cultural estadounidense, reconocido por sus contribuciones al análisis del posmodernismo y el marxismo cultural. Nacido el 14 de abril de 1934 en Ohio, Estados Unidos, Jameson desarrolló una obra influyente en el ámbito de la crítica literaria y cultural, con un enfoque particular en la relación entre la cultura y el capitalismo.

Entre sus trabajos más conocidos está El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo tardío, publicada en 1991, en el que analizó el posmodernismo como una etapa cultural del capitalismo tardío. Para Jameson, el posmodernismo refleja las complejidades y contradicciones de un mundo globalizado, mercantilizado y profundamente entrelazado con la lógica del mercado. Estas diez claves permiten comprender su pensamiento filosófico y su propuesta política.

1 Interpretación del marxismo

El pensamiento de Jameson estuvo profundamente influenciado por diversas corrientes filosóficas, sociológicas y literarias que nutren su teoría crítica, en particular su enfoque sobre la posmodernidad y el análisis cultural desde una perspectiva marxista.

El marxismo es, sin duda, la piedra angular del pensamiento de Jameson. A lo largo de su obra, utiliza las herramientas analíticas del materialismo histórico para entender cómo las estructuras económicas, particularmente el capitalismo, influyen en la cultura. Para Jameson, las obras literarias y culturales deben ser leídas dentro del contexto de las dinámicas socioeconómicas en las que fueron producidas.

En El posmodernismo, Jameson argumentó que la posmodernidad no es simplemente un estilo artístico o cultural, sino que es la expresión cultural del capitalismo avanzado. Su trabajo recoge, así, la tradición crítica marxista de figuras como György Lukács, Antonio Gramsci y Louis Althusser, quienes exploraron la relación entre la ideología y la estructura económica.

Otra de las influencias clave en el pensamiento de Jameson fue la teoría crítica desarrollada por la Escuela de Frankfurt, especialmente los teóricos Adorno y Horkheimer. La crítica a la cultura de masas y la mercantilización del arte que estos autores formularon en el contexto de las sociedades capitalistas avanzadas resuena profundamente en la obra de Jameson. Adorno, con su visión pesimista del impacto del capitalismo sobre la cultura y el arte, es un referente para la crítica de Jameson al posmodernismo como una forma cultural atrapada en las dinámicas del mercado.

Jameson también incorpora elementos del psicoanálisis lacaniano en su trabajo, en particular en su interpretación de la ideología y el deseo. Lacan, con su énfasis en lo simbólico, lo imaginario y lo real, ofreció a Jameson herramientas conceptuales para examinar cómo las estructuras de poder y economía son internalizadas por los sujetos a nivel inconsciente. La teoría lacaniana le permitió a Jameson explorar la compleja relación entre el sujeto individual y las dinámicas socioeconómicas más amplias, lo que enriqueció su análisis de la cultura y la literatura contemporáneas.

A pesar de su firme anclaje en el marxismo, Jameson también se ha nutrido de las aportaciones del posestructuralismo, en particular de autores como Jacques Derrida Michel Foucault. Aunque crítico de algunos aspectos, Jameson adoptó algunas de sus herramientas para analizar la fragmentación, la discontinuidad y las complejidades del lenguaje y el poder en las sociedades contemporáneas.

El marxismo es la piedra angular del pensamiento de Jameson. A lo largo de su obra, utiliza las herramientas analíticas del materialismo histórico para entender cómo las estructuras económicas, particularmente el capitalismo, influyen en la cultura

2 El concepto de totalidad

Cuando Jameson habla de «totalidad» se refiere a la necesidad de comprender la realidad —incluyendo la cultura, la economía y la política— como un conjunto interconectado. El concepto de totalidad en Jameson está profundamente enraizado en el marxismo, particularmente en el pensamiento de Lukács. En su obra Historia y consciencia de clase, de 1923, Lukács enfatizaba la importancia de percibir la sociedad como una totalidad dialéctica, en la que las diversas esferas de la vida —económica, social, cultural— están interrelacionadas.

Jameson tomó esta idea de que las partes solo pueden comprenderse completamente en relación con el todo y la aplicó al análisis cultural. En su enfoque, los fenómenos culturales no deben analizarse de forma aislada, sino en su contexto histórico y económico. Esto le permitió a Jameson desarrollar un enfoque crítico donde la cultura es una expresión y una respuesta a las condiciones materiales subyacentes.

El concepto de totalidad es central en El posmodernismoEn este texto, Jameson sostuvo que el capitalismo contemporáneo, en su fase global y avanzada, ha producido una cultura que refleja una lógica totalizadora. Sin embargo, esta totalidad no es fácilmente perceptible. Como veremos cuando hablemos de mapas cognitivos, para Jameson, uno de los efectos más insidiosos del capitalismo tardío es precisamente su capacidad para fragmentar la percepción de la realidad, haciéndola parecer dispersa, sin un hilo unificador. En respuesta a esta fragmentación, el concepto de totalidad ofrece una forma de entender cómo las múltiples dinámicas culturales, económicas y políticas que parecen dispares en realidad forman parte de un sistema más amplio.

Pero la totalidad no es un estado estático, sino una construcción dialéctica que requiere un enfoque crítico para alcanzarse. En su análisis cultural, utilizó la dialéctica para mostrar cómo las formas culturales contemporáneas —a menudo posmodernas y fragmentadas— son respuestas contradictorias a las condiciones del capitalismo global. Por ejemplo, en la cultura posmoderna, las obras artísticas pueden parecer apolíticas o desprovistas de contenido crítico, pero Jameson sostiene que incluso estas formas «superficiales» son el producto de tensiones subyacentes que revelan las contradicciones del sistema.

Jameson sostuvo que el capitalismo contemporáneo ha producido una cultura que refleja una lógica totalizadora. Sin embargo, esta totalidad no es fácilmente perceptible. Uno de los efectos más insidiosos del capitalismo es su capacidad para fragmentar la percepción de la realidad

3 La crítica a la posmodernidad

Uno de los puntos claves para entender la importancia del pensamiento de Jameson es su crítica a la posmodernidad. Esta crítica permea bastantes de sus escritos, pero de todos ellos destaca, como no podía ser de otra manera, Posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo tardío, lo que nos da una idea de la importancia que tiene entender el posmodernismo para entender las lógicas capitales actuales (pues el posmodernismo es la lógica cultural del capitalismo en la actualidad).

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Teoría de la postmodernidad, de Fredric Jameson (Trotta).

El posmodernismo ya no es únicamente una fase estilística más dentro de la historia del arte, sino que es la manifestación integral de la lógica del capitalismo tardío. Con el posmodernismo, «la producción estética actual se ha integrado en la producción de mercancías en general». Una lógica que…:

«… se presenta lógicamente como una especie de populismo estético, tal y como sugiere el propio título del influyente manifiesto de Venturi, Aprendiendo de Las Vegas. Sea cual sea la forma en que valoremos en última instancia esta retórica populista, le concederemos al menos el mérito de dirigir nuestra atención a un aspecto fundamental de todos los posmodernismos enumerados anteriormente: a saber, el desvanecimiento (esencialmente modernista) entre la cultura de élite y la llamada cultura comercial o de masas…».

Esta lógica cultural, esta «pauta cultural dominante», se caracteriza por una nueva superficialidad, lo que otros autores como Baudrillard han analizado en términos de simulacros. Se caracteriza también por una nueva experiencia del tiempo, que Jameson califica de «esquizofrénica» porque el sujeto contemporáneo experimenta el presente continuo del consumo sin una conexión histórica fuerte (sin un pasado del que recibir la tradición y con la desaparición de todo futuro).

Por último, es importante mencionar que, en términos artísticos, la posmodernidad se caracteriza por la dominancia del pastiche. A diferencia de otros géneros más o menos similares, como la parodia (donde hay una crítica más o menos subversiva de los estilos que se parodian), en el pastiche la imitación es más neutral, menos crítica. No hay ironía cuando pasticheamos sin más los estilos del pasado.

Para Jameson, que el pastiche sea la forma dominante en el arte se conecta con la crisis de la historicidad que decíamos, porque, al no tener una conexión significativa con el pasado, los artistas posmodernos solo pueden imitar formas previas, pero desprovistas totalmente del sentido que generaban en su contexto original.

El posmodernismo no es únicamente una fase estilística más dentro de la historia del arte, sino que es la manifestación integral de la lógica del capitalismo tardío

4 Importancia de la historia y nostalgia

Así, uno de los puntos centrales en la crítica de Jameson a la lógica cultural actual del capitalismo es la pérdida de historicidad. Todavía en la modernidad los sujetos experimentaban una historicidad que les daba sentido: se entendían en relación a un pasado (al que nutrían, con el que dialogaban o al que criticaban) y se proyectaban en futuros alternativos (lo que generaba un campo de sentido práctico para la acción). La vivencia que tenemos del tiempo en la actualidad, sin embargo, es la de un presente continuo, es decir, la de una pérdida total de la historicidad.

Esto se manifiesta, por ejemplo, en el arte. El acercamiento que hacen las nuevas obras culturales y artísticas al pasado es o bien un reciclaje sin sentido crítico (mero pastiche), o bien una mirada al pasado nostálgica que se fija en el pasado de forma superficial, repitiendo los clichés del pasado, pero desprovistos totalmente de su contexto histórico. Como cuando Pixar sacó veinte años después una nueva película, Monstruos University, con la que volvía al éxito de su primera película (Monstruos S. A.) y donde la única actualización era que sus personajes iban a la universidad (que coincidía con la entrada a la universidad de la generación de niños que vio Monstruos S. A.). Un pasado al que se vuelve y que solo genera nostalgia.

Para Jameson, este enfoque nostálgico oculta el conflicto real, evita los conflictos históricos reales que ocurren en nuestro tiempo. Pero, además, tiene consecuencias en cómo concebimos el futuro. Si no tenemos un pasado que nos dé sentido, desde el que nos entendamos (para rechazarlo o reclamarlo), y vivimos en un presente sin crítica alguna, entonces perdemos toda la capacidad de imaginar otros futuros. El famoso «fin de la historia» que proclamó Fukuyama a finales del siglo XX no es, para Jameson, un diagnóstico sobre la realidad, sino la ideología propia del capitalismo tardío que nos hace creer que este presente es eterno e inmutable.

5 El mapa cognitivo

Como explica el filósofo Pepe Tesoro en su artículo «El mapa del calamar: Fredric Jameson y las nuevas distopías coreanas»el capitalismo tardío presenta un problema epistemológico fundamental, es decir, plantea «un problema de cómo seríamos capaces, por decirlo llanamente, de describirlo». Como explica Tesoro, seguimos sintiendo las inclemencias e injusticias del capitalismo en nuestro día a día, en nuestra vida cotidiana, pero ahora es más difícil que nunca señalar a los responsables de las mismas:

«El sistema de producción capitalista ha llegado a un nivel de complejidad, despersonalización e internacionalización tan acusado que parece imposible encontrar no ya responsables directos de esas inclemencias, sino algo parecido a la posibilidad de un cambio».

Para explicar y abordar este fenómeno, Jameson utilizó el concepto de mapas cognitivos para señalar la cartografía cognitiva que cada uno de nosotros tenemos que hacer para representarnos dentro del sistema del capitalismo global. Es decir, el mapa cognitivo es un ejercicio de autopercepción dentro del sistema social que habitamos. El caso es, y esta es la tesis de Jameson, que este mapa cognitivo es dificilísimo de trazar en las condiciones actuales del capitalismo porque ya no resulta nada sencillo decir cómo es el sistema del que formamos parte, por qué se caracteriza y quiénes están detrás. En palabras de Jameson:

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Los mismos malvados de siempre. Una teoría de las teorías de la conspiración, de Pepe Tesoro (Círculo de Bellas Artes de Madrid).

«[El concepto de mapa cognitivo] es esencialmente un concepto alegórico que presupone lo obvio, esto es, que estas nuevas y enormes realidades globales son inaccesibles para cualquier sujeto o conciencia individual […] que es lo mismo que decir que esas realidades fundamentales son de alguna forma últimamente irrepresentables o, por usar el término de Althusser, son algo así como una causa ausente, una que no puede emerger en la presencia de la percepción. Si bien esta causa ausente puede encontrar figuras a través de las cuales expresarse a sí misma de formas distorsionadas y simbólicas».

Como señala Tesoro, este es un término tremendamente útil para comprender fenómenos contemporáneos. Por un lado, y como explica en su libro Los mismos malvados de siempre, la idea de mapa cognitivo nos ayuda a entender el auge de las teorías conspiratorias (pues necesitamos, de alguna forma, rellenar el vacío).

Por otro lado, también nos sirve para desterrar completamente la forma narrativa del melodrama: «Vivimos en un mundo post-Eichmann, pensaba Jameson, donde no puede decirse que el mal más absoluto del mundo no procede de un cónclave satánico o un cerebro central maquiavélico, sino donde las mayores injusticias y humillaciones son obra en el mejor de los casos de grises burócratas que actúan como meros engranajes de un sistema ciego que se mueve ya de forma imparable y automática». O, en palabras de Jameson:

«[El melodrama es] cada vez más insostenible. Si ya no existe el mal, los villanos se vuelven imposibles también […] Esto explica por qué los villanos en la cultura de masas han sido reducidos a dos supervivientes solitarios de la categoría del mal: estas dos representaciones de lo verdaderamente antisocial son, por un lado, los asesinos en serie y, por el otro, los terroristas».

Seguimos sintiendo las inclemencias e injusticias del capitalismo en nuestro día a día, en nuestra vida cotidiana, pero ahora es más difícil que nunca señalar a los responsables de las mismas

6 La culturalización del capitalismo

Como hemos visto en todos los puntos hasta aquí, la cultura es un elemento central para el sostén y la perpetuación del capitalismo en su lógica actual. Aunque, si seguimos las ideas de Marx, la cultura siempre ha estado influida por las condiciones materiales de producción, según Jameson nunca antes había habido tanto entrelazamiento como hasta ahora. En nuestro tiempo, la cultura ha sido completamente mercantilizada y se ha convertido en un bien más de consumo, lo que ha mermado toda su capacidad crítica y ha hecho que no se puedan proponer resistencias desde el espacio cultural.

La culturalización del capitalismo ha hecho que la producción cultural se centre única y exclusivamente en el entretenimiento y la satisfacción inmediata, y ya no en la crítica o en el cuestionamiento social. Al movimiento ideológico del presente que anula un pasado y borra todo futuro (como dijimos en la crisis de la historicidad) se le suma un espacio cultural que promueve la conformidad y el entretenimiento superficial.

Esto tiene, por supuesto, efectos en la subjetividad y en los individuos. En la era del posmodernismo, los sujetos no pueden leerse desde coordenadas culturales críticas, donde reflexionar sobre su mundo y las lógicas que los conforman. La saturación de las imágenes y la inmediatez de la información fragmenta aún más una realidad cuyas referencias culturales carecen totalmente de profundidad.

7 Dialéctica negativa

El concepto de «dialéctica negativa» es central en la tradición de la teoría crítica y encuentra en la obra de Jameson un lugar prominente dentro de su análisis cultural y literario. Este concepto, acuñado por Adorno, refleja una forma de pensar la realidad y las contradicciones sociales que no busca una síntesis reconciliadora, sino que enfatiza la permanencia de tensiones irresueltas. Para Jameson, la dialéctica negativa ofrece un marco crítico indispensable para comprender el capitalismo tardío y las formas culturales contemporáneas, al rechazar las soluciones simplificadas y al destacar la importancia de mantener abiertas las contradicciones en la interpretación de la cultura y la historia.

En su libro Dialéctica negativa (1966), Adorno criticó la tradición hegeliana de la dialéctica que culmina en una síntesis o resolución de las contradicciones. Para Adorno, la realidad capitalista es inherentemente contradictoria y no puede resolverse en una unidad final. En lugar de buscar una conciliación dialéctica, Adorno propuso mantener las tensiones, permitiendo que las contradicciones revelen las aporías del sistema.

Jameson utiliza la dialéctica negativa para abordar el capitalismo tardío, su creciente complejidad financiera y la mercantilización de prácticamente todos los aspectos de la vida. En lugar de buscar una resolución armoniosa a las contradicciones generadas por este sistema, Jameson insistió en que dichas contradicciones deben ser enfrentadas y mantenidas como parte integral de la crítica.

En lugar de simplificar el análisis de la cultura posmoderna como una mera extensión del mercado o un síntoma del capitalismo, la dialéctica negativa permitió a Jameson analizar cómo las formas culturales contemporáneas encarnan contradicciones irresueltas. El énfasis en la permanencia de estas tensiones es una característica distintiva de su enfoque, que evita caer en explicaciones reductivas o deterministas.

Además, mientras que el posmodernismo celebra la fragmentación, la heterogeneidad y el pastiche, Jameson vio en estos fenómenos manifestaciones de una totalización ideológica más profunda que busca desactivar las tensiones políticas y sociales del capitalismo global. A través de la dialéctica negativa, Jameson destacó cómo estas aparentes formas de liberación cultural en realidad encubren o incluso normalizan las contradicciones subyacentes del sistema.

El enfoque de Jameson sobre la estética también está profundamente influenciado por esta visión. En lugar de ver el arte y la cultura como meras formas de reflejar la realidad social, Jameson sostiene que las formas artísticas son arenas de lucha dialéctica en las que se juegan las tensiones sociales. La forma misma del arte puede estar atravesada por contradicciones que revelan las tensiones entre el individuo y la sociedad, o entre las fuerzas productivas y las estructuras de poder. Así, el arte, para Jameson, no puede ser un reflejo simple ni un escape total; es un espacio en el que las tensiones no se resuelven, sino que se despliegan y se hacen visibles.

En lugar de simplificar el análisis de la cultura posmoderna como una mera extensión del mercado o un síntoma del capitalismo, la dialéctica negativa permite a Jameson analizar cómo las formas culturales contemporáneas encarnan contradicciones irresueltas

8 Realismo crítico

El concepto de realismo crítico combina elementos del realismo literario tradicional con una crítica dialéctica del capitalismo y sus estructuras, ofrece una manera de abordar la representación del mundo social en la cultura, especialmente en un contexto contemporáneo dominado por el capitalismo global y la posmodernidad. Para Jameson, el realismo crítico se convierte en una herramienta que permite superar las limitaciones de las formas culturales posmodernas y ofrece una visión crítica de las condiciones históricas y sociales que configuran nuestra realidad.

El realismo crítico en Jameson está profundamente influenciado por la tradición del realismo literario del siglo XIX, pero reconfigurado a través de una lente marxista. En lugar de un realismo que se conforma con representar la vida cotidiana o los eventos tal como aparecen en la superficie, Jameson aboga por uno que revele las estructuras subyacentes y las contradicciones sociales que moldean la experiencia de la realidad. En este sentido, es una forma de explorar la totalidad de la que hablábamos.

Para Jameson, el realismo crítico no es simplemente una estética literaria, sino una postura epistemológica que busca comprender cómo los diferentes aspectos de la vida social están interrelacionados. Se esfuerza por mostrar cómo las experiencias individuales y las dinámicas cotidianas son producto de estructuras más amplias, como el capitalismo, la lucha de clases y las relaciones de poder. Este enfoque permite a Jameson desmantelar las narrativas simplistas que ocultan o naturalizan las desigualdades y contradicciones del mundo contemporáneo.

En su obra, Jameson explora cómo el posmodernismo ha socavado la capacidad de la cultura para representar la totalidad social y ofrecer una crítica coherente del capitalismo. En este contexto, el realismo crítico surge como una respuesta a estas limitaciones, una manera de contrarrestar las tendencias fragmentarias del posmodernismo y devolver una visión más profunda y crítica de la realidad.

Jameson también considera el realismo crítico como una forma de resistencia cultural en un mundo donde el capitalismo ha absorbido gran parte de la producción cultural y la ha convertido en un objeto de consumo más. Frente a la cultura del espectáculo y la mercantilización de todas las formas de arte, el realismo crítico ofrece una alternativa: una cultura que no se rinde ante las exigencias del mercado, sino que sigue siendo capaz de criticarlo desde dentro.

Para Jameson, la resistencia cultural no es simplemente una cuestión de contenido político explícito, sino de forma. El realismo crítico desafía las formas posmodernas y comerciales de la cultura contemporánea al insistir en una representación más profunda y estructurada de la realidad social. Esta forma de realismo se convierte en una herramienta política que permite a los artistas y críticos explorar cómo las formas culturales pueden ofrecer una representación más precisa de las relaciones de poder y producción bajo el capitalismo.

El realismo crítico es una postura epistemológica que busca comprender cómo los diferentes aspectos de la vida social están interrelacionados. Se esfuerza por mostrar cómo las experiencias y las dinámicas cotidianas son producto de estructuras más amplias

9 El concepto de utopía

El concepto de utopía ocupa un lugar central en la obra de Fredric Jameson y atraviesa gran parte de su análisis crítico de la cultura, la política y la economía. Para Jameson, la utopía no es una visión optimista de un futuro ideal, sino una herramienta crítica y teórica que permite desentrañar las tensiones y contradicciones del presente. Es, en muchos sentidos, una forma de pensar en el futuro sin caer en ilusiones simplistas, y una manera de imaginar alternativas que rompan con las limitaciones impuestas por las estructuras actuales de poder y economía.

Para Jameson, la utopía no debe entenderse como un plan detallado de una sociedad ideal o como una «solución» a los problemas sociales, sino como un «horizonte de lo posible». Este horizonte utópico marca un punto en el que las contradicciones y tensiones del presente pueden ser superadas, aunque ese futuro utópico nunca se alcance completamente. Jameson enfatiza que el pensamiento utópico es esencial para cualquier crítica política y cultural seria, ya que permite imaginar la posibilidad de un cambio radical más allá de las limitaciones del capitalismo global.

En lugar de presentar una solución final o una reconciliación de las contradicciones sociales, la utopía para Jameson es una proyección en la que los problemas y tensiones del presente siguen vivos, pero en un contexto en el que las condiciones materiales han cambiado lo suficiente como para permitir nuevas formas de vida.

Jameson examina cómo el capitalismo avanzado ha limitado la capacidad de imaginar alternativas utópicas. En la sociedad contemporánea, dominada por el consumo, la mercantilización y la saturación de la cultura, la imaginación utópica parece estar bloqueada o, peor aún, absorbida por el propio sistema que debería desafiar. En este contexto, la utopía se vuelve un desafío esencial: es un esfuerzo por superar el aparente «fin de la historia».

Jameson observa que la cultura posmoderna tiende a fragmentar y despolitizar la imaginación utópica, convirtiendo los deseos de cambio social en meros objetos de consumo o entretenimiento. Sin embargo, para Jameson, la utopía sigue siendo una categoría crítica indispensable, aunque más difícil de formular en el contexto de un capitalismo globalizado que absorbe y neutraliza rápidamente las alternativas.

En este sentido, Jameson ve la utopía no solo como un lugar positivo o idílico, sino como una forma de negación del presente. La utopía, en este sentido, es una manera de cuestionar las narrativas dominantes y de imaginar lo que podría ser, aunque no tengamos un modelo claro de cómo se vería exactamente ese futuro alternativo.

En su ensayo «El impulso utópico», Jameson argumenta que incluso las representaciones culturales que no son explícitamente utópicas, como la ciencia ficción, pueden contener un «impulso utópico» latente. Estas representaciones permiten explorar nuevas configuraciones sociales y económicas, a menudo en formas que parecen contradictorias o imperfectas, pero que abren la posibilidad de pensar más allá de los límites actuales. El arte y la cultura, entonces, juegan un papel central en la imaginación utópica, proporcionando una plataforma para la crítica social y la especulación radical.

La ciencia ficción es uno de los géneros culturales más importantes para expresar el impulso utópico. Jameson analiza cómo la ciencia ficción funciona como un laboratorio para pensar la utopía. A través de escenarios distópicos o sociedades alternativas, la ciencia ficción permite a los autores y lectores explorar las posibilidades de un mundo diferente al capitalismo. Aunque muchas veces estos mundos parecen fallidos o incompletos, su valor radica en su capacidad de imaginar algo distinto, de cuestionar el presente y proyectar futuros posibles.

Jameson también es consciente de las dificultades que plantea en términos políticos. El proyecto utópico, según él, está siempre en riesgo de ser coaptado o neutralizado por las dinámicas del poder y el mercado. Por eso, la utopía debe ser entendida como un proyecto dialéctico: no es un fin en sí mismo, sino un proceso continuo de crítica y renovación. En lugar de un modelo cerrado, la utopía es una forma de mantener viva la posibilidad de un cambio radical.

Jameson vio la utopía no solo como un lugar positivo o idílico, sino como una forma de negación del presente. Es una manera de cuestionar las narrativas dominantes y de imaginar lo que podría ser, aunque no tengamos un modelo claro de cómo se vería exactamente ese futuro alternativo

10 Legado e influencia

La obra de Jameson ha sido fundamental para la mayoría de los críticos actuales. La crítica al posmodernismo, que analizamos en el tercer punto, ha sido crucial para autores como David Harvey (que estudió la relación entre capitalismo y urbanidad) y Zygmunt Bauman (cuyo concepto de «modernidad líquida» tiene paralelismos con los fenómenos de fragmentación y superficialidad que describía Jameson).

La crítica cultural de Jameson, por otro lado, ha influido en otros teóricos marxistas como Terry Eagleton, para el que la cultura también es un campo de batalla ideológico, o Slavoj Žižek, que ha aplicado sus análisis de Lacan y Hegel a la cultura popular. El concepto de mapa cognitivo ha servido a teóricos contemporáneos, como Yascha Mounk, para explicar las experiencias de los individuos en un contexto de saturación informativo.

En fin, el legado de Fredric Jameson es fundamental para entender un tiempo, el nuestro, y darnos herramientas para comprender la lógica cultural del capitalismo tardío. A través de su obra, Jameson no solo ha desafiado a generaciones de pensadores a reconsiderar la relación entre cultura y economía, sino que también ha proporcionado herramientas teóricas que continúan siendo relevantes en la búsqueda de un futuro más justo y crítico. Su influencia se manifiesta en el trabajo de numerosos autores y en el resurgimiento del interés por la crítica cultural.

Fotografía en blanco y negro de Irene Gómez-Olano, hecha por Natalia Lago. La fotografía muestra a una persona joven con el pelo negro corto, tipo "mullet", sin que le caiga por los lados. Mira a cámara con las cejas rectas y tiene una sonrisa ambigua en la cara.
Sobre la autora

Irene Gómez-Olano (Madrid, 1996) estudió Filosofía 

y el Máster de Crítica y Argumentación Filosófica. 

Trabaja como redactora en FILOSOFÍA&CO y 

colabora en Izquierda Diario. Ha colaborado 

y coeditado la reedición del Manifiesto ecosocialista (2022). 

Su último libro publicado es Crisis climática (2024), 

publicado en Libros de FILOSOFÍA&CO.


Sobre el autor

Javier Correa Román (Madrid, 1995) es graduado en Filosofía 

y doctorando en la Universidad Autónoma de Madrid. Cofundador

 del Colectivo Mentes Inquietas y redactor de FILOSOFÍA&CO, 

es autor de cinco libros, el último publicado: Micropolítica del amor. 

Deseo, capitalismo y patriarcado (2024).




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