miércoles, 25 de septiembre de 2024

‘In Memoriam’ Fredric Jameson Diagnosticar la posmodernidad

 El crítico marxista transformó la comprensión de la cultura



 RAMÓN DEL CASTILLO

 Fue uno de los críticos literarios más influyentes desde los años noventa del siglo XX, pero su pensamiento no solo prolongó el análi sis marxista de la literatura en un mundo digital. Fredric Jameson también transformó la comprensión del cine y de otros modos de producción visual y sonora, reveló antinomias del urbanismo y de la arquitectura, conectó los ciclos económicos con las olas culturales y predijo derivas inesperadas de la globalización. No es extraño que a los filósofos les haya molestado su familiaridad con los grandes clásicos y con las corrientes de pensamiento francés y alemán que alborotaron el circo filosófico desde los sesenta: siempre gozó de una flexibilidad y de una creatividad de la que carecieron muchos de ellos. Jameson no paró. Con 90 años siguió dando clases para la Universidad de Duke, desde donde desarrolló su vida académica, pero a finales del pasado agosto se sintió mal después de iniciar su nuevo curso sobre estética. Murió el 22 de septiembre. Cuando Fred Jameson visitaba Madrid salía del avión hablando de películas españolas (como La caja 507), y en las librerías desconcertaba cuando le ofrecían ciencia-ficción pero se compraba El Criticón de Gracián, o el lote entero de los episodios nacionales de Benito Pérez Galdós (del que habló en Antinomias del realismo). Dos de sus compañeros de estudios en San Diego fueron hijos de poetas españoles exiliados, Jaime Salinas y Claudio Guillén. Me cuesta olvidar la noche en la que Jameson se despidió de Guillén en Madrid, conociendo ya el desenla ce que le esperaba a su amigo. Pe ro vuelvo a reír cuando lo veo gruñir tras leer un pasaje de las me morias de Salinas. Las discusiones en bares sobre Hegel con José Ma ría Ripalda (a quien dedicó Las va riaciones Hegel) eran imposibles de seguir, y no sólo por los ruido sos televisores que seguían tre mendos sucesos en España. Esas conversaciones podían girar so bre tal cantidad de películas, mú sicas, arquitecturas, novelas y se ries que, durante un rato, uno se olvidaba de que la desaparición del mundo parecía más inminen te que la del capitalismo. Antes de lograr que le colgaran una meda lla, su traductor y colega David Sánchez Usanos supo que sus re comendaciones nos obligaban a volver a leer como locos a los clá sicos, a la vez que nos descubrían literaturas desconocidas. Para muchos marxistas era de masiado formalista. Para muchos formalistas, demasiado marxista. Nadie es perfecto. Los primeros no parecían tener tiempo para los detalles de su hermenéutica, los segundos la consideraban de masiado conectada con el análisis político y económico. Fue tachado de pesimista por socialdemócra tas, pero mientras él derrochaba energía ellos se dejaban llevar por una desesperante melancolía. La llamada poscrítica le asocia con un marxismo desalentador, pe ro el truco acusador no funciona: con él la escuela de la sospecha no desembocó en la escuela de la desesperanza (lo ha explicado tan EL PAÍS, MIÉRCOLES 25 DE SEPTIEMBRE DE 2024 Fredric Jameson, en una imagen sin datar de la universidad de Duke. bien Leo Robson que mejor lean Jameson después de la poscrítica, en la revista New Left Review 144). Su influencia no sólo debería asociarse con las proporciones descomunales de su obra. Pocas figuras han producido lo que él, a semejante ritmo y abarcando ta maña variedad de temas. Su sin gularidad y su lucidez no se ex Demostró el poder de una retórica basada en el derroche, en el exceso inagotable plican diciendo que enseñó a ver las formas culturales como sínto mas de cambios históricos, o que liberó a varias generaciones de las versiones más vulgares de la sociología marxista de la cultura. En su caso, hay más: nada cultu ralmente interesante carece de contradicciones, pero el marxis mo no se limita a de senmascarar las servidumbres ideológicas de un producto cultural. El análi sis no es una reducción, sino una multiplicación, una operación mi nuciosa, pero nunca esquemáti ca. A diferencia de la estrategia de marxistas mecánicos, la crítica de Jameson empuja a conocer todo tipo de literatura, y nunca deseca la experiencia de la lectura. Recuerden que Jameson es tudió con Auerbach y publicó en 1961 su tesis Sartre: The Origins of a Style, luego empezó a fusionar el estructuralismo, el psicoanálisis y el marxismo de una forma sorprendente, y escribió cinco libros antes de lanzar aquel artículo sobre el dichoso posmodernismo y la lógica cultural del capitalismo tardío, que cambió el paso a todo el mundo. Desde los noventa le dio tiempo a escribir una veintena de volúmenes. Fue un estupendo profesor, siempre generoso y atento con estudiantes y colegas. Nunca se insistirá lo suficiente en la importancia de su estilo. Terry Eagleton ya expresó su admiración y sus reservas en 1982, en La política del estilo, y volvió a la carga en 2009 con Jameson y la forma. Perry Anderson y muchos otros colegas también trataron de explicar el insólito poder de una retórica basada en el derroche, en un exceso inagotable y resistente a definiciones cerradas. Qué absurdo que la obsesión de la izquierda por el contenido político haya empujado a desatender una gramática donde el significado del elemento individual se sustrae a la generalidad de un mensaje replicable, o que la urgencia de las campañas culturales empuje a sus seguidores a reiterar (hasta su vaciamiento) lemas extraídos de su obra, en vez de sumergirse en los laberintos de su dialéctica. Qué pena que se disimulen las contradicciones de la fantasía utópica que él ayudó a entender en nombre de una movilización edificante y políticamente correcta. Jameson no repitió la homilía de Adorno contra el activismo apresurado, pero abrió espacios donde el tiempo corre a un ritmo poco rentable para militantes hiperactivos. Sus estudiantes y colegas van a echar de menos su capacidad para inculcar una curiosidad insaciable sin la cual la práctica política sería un desastre. 


 Ramón del Castillo es catedrático  de Filosofía de la UNED.




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