por Bermejo| Abr 8, 2020 |
Fue en el siglo XVII cuando Leibniz escribió sobre “pequeñas percepciones de las que no tenemos ninguna conciencia”. En el siglo XIX el Romanticismo evidenció “los reinos crepusculares de la conciencia” (Coleridge); Goethe identificaba “el más allá del psiquismo” y Woodworth mencionó “los secretos rincones del corazón y de las sombras espirituales donde el sol nunca penetra”.
Gustav Carus, ya en 1850, escribiría un libro titulado ”Das Unbewusste” (El inconsciente). Y en aquellos años otro autor, Von Hartmann escribiría “La filosofía del inconsciente”, con ideas inspiradas en Nietzsche y Schopenhauer.
De forma que Freud mal que le pese a algunos psicoanalistas, no inventó ni el término ni el concepto, aun discutido, de una psique de las profundidades, inaccesible a la conciencia. Si bien es cierto que Sigmund Freud a principios del siglo XX supo poner cierto orden conceptual sugiriendo la existencia de la represión (representación afectivamente insoportable), determinados mecanismos de defensa, y el proceso de la angustia y sus síntomas.
A la luz de los descubrimientos científicos actuales, la Psicología y la Neurología han descubierto determinadas bases neurales sobre las que asentar determinados “inconscientes” o “procesos inconscientes”.
Una huella sensorial, una experiencia de la vida, puede dejar una impronta sin recuerdo consciente (inconsciente cognitivo). Si el recuerdo tiene cierta carga traumática o si se muestra indeseable para el individuo, puede tornarse “reprimido” u “oculto”, afectando o no al devenir de nuestras experiencias psicológicas y personales.
He tenido oportunidad de tratar a pacientes que procesaban sus emociones muy pobremente y que me indicaron que hechos traumáticos en su infancia/adolescencia fueron los causantes de una voluntaria restricción emocional para sobrevivir psicológicamente en determinadas circunstancias. Pulsiones de carácter insconsciente mantenían los procesos de control y salvaguardia psicológicos.
Múltiples funciones psicológicas y psicofisiológicas, operan de forma automática sin mediar control consciente.
En el inconsciente cognitivo, uno no sabe que sabe; podemos enterarnos de algo sin saber que nos hemos percatado y respondemos a ello sin darnos cuenta. ¡Hasta los amnésicos pueden aprender de forma insconsciente aun cuando estimen que no han aprendido nada!.
Algunas de estos procesos los encuentro presentes cuando formulo a mis pacientes y les propongo instrucciones posthipnóticas: los pacientes se ven compelidos a responder como les sugiero (levantar y dar unas palmadas, tocar a un compañero alejado de su mesa, etc.), y al ser preguntados formulan explicaciones peregrinas para justificar su comportamiento.
Desde un punto de vista cognitivo, podríamos definir el inconsciente como el sistema compuesto por el conjunto de contenidos, actividades y procesos cognitivos propios del organismo que son relevantes para explicar su funcionamiento tanto interno como externo, pero de los que no puede dar cuenta por carecer de una vivencia subjetiva clara de los mismos.
Muchos de mis pacientes con ansiedad, o depresión, a menudo se muestran esquivos y preocupados respecto a determinados contenidos de su conciencia que supuestamente surgen a partir de determinados procesos inconscientes. Yo me apresuro a darles una explicación en profundidad sobre tales pensamientos enojosos, haciéndoles ver que una alternativa inteligente frente a los mismos es operar inteligentemente mostrando con algunas técnicas y herramientas, cierta distancia psicológica frente a tales pensamientos.
No podemos negar la existencia de tales procesos inconscientes pues. La psicología cognitiva actual ha arrojado luz al respecto. Conocerlos mejor ayudará a una vida más integrada y feliz, y menos recursiva psicológicamente. Tenga en cuenta el lector, con todo lo que ha avanzado la Psicología Científica actualmente, lo que sí podemos determinar (aunque no les guste oirlo a los psicoanalistas) sin ningún género de dudas que el «subconsciente» como «territorio psicológico o mental» no existe en absoluto; al menos, su evidencia científica es inexistente..
Alberto Bermejo
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