sábado, 30 de mayo de 2020

El Simulacro en Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier, y Juan Carlos Onetti.


 
por Jessenia Chamorro Salas
  
1. Noción de Simulacro:

Para poder entender la noción de simulacro, hay que comprender la relación que tiene éste concepto con los de realidad y ficción. Ya en la Grecia antigua los pensadores se preguntaban acerca de ésta noción, por ejemplo, Tomás Eloy Martínez señala en su artículo Ficciones Verdaderas que: “En el Sofista, que es su diálogo sobre el ser, Platón define el simulacro como una pretensión de copia, una copia de la copia, y sugiere que los simulacros deben mantenerse encadenados en lo profundo, donde no puedan alcanzar a los significados, porque es preciso impedir que asciendan a la superficie, y se irradien como una enfermedad (T. Eloy Martínez p. 42)”. He ahí entonces la razón por la cual Platón expulsó a los poetas de su República, por “falsear la realidad”, por copiarla y degradarla a través de un, para él vil, simulacro. Eloy Martínez va más allá de exponer la idea platónica y la rebate diciendo que : “Al revés de lo que pensaba Platón, el simulacro es una manera de subvertir el mundo de la representación porque en vez de una copia degradada, es una fuerza positiva que niega tanto al original, como a la copia. (T.E. Martínez, ídem). Es decir, el simulacro se basa en una realidad para crear otra, otra que no es una copia, sino que es una realidad alternativa, que subvierte a la real, y no sólo la representa. Manuel F. Medina señala respecto a la relación entre simulacro y creación lo siguiente: “Construir la realidad, duplicar el proceso de creación, “crear” la realidad. El mundo exterior representado en las obras se vuelve accesible al copiarlo. Bajtin observa una característica similar en la novela autorreferencial, o con un referente literario que aparenta representar, reemplazar y subyugar la realidad (M. 125)”. En este sentido, el simulacro se vuelve la creación de una realidad alternativa, que se crea a partir de la realidad existente, pero que, como dice Martínez, subvierte la realidad preexistente, simulando otra. Jean Baudrillard en su libro Cultura y Simulacro entrega diversas perspectivas acerca de la noción de simulacro, y entre ellas, una bastante factible de entender: “Simular es fingir lo que no se tiene. La simulación vuelve a cuestionar la diferencia de lo “verdadero” y de lo “falso”, de lo “real” y lo “imaginario” (Baudrillard p.12)”. Con esta explicación, entra en relación con el simulacro la idea de lo verosímil, porque el simulacro, al crearse a partir de la realidad, contiene ciertos referentes que lo transforman en algo “creíble”, posible de suceder, pero al ser creación, es ficción, y por lo tanto no es real en el sentido literal de la palabra. Es por esto que el simulacro se encuentra en una zona intermedia y cuestionante entre lo “real” y la “ficción”, y entre lo “verdadero” y lo “falso”. Baudrillard es lapidario cuando señala lo siguiente: “La era de la simulación se abre, con la liquidación de todos los referentes (Baudrillard p.11), o sea, la realidad se quiebra con el simulacro. Medina señala respecto a la relación entre verosimilitud y simulacro que: “No se pone en cuestión entonces, el valor de la verdad, puesto que no hay una verdad dada, sino ausencia de verdades. De lo que se trata es de formular lo verosímil e inverosímil. (p.43)”. Es por ello que el simulacro va más allá de lo real o lo imaginario, se trata de una realidad alternativa, que no tiene que ver con la verdad del mundo. Baudrillard postula con respecto a la realidad y la imaginación que:”La imposibilidad de escenificar la ilusión, es del mismo tipo que la imposibilidad de rescatar un nivel absoluto de realidad. La ilusión ya no es posible porque la realidad tampoco lo es (Baudrillard p.47)”. Es por ello que en ese espacio intermedio de imposibilidades que representan la realidad y la ficción que sólo se sabe ficción, se encuentra el simulacro, que escenifica una ilusión, a partir de una realidad subvertida. Tomás Eloy Martínez, para explicar la relación simulacro-verosimilitud señala lo siguiente: “Los conceptos de verosimilitud, representación, y lo que Barthes llamaba la “ilusión referencial”, sitúan la verdad en cualquier parte o en ninguna. La escritura literaria tiende a crear verdades que coexisten con otros objetos reales, pero que no son la realidad, sino, en el mejor de los casos, una representación que tiene la misma fuerza de la realidad y engendra una ilusión igualmente verdadera. (Prólogo T. E. Martínez)”. Es decir, no es relevante lo verdadero, sino que en la creación de esa realidad simulada haya verosimilitud, y ese hecho es el que le permite simular la realidad referencial. Las palabras de Medina corroboran esta idea: “La ficción se mueve dentro de un territorio donde la realidad nunca es previsible: la realidad no está obligada a ser como hace un instante fue. Su única obligación es engendrar una verdad que tenga valor por sí misma, que sea sentida como verdadera por el lector. Para un escritor de ficciones, el lugar de la verdad está en el lugar de la imaginación. (Medina p.47). Como bien hemos señalado, el simulacro si bien se crea a partir de la realidad, no representa esa realidad, sino otra, tal como dice Baudrillard: “La simulación corresponde a la que es generada por los modelos de algo real sin origen ni realidad: lo hiperreal (Baudrillard p. 9)”, ese lugar intermedio y alternativo al real. Las palabras de Medina agregan otra idea con respecto a la relación entre el simulacro y lo hiperreal: “Mundo hiperreal es el que se levanta como una resistencia en contra de la realidad. El mundo simulado se ha convertido en lo real. Según Baudrillard, la realidad la inventan creadores de ficción, y la “realidad” trata de justificarla o corroborarla (Medina p.124). El simulacro nace enfrentándose a la misma realidad de la que parte, la subvierte, la usurpa y en ella adquiere sentido, pues como dice la cita, la realidad referencial trata de corroborarla. Medina postula que: “Todo acto de narración es un modo de leer la realidad de otro modo, un intento de imponer a lo real otra forma de coherencia, fundada a veces en el caos o el azar (Medina p.47)”, de ahí entonces que el simulacro se encuentre presente en las ficciones literarias, que intentan dar sentido a la realidad caótica simulando otra realidad. Perspectiva iluminadora encontramos en las palabras de Nietzche a las que refiere Medina: “Nietzche hablaba de “la alta potencia de lo falso”. Es en este sentido que se entiende el simulacro de la ficción, no como una negación de la realidad, sino como la construcción de otra realidad en la que no hay modelos ni copias, sino una nueva forma de orden, si se acepta el oxímoron, o caos como orden. (Medina p.47)”.Es esa realidad alternativa y subvertida que ya hemos venido proponiendo a partir de las diversas perspectivas autoriales. Este autor también señala, para explicar la relación que se establece entre el simulacro y la parodia, lo siguiente: “Hutcheon define Parodia como una inversa ironía, porque la crítica de lo que se imita no debe necesariamente ridiculizar el modelo emulado (Medina. p.45); esta misma idea la podemos aplicar a la noción de simulacro, pues éste no pretende sólo ridiculizar la realidad que subvierte, sino, criticarla a través de la parodia.

La realidad (referencial), y el supuesto orden superior que ésta tiene, ha sido defendida y debatida a través del tiempo, Medina sintetiza este aspecto, aclarando dudas con respecto la noción de simulacro, que intentamos comprender antes de visualizarla en nuestros textos a analizar:

“Leibniz formuló el argumento de que el azar no existe, sino que Dios ha establecido el orden del universo, por tanto se borra el concepto de casualidad…Estudiosos contemporáneos han desafiado la presencia de un Dios. Baudrillard parte de un modelo basado en la ficción, simulacrum, y que se origina del concepto de que los escritores tratan de duplicar o simular, la realidad exterior de sus textos. Asevera que los espacios creados en textos ficticios constituyen una simulación de una realidad imposible de duplicar porque el signo jamás equivale al espacio que se intenta reproducir…En la última mitad del siglo XX, la ficción subvierte o destruye la característica asumida de que el mundo reproducido equivale a la realidad. La ficción ha evolucionado desde enfatizar su carácter de duplicar la realidad, a una narrativa que enfatiza la carencia de similitud entre los textos creados y su modelo imitado (Medina p.124)”

El simulacro podemos verlo también, como una evocación (subvertida) de la realidad, y en éste caso, debemos tener en cuenta las palabras de Alfonso de Toro que refieren al simulacro en el sentido que éste va desestabilizando los referentes: “En el momento en que una estructura comienza a evocarse, se desintegra, se rompe por la falta de una base que la sostenga. Este movimiento continúa infinitamente eliminando la similitud, diseminando las identidades, destruyendo lo común que comienza a insinuarse, y así se prolonga este movimiento hacia la nada, donde queda la fascinación. Estamos tratando una escritura sin espacio ni tiempo, un pensamiento rizomático, un simulacrum ad libitum (De Toro p.46). De Toro agrega que: “La escritura quiere ser imitación, pero lo es sólo de cuarto grado, produce una copia de una copia de una copia, una simulación de algo que no existe, como dice Derridà” (De Toro p.49); perspectiva la cual, se asemeja en demasía a la platónica, en el sentido de que el simulacro es una re-copia de una realidad. Medina postula una idea que podemos relacionar con la de De Toro, y a la vez con la primera de Platón: “No importa demasiado que la desemejanza del original, que es la base de todo simulacro, sea pequeña o grande, lo que importa es que esa disimilitud, esa desemejanza, sea juzgada por sí misma, sin tomar en cuenta ninguna identidad que la preceda; que esa desemejanza sea la unidad de medida a través de la cual entendemos el mundo, que sea nuestra manera de ver el mundo.(Medina p.42)”. Esta idea refuerza lo que han dicho otros autores que hemos mencionado, la idea de que más allá de la realidad referencial, de su verdad, semejanza o ficcionalización, importa esa realidad alternativa, subvertida y simulada, porque ella es autónoma.

Por último, tenemos tres perspectivas enunciadas en el artículo de J. Alazraki, en las que se relaciona la noción de simulacro, con el lenguaje, la cultura y la historia: “Wittergentein dice que el lenguaje ha sido reducido a un instrumento que sólo se justifica por los varios usos que hacemos de él, a un juego que genera una realidad ficticia que cancela o reemplaza la historia. Esa realidad artificial no es sino el mundo creado por la cultura. (Alazraki p. 185)”. Es decir, el autor opina que el simulacro es una realidad ficticia, artificial, que crea la cultura a través del lenguaje. Agrega: “Levi Strauss dice que el historiador sabe que no hay una, sino varias verdades en torno a un hecho histórico, y que cada una de ellas es igualmente verdadera, tiene que reconocer a todas una realidad igualitaria, pero sólo para descubrir que el hecho histórico, tal como se le conoce, no ha existido (p.188). Es decir, aquí el autor pone al mismo nivel a la historia y a la realidad simulada, pues en ambos casos, no hay sólo una verdad, sino sólo interpretaciones (simulacros de realidad). Por último tomaremos la referencia que hace a Cassirer: “Cassirer postula que el lenguaje, como instrumento del conocimiento, deja de ser una traducción para convertirse en una paráfrasis, del reflejo de la realidad deviene una realidad independiente (ibíd.)”. La idea que se desprende de aquí es que el lenguaje, no refleja ni imita la realidad, ya no la representa, sino que crea una realidad autónoma, alternativa, simulada.

Después de este largo paseo por diversas perspectivas autoriales acerca de la noción de simulacro, podemos concluir con la idea de que el simulacro es la creación de una realidad (ficticia, verosímil, ni cierta ni falsa), alternativa a la realidad referencial, y que no obstante partir de ella, la subvierte. Siguiendo éstas líneas es que intentaremos desentrañar cómo se manifiesta el simulacro en las tres obras que analizaremos a continuación.

El Simulacro en El Pozo de Juan Carlos Onetti:

Juan Carlos Onetti publica esta novela breve en 1939. Para comenzar nuestro análisis, presentaremos una pequeña síntesis acerca del argumento de la obra: Eladio Linacero, al llegar a su madurez (los cuarenta años), entra en una profunda crisis existencial, de la cual es consciente; como forma de evasión y compensación ante su sórdida y degradada realidad, comienza sus memorias, Eladio dice “Esto que escribo son mis memorias. Porque un hombre debe escribir la historia de su vida al llegar a los cuarenta años. Sobretodo si le ocurrieron cosas interesantes” (p.10). Eladio Linacero va mezclando sus sueños y los recuerdos de sus vivencias en su narración, apareciendo diversos personajes a los que va haciendo alusión, como por ejemplo su ex esposa Cecilia, la prostituta sin nombre y Ester, su compañero de cuarto Lázaro, Cordes el poeta, y por sobretodo, Ana María, la joven de quien él abusó, y quien vuelve a su memoria constantemente, transfigurada en la más importante de las fantasías que Eladio imagina, ésta es, la cabaña de troncos.

Cristián Cisternas dice en su artículo sobre El Pozo con respecto a ésta fantasía que: “La escena de la cabaña es el entramado básico sobre el cual Linacero proyecta su necesidad vital de evasión y compensación. Lo inefable que Eladio siente al imaginar su aventura es uno de los límites de su escritura. (=)”. Además, señala Cisternas, que gracias a su imaginación Eladio Linacero escribió sus fantasías que se transformaron a lo largo del relato, en una especie de catarsis y compensación ante la degradada realidad que vive en el presente, y la sordidez de su actuar en el pasado, es consciente de su situación, es lúcido, y esa lucidez lo lleva a escribir: “Su ideología es sutil, simple y concisa; Eladio Linacero escribió unas limitadas cuartillas y no imaginó más, o tal vez imaginó muchas cosas desde entonces, pero no se le dio en gana escribirlas: Catarsis individual, intransferible, que no se presta a espectáculo. El pórtico narrativo lo constituye la instauración de un espacio ficcional motivante: La cabaña de troncos, locus de la escritura y de la imaginación. (C ***)”. Como bien el crítico señala, es desde la cabaña de troncos donde las fantasías de Eladio comienzan a nacer. Las fantasías y la realidad aparecen en la obra en un mismo plano, esto quiere decir que hay una equivalencia entre los mundos representados. Eladio se ha creado un mundo de sueño y ensueño que habita para compensar la repugnancia del mundo en que vive.

En los “mundos posibles” que él imagina, Eladio se vuelve Otro, es protagonista de diversas aventuras que le permiten evadirse de su realidad, siendo absolutamente consciente de ella. Linacero dijo en un comienzo de su relato que narraría acerca de episodios de su vida “Porque un hombre debe escribir la historia de su vida”, había dicho, no obstante, Eladio no narra fundamentalmente su vida, sino sus fantasías, lo que él quisiera vivir, la proyección de sí mismo en su imaginación.

En su vida real, Linacero trata de despojarse de cualquier motivación racional, por ejemplo, se ha propuesto estar con una prostituta gratis ¿Por qué?, ¿Cuál es su motivación?, lo irracional, en éste caso, ir contra el capitalismo en la relación compra-venta-dinero: “Desde entonces me propuse tenerla gratis (p.26)”, dice Eladio con respecto a Ester; cuando ella por fin, después de muchas insistencias aceptó que no le pagara, Eladio perdió el interés por estar con ella, pese a eso, de todas formas estuvo: “Ya no tenía ningún interés. Pero no había otro remedio, y salimos“.

Eladio Linacero representa la figura del fracasado, es incapaz de sociabilizar, y además es nihilista; no obstante es un personaje que tiene una esperanza idealista, busca la “belleza”, a pesar de ser un hombre degradado, aún cree que en algún lugar puede haber belleza, y es ésta esperanza también, una fuerza que motiva tanto sus fantasías, como algunas de sus experiencias de vida, por ejemplo cuando lleva a su entonces esposa Cecilia, a una calle y la hace ir y venir por un puente en la madrugada vestida con un viejo vestido, para ella fue aquél suceso el detonante de la petición de divorcio, pues le pareció un acto ilógico; para Linacero en cambio fue un acto en que quería revivir el recuerdo de la belleza juvenil de Cecilia, del mar y de aquella precisa noche de noviazgo: “Había una esperanza de tender redes y atrapar el pasado y a la Ceci de entonces…Pero allá arriba, su paso era distinto. No había nada que hacer” (p. 31). Esta búsqueda de la belleza también se manifiesta en el encuentro de Eladio con Cordes, en donde sucede la epifanía estética del Pescadito Rojo, poema que Eladio logra sentir y ver interiormente, lo cual demuestra su sensibilidad pese a su nihilismo y escepticismo. La virtud del poema, tiene una función semejante a la de sus fantasías, pues le permite a Eladio ingresar a un mundo perfecto y salir del suyo “Todo lo que pueda decir es pobre y miserable comparado con lo que dijo él aquella noche. Me bastaba oírlo para continuar vibrando con la historia del pescadito rojo” (p. 41)

Parece evidente que señalemos que Eladio Linacero se sirve de su propio mundo interior para escapar al mundo de la realidad, pero hay que recordar, cuán consciente es Linacero de ella, porque, como señala C. Cisternas: “Onetti concede que la imaginación es intransable e intraducible, que la escritura no es solución finalista (p.36)”. “Todo es inútil, y hay que tener al menos el valor de no usar pretextos (p.45)”, dice Eladio al terminar su confesión, su historia.

Después de esta pincelada acerca de aspectos importantes de la obra, es importante que explicitemos cómo se manifiesta el simulacro en su interior. Pues bien, el simulacro se manifiesta en Eladio Linacero, esto es, el simulacro funciona como un mecanismo a través del cual el personaje se evade y compensa su realidad por medio de las fantasías que va relatando. En este sentido sucede lo que Baudrillard explica:”Todo se metamorfosea en el término contrario para sobrevivirse en su forma expurgada (Baudrillard p.45); es decir, en sus fantasías, como ya dijimos, Eladio se vuelve Otro, se metamorfosea, realiza un “querer ser” imposibilitado en el mundo real. Por ejemplo, imagina historias de cowboys, en donde él es el protagonista, y se relaciona con otros sujetos semejantes a él; en este sentido cabe destacar que sus simulacros-aventuras representan típicas fantasías masculinas, como por ejemplo la aventura de Alaska (p.17), en donde Eladio va a una taberna a jugar póker con un grupo de amigos. Este tipo de aventura, tal como la de Klondike y Suiza, representan el estereotipo masculino de gallardía, virilidad y poder que Eladio desea. Son fantasías que representan el anhelo de poder que en la realidad Eladio no posee, por eso, en sus aventuras, simula ser Otro, un hombre que está en armonía con su medio y con su espacio: “Diez años en Alaska me dan derecho a no equivocarme” (p.17) dice Eladio refiriéndose al tiempo; a diferencia de su realidad, en donde está en permanente conflicto, tanto con lo que lo rodea (la situación escritural de la cual él es consciente, y la cual le produce gran asco), como del pasado miserable que quiere compensar por medio de la simulación de otra realidad, una realidad de sueño y ensueño (alternativa), que subvierte los referentes de la realidad para crear otra, como medio de evasión compensativa de su propia realidad degradada. Es aquí donde es de vital importancia que reflexionemos acerca de la significación de la fantasía de la cabaña de troncos, en la cual una muchacha desnuda se tiende sobre un montón de hojas secas, ofreciéndose a Eladio: “Ella es quien abre la puerta de la cabaña. Y entra corriendo. Desnuda se tiende sobre la cama de hojas” (p.16). Esta aventura está imaginada a partir de un hecho real de la vida de Linacero, pues él intentó violar a Ana María, la muchacha, con la cual él fantasea: “Cuando la puerta vuelve a cerrarse, Ana María está ya tendida en la cama de hojas, esperando…La cara de la muchacha tiene entonces una mirada abierta, franca y me sonríe” (p.18). En esta fantasía, Eladio simula una realidad en la que él no actuó ni violenta ni sórdidamente con Ana María, y además simula que ella se ofrece a él sin oponer resistencia, esto queda expresado por Eladio en la cita anterior, en donde la joven lo espera tendida y desnuda. Cristián Cisternas dice respecto de ésta fantasía que: “En el fondo estamos ante una homología deseada entre la habitación soñada, y la escena de encierro original. Ambas son habitaciones “con vistas”, la segunda hacia un espacio de degradación, la primera hacia una perspectiva de dicha inefable. El puente de conexión entre ambas es la escritura; desrealización, el sujeto se metaforiza y proyecta su circunstancia en una imagen primera, elemental. (Cisternas p.31). Eladio produce, a través de su escritura, la proyección del simulacro de sus fantasías, en donde en el espacio de la degradación pone la experiencia de lo sublime o inefable. El crítico agrega con respecto a la escritura y su relación con Linacero: “La escritura es, para la creciente conciencia desrealizadora de E.L., exposición, exhibición y riesgo; y por ese lado, un inhibidor de la imaginación creativa, un precio quizá demasiado alto por la autarquía de espíritu, estoica, aunque se alcanza tras una ardua lucha. Paradójicamente, sólo a través del acto de escribir, los preceptos originales de la conciencia se objetivan. (Cisternas p.32). La escritura de sus fantasías es el medio por el que Linacero crea el simulacro que compensa su realidad-real, evadiéndose en sentido íntimo y personal a través de su realidad-imaginada. Refiriéndose a la gran imaginación de Eladio, su relación con la escritura, y el desdoblamiento que sufre a través de ella, Cisternas dice que: “La infinita potencialidad imaginativa del sujeto y la articulación infinitamente catalizable de la escritura hacen del Yo un complejo centrífugo a la vez que centrípeto, cuyas latencias primigenias se resuelven en el doloroso desdoblamiento que implica la escritura, y se disuelven y disgregan en la impersonalidad de la estructura de frase” (p.33). Para Eladio, por tanto, podemos decir que la escritura de sus fantasías-simulacros, son de hecho un proceso catártico. Es importante recordar, que el simulacro usurpa la realidad, y en el caso de ésta obra sucede aquello, puesto que Eladio se había propuesto escribir sobre la historia de su vida, pero en cambio ha escrito sobre la historia de sus fantasías mayormente, el simulacro se ha convertido en su realidad, a pesar y por estar consciente de su realidad-real. Otro crítico señala lo siguiente: “En la novela de Onetti la creación cobra cierta independencia respecto de su creador, generando su propia legalidad a partir de su dinamismo intrínseco (Rev. Chil. Lit. Nº 46. p.17), esto refuerza la idea de que el mundo simulado por Eladio, contiene sus propias particularidades, dadas por la autonomía de este mundo con respecto al real.

Para terminar este sucinto análisis, destacaremos la idea de que el relato que escribe Eladio Linacero, funciona como un simulacro de compensación y evasión personal ante la propia realidad miserable y degradada, es para Eladio un proceso catártico que concluye al terminar su relato, su simulacro, es personal, es íntimo, en esto se diferencia de la noción de simulacro, pues ésta conlleva el aspecto social. En relación con esto, concluiremos con las palabras que C. Cisternas dice al respecto:

“Eladio Linacero alza la vista hacia un entorno desrealizado, en donde se condensa la aspiración de la noche como ámbito solvente del Yo; un ciclo que se cierra con la imaginación extenuada y la escritura conclusa, caída en su pozo de resonancias…Como el personaje de E. A. Poe, Linacero recorre su espacio, lo reconoce trampa y lo sublima en escena, enfrentando cara a cara el vértigo del pozo y humanizándolo como espacio propio de una trascendencia, portal o terraza hacia los dominios de la noche especular”(p. 37)

El simulacro en Los pasos perdidos de Alejo Carpentier:

Iniciaremos recordando la fecha de publicación de la obra:1953, y daremos una sucinta síntesis acerca del argumento de ésta. El narrador es un sujeto que entra en una crisis existencial a causa de su vida rutinaria; está descontento con su propia vida y con el mundo; se siente frustrado, es musicólogo pero sólo musicaliza publicidad y eso no lo motiva; está casado, pero su matrimonio está desgastado, y su esposa también está frustrada a causa de su artículo de actriz en donde no se desempeña plenamente. Se embarca luego en un viaje, en búsqueda de unos instrumentos musicales primigenios, que comprobarían su tesis del origen mágico-mimético de la música; y allí su viaje va adquiriendo características del viaje mítico, pues va retornando al origen de la cultura y la civilización (del centro cultural, a la periferia, y luego a la prehistoria). Sin embargo el viaje mítico se parodia, pues ni él es un héroe mítico intachable (viaja con su amante, Mouche), ni termina el viaje con un aprendizaje de parte del narrador, por el contrario, retorna derrotado. El viaje, motivo recurrente en la literatura, resulta ser en esta obra un largo momento de evasión para el narrador frente a la crisis que estaba viviendo; es un encuentro del narrador con un origen, con un pasado y un lugar perdidos. Es un personaje que ha perdido su autoestima, su alegría de vivir, sus raíces latinoamericanas, y a través del viaje, poco a poco va recuperando las cosas: su idioma español, su amor por Rosario (la mujer natural, muy distinta de su esposa Ruth, y su amante Mouche), su deseo de ser padre, y finalmente, su capacidad creativa (pues empieza a componer en la selva una Cantata). El narrador termina añorando el pasado, quiere recuperar los modos de vida de una vida pre-moderna, más cercana a la naturaleza y alejada de la civilización.

Luego de presentar algunos aspectos relevantes de la obra a modo de síntesis de su argumento, procederemos intentando develar cómo se manifiesta la noción de simulacro en ella. Para comenzar, debemos decir que en Los Pasos Perdidos se visualizan al menos dos simulacros, uno breve que se manifiesta sólo en el pensamiento y en la intención del narrador-protagonista, y otro simulacro profundo y significativo presente en la figura de su esposa Ruth.

Abordaremos en este apartado el que refiere al narrador-protagonista, quien es un personaje, como dijimos, que está sufriendo una crisis existencial, no se siente dueño de su destino, pero lo acepta, tal como acepta el viaje que se le propuso a pesar de considerar absurdo el objetivo de encontrar los instrumentos musicales primigenios. No obstante lo acepta, porque lo necesita para evadirse de su realidad momentáneamente, y porque sabe que podrá justificarlo con la falsificación, pues piensa que si no llegase a encontrar los instrumentos que se le encomendó buscar, bien podría conseguir algunos falsos y hacerlos pasar por verdaderos, para de esa forma, validar su viaje. Aquí encontramos entonces, una intención de realizar un simulacro, la intención de fingir una realidad, utilizando un referente de ella, pero subvirtiéndola, creando una realidad alternativa, un intento de simular instrumentos primigenios desconocidos con burdas y falsas imitaciones que difícilmente podrían ser desenmascaradas, por desconocerse la realidad de los instrumentos buscados. Sin embargo, este es sólo un intento de simulacro, presente en una idea del narrador.

El simulacro más relevante al interior de la obra lo lleva a cabo Ruth, en su papel de actriz, en su papel de abnegada y preocupada esposa, y en papel de posible madre sufriente.

En sentido estricto, Ruth, por a causa de su profesión está obligada a simular una realidad que no es la propia, es actriz, y ha venido actuando el mismo papel más del tiempo que ella hubiera querido, por lo cual, todos sus afanes actorales se han visto frustrados, y a la vez, han frustrado también su vida matrimonial, puesto que debido a los ensayos e innumerables representaciones, sólo puede estar con su esposo el día domingo. El narrador comenta lo siguiente en relación a la profesión de su esposa: “Me consternaba pensando en lo duro que se había vuelto, para Ruth, esta prisión de tablas de artificio. En los días de estreno de esa tragedia de la Guerra de Secesión, vislumbrábamos a lo sumo una aventura de veinte noches. Ahora llegábamos a las mil quinientas representaciones. Así para Ruth, lejos de ser una puerta abierta sobre el vasto mundo del Drama -un medio de evasión-, este teatro era la Isla del Diablo” (p.8). Ruth, por tanto a tenido que simular durante años el mismo papel, sin tener oportunidad de zafarse de el, el simulacro de la representación casi se ha vuelto su vida, y sus aspiraciones de representar los grandes papeles femeninos han quedado reducidas, como dice el narrador: “la ilusión había quedado vencida, al fin, por la tristeza de los monólogos declamados frente al espejo” (p.9). Tanta fuerza había tomado en la vida de Ruth (y en la del narrador), el simulacro de la representación teatral, que hasta en los días domingo (único día propicio para volver a ser marido y mujer), parecía verse obligada a representar el papel de amante esposa, tal como el narrador, quien señala lo siguiente: “El domingo, al fin por la mañana, yo solía pasar unos momentos en su lecho, cumpliendo con lo que consideraba un deber de esposo, aunque sin acertar a saber si, en realidad, mi acto respondía a un verdadero deseo por parte de Ruth” (p.9). El escenario, en donde Ruth debe simular perpetuamente su papel, sin lograr escapar del, ni poder actuar otros, se muestra para el narrador de la siguiente forma: “Al dejar a mi esposa en su escenario al comienzo de la función de la tarde, tenía la impresión de devolverla a una cárcel” (ibíd.). La representación que Ruth realiza de la obra acerca de la Guerra de Secesión, es un simulacro del cual ella no puede escapar, porque es una realidad que se ha sobrepuesto a la suya, reemplazándola casi por completo. El narrador detesta la profesión de su esposa, porque siente que esa ha sido la causa del deterioro matrimonial: “Tuve como una fogarada de ira contra el estúpido oficio de fingimiento que siempre se interponía entre nuestras personas; contra aquél drama que había dividido nuestra casa, arrojándome a la otra” (p.10), dice el narrador, excusando su adulterio. Agrega el narrador, cuando Ruth se encamina urgentemente a un llamado del teatro: “Ruth se puso de pie, y me vi ante quien dejaba una vez más de ser mi esposa para transformarse en protagonista; se prendió una rosa artificial en el talle, y, con un leve gesto de excusa, se encaminó hacia el escenario, cuyo telón acababa de abrirse removiendo un aire oliente a polvo y maderas viejas” (p.10). Esa es la imagen que el narrador tiene de su esposa, una mujer que debe fingir ser otra, transformarse, dejar de ser quien es para simular una representación, otra realidad, la cual se interpone a la que debiera vivir. Resignado el narrador comenta lo siguiente: “Pero otra vez un texto, un escenario, una distancia, se interponía entre nuestros cuerpos, que no volvían a encontrarse ya, en la Convivencia del Séptimo Día” (p.14). En el sentido enunciado, el simulacro del que forma parte Ruth, es literal, e intrínsecamente ligado al hecho de que ella es actriz, y debe fingir, simular ser otra, en una representación ficticia que ha suplantado su propia realidad.

La novela continúa, el narrador viaja, le suceden diversos episodios de de los cuales va aprendiendo, y va adquiriendo una experiencia y una conciencia que antes no poseía, pero la cual buscaba; sin embargo, debe volver a su realidad en la ciudad, con su profesión y con su esposa. Allí es testigo del gran papel que Ruth representa. “Todos me mandaron recortes de publicaciones en las que Ruth aparece, en nuestra casa… o bien irguiendo una silueta plañidera ante las vitrinas del Museo Organográfico, o mirando un mapa con expresión dramática…Una noche, estando en escena, tuvo una corazonada…A la mañana siguiente, Ruth era patética figura de actualidad…mi esposa ha trazado un hermoso y plácido cuadro de nuestra vida conyugal…soy un mártir de la investigación científica, que torna al regazo de la esposa admirable” (p.192); dice el narrador cuando se entera de cómo ha actuado su esposa con respecto a su supuesta desaparición. El encuentro del narrador con Ruth, es una escena digna de películas hollywoodenses, éste la explica: “Apenas dejo la escalerilla del avión, la boca de Ruth acude a mi encuentro, y su cuerpo me busca en la inesperada intimidad creada por los abrigos abiertos que se hacen uno a ambos lados de nuestros flancos” (p.194). Lo que vendrá después, veremos, es la actuación en que Ruth se desempeña plenamente, el papel en donde busca desarrollar todo el potencial que había visto frustrado tras años de fingir un mismo personaje; el narrador opina al verla: “Y observo a Ruth, ahora bajo las telarañas de la galería de los retratos, y me parece que interpreta el mejor papel de su vida: se hace poco a poco el centro del acto, su eje de gravitación, y quitando toda iniciativa a las demás mujeres, usurpa las funciones de ama de casa con una gracia y movilidad de una bailarina. Se yergue, esbelta ante el camarógrafo de las actualidades, y es su actuación tan matizada, diversa, insinuante; siempre atenta a mí, usando il artimañas para ofrecerse a todos como la estampa de la dicha conyugal que dan ganas de aplaudir” (p.195). El narrador agrega: “Tengo la impresión, que sólo falta bajar el telón y apagar las candilejas” (p.195). Tal es la imagen que Ruth proyecta, la de estar simulando uno más, sino el más relevante, de los papeles que como actriz, ha representado en su vida. Ruth ha creado, alrededor de todas las circunstancias que envuelven el viaje de su esposo, un simulacro, otra realidad, que se presenta como una obra de teatro, en la cual ella es la actriz principal, y como tal, puede desarrollarse plenamente. El simulacro ha usurpado a la propia realidad. Cuando se van conociendo detalles del viaje del narrador, aparece a la luz Mouche, la amante que lo había acompañado en un inicio del viaje, esta situación afecta interiormente a Ruth, pero no su despliegue escénico, el narrador dice al respecto: “De súbito, el sublime teatro de mi esposa se hundía en el ridículo….Su cara parecía hecha de la materia yesosa de las máscaras trágicas” (p.197). Cuando el narrador al fin se decide a pedirle el divorcio a su esposa para volver a la selva junto a Rosario, Ruth alcanza su clímax dramático, el simulacro de su representación se materializa hasta la exacerbación: “De repente, dejé caer la palabra divorcio. Entonces, una gran trágica se alzó ante mí. No podría recordar lo que me dijo durante la media hora en que la habitación fue su escenario. Lo que más me impresionó fueron sus gestos. Sospecho ahora que todas las inhibiciones dramáticas de Ruth, su atadura de años a un mismo papel, sus deseos, siempre aplazados, de lacerarse en escena, viviendo en horror y la furia de Medea, hallaron de pronto un alivio en aquél monólogo que excedía hasta el paroxismo” (p.198). No sólo la representación es del papel de esposa sufriente, sino también el de ser posiblemente madre: “Le pregunté por fin si era cierto lo de su embarazo. En ese momento, Temis se hizo madre: se abalanzó a su propio vientre con gesto desolado” (p.199). Casi al finalizar la novela, el narrador comenta que Ruth, pese a que ya había pasado la contingencia de la noticia de su marido, seguía representando su papel: “Y empezó mi lucha encarnizada con una Ruth vestida de negro, sin carmín en los labios, empeñada en seguir representando su papel de esposa herida en el corazón y en el vientre ante los jueces de la nación” (p.204). Ruth simula ahora ser una víctima de la circunstancias de su marido, y valora el artículo de actriz que hacía un tiempo detestaba: “Ahora, aquél escenario de la Guerra de Secesión que tanto torturaba a Ruth por el automatismo cotidiano de la tarea impuesta, pasaba a ser un santuario del arte, el camino real de una carrera” (p.204). Agrega el narrador, opinando hacia la actitud de su esposa: “En fin de cuentas, ella ha tenido el mejor papel en la gran comedia armada” (p. 204). Ruth, podemos decir, después de este panorámico análisis textual en donde deducimos sus actitudes, mediatizadas por la visión del narrador, ha creado un simulacro, en dos planos, uno literal al comienzo de la novela dado por su condición de actriz, y otro en que ella, convirtiéndose en actriz en su vida real, representa un papel en donde se siente plena y desarrolla su, hasta entonces, frustrado potencial escénico. Crea una realidad en donde ella es protagonista, una realidad en que se metamorfosea, en que subvierte su realidad para compensar sus carencias y demostrar todo lo que puede llegar a ser.

En relación al teatro que Ruth representa, y del cual el narrador forma parte, como un mundo total, tenemos las siguientes palabras de Emil Volek que pueden darnos un vislumbre mayor con respecto a ésta idea: “En Los pasos perdidos ha crecido el estrato alegórico, permea todo el texto. Acciones, ideas, lugares y personajes están arrancados todos del mundo concreto sensorial, y están transformados todos en elementos absolutos, universales del Gran Teatro del mundo, o por lo menos, del “teatro” en el sentido peyorativo de la palabra. La alegoría y el concepto de mundo como un teatro enlazan la obra con el género de la moralidad medieval”(E. Volek p. 142). Ruth ha creado una realidad alternativa y subvertida que ha permeado la realidad ante su esposo y los demás, en este sentido parece coherente citar las palabras de Volek cuando dice que: “Trascendencia vacua, apoteosis de la libertad creadora (p.151). El realismo es condición necesaria de su propia subversión” (p.152). De esta forma podemos concluir este pequeño análisis acerca del simulacro en Los pasos perdidos.

El simulacro en Tema del Traidor y el Héroe de J. L. Borges:

Para comenzar, daremos un pequeño resumen de este cuento que aparece en el libro Ficciones del autor, el cual compila los cuentos aparecidos en El jardín de los senderos que se bifurcan de 1941, y Artificios del año 1944. Para luego centrarnos en el análisis de la noción se simulacro presente en el cuento, aludiendo a estudios respectivos.

Este es un relato que se centra en un suceso que se dice, ocurrió en Irlanda en 1824. El narrador es Ryan, bisnieto del gran Kilpatrick, quien fue un heroico conspirador. Ryan quiere descubrir qué hay tras el asesinato de Fergus K., un enigma cíclico que se asemeja a la tragedia Julio César de Shakespeare. Ryan descubre que la Historia copia a la Literatura, pues Kilpatrick encomendó a Nolan que desenmascare al posible traidor del cónclave de la revolución, se descubre que es él mismo, por lo cual deben ejecutarlo. Nolan idea el plan, hacerlo pasar por un asesinato para que Fergus parezca un héroe y no un traidor. Simulan en drama shakesperiano. Al final, Ryan mismo siente que forma parte del plan de Nolan, pues pese a descubrir la verdad, publica un libro sobre Fergus como héroe.

Hay muchos elementos en este cuento que nos dan indicios se formar parte de un gran simulacro, en realidad todo en él, es una simulación. J. Alazraki en su artículo ofrece la siguiente interpretación:

“Tenemos: Un hecho realmente histórico (un caudillo revolucionario traiciona a sus confederados y debe ser ejecutado). Una narración imaginaria acerca de un hecho (aunque en forma inversa) como el Julio César de Shakespeare. Un hecho realmente histórico que copia a la ficción: la ejecución se lleva a cabo de acuerdo a la trama shakesperiana, para asegurar que será un buen espectáculo. El historiador perplejo reflexionando sobre el curioso intercambio de la identidad de la ficción y los hechos históricos, y derivando una teoría falsa sobre arquetipos históricos. Tenemos también a Borges, el historiador más sagaz (o más bien su anti ego lleno de duplicidad reflejándose en el historiador crédulo y reconstruyendo el curso real de los sucesos)” (Alazraki p. 148)

Es decir, hay varios planos donde encontramos aplicada la noción de simulacro. Primero, en el primer apartado de éste artículo hemos dicho que la literatura es ficción y un simulacro de la realidad, en este cuento eso se da, porque es un cuento y no una crónica histórica. Segundo, en el develamiento que realiza Ryan de la Historia, descubre que parte de esta (el episodio del asesinato del héroe-traidor se llevó a cabo imitando a la ficción creada por Shakespeare, Nolan encabezó un simulacro, creado a partir de la ficción, el cual todos creyeron como realidad, por lo tanto, la puesta en escena que llevó a cabo Nolan con respecto al asesinato-ejecución del héroe-traidor Fergus Kilpatrick, fue un simulacro que se creyó real, por ser verosímil entre otras cosas, usurpó la realidad referencial con el afán de tapar la verdadera condición de Fergus. Tercero, el drama imitado por Nolan es a su vez un simulacro, una ficción creada a partir de una referente histórico: la muerte del emperador romano Julio César a manos de Bruto en los illus de marzo. Con lo que podemos concluir que la representación descubre Ryan es una copia (del drama Julio César), de una copia (del asesinato histórico de Julio César), agregando que el relato en sí, ya es una ficción al ser literatura, una ficción con referentes históricos y reales.

Alazraki comenta lo siguiente en relación a anteriormente enunciado: “Cada imagen reflejada en el espejo es estilísticamente superior a la anterior” (p. 148). Esto quiere decir, que cada uno de los simulacros efectuados es superior al anterior porque conlleva una elaboración mayor, un grado de ficcionalización más alto, no obstante tener sustento en la realidad. M. Medina en su artículo comenta palabras de E. Hemingway, a las que nos resulta pertinente referir: “-Siempre cabe la posibilidad de que un libro de ficción arroje alguna luz sobre las cosas que antes fueron contadas como hechos”- Puesto que las palabras son convenciones, y el modo de ordenar los hechos responde a una interpretación de ellos, el escritor puede violar esa interpretación y, situándose en el otro lado, en el lado de la imaginación y la fabulación, descubrir algunas construcciones de la verdad. (Medina p.44″). Eso es lo que Borges realiza en este cuento, expone un hecho con connotaciones históricas, desde su perspectiva imaginativa de escritor, lo cual, en el cuento, abre la puerta a otro tipo de verdad “histórica”, la creada, simulada, por él. Alazraki, en su comentario a este cuento, agrega lo siguiente: “El triunfo de los mundos poéticos queda expresado por su totalidad omniabarcadora y ordenada. Las imágenes reflejadas son en verdad duplicaciones de la realidad, pero cambian la naturaleza temporal de esta realidad en forma insidiosa” (p.149), lo cual está en directa relación con la idea de que los simulacros presentes en el cuento subvierten la realidad histórica, y a la vez la ficcional.

Es sabida la gran capacidad imaginativa y creadora de ficciones que posee Borges, pues como señala Cassirer en el artículo de Alazraki: “Borges hace como el disfrazado que escoge la máscara que más íntimamente lo define. El disfraz sólo es tal en relación a una realidad convencionalmente aceptada. Más allá de la convención, la ficción de la máscara sigue actuando como ficción, pero a la vez da expresión a la realidad más honda del disfrazado” (p.192). Borges crea mundos que no son lo que aparentan, que son algo más allá, mundos que ocultan diversidad de sentidos y significaciones. En relación con nuestro artículo, crea simulacros que representan la realidad, trastocándola y jugando con ella para sus propios fines. Dos importantes temas transversales en Borges, y presentes en este cuento que analizamos, son la intertextualidad y el motivo del espejo, los cuales nos pueden mostrar otro cariz con respecto al simulacro del cuento Tema…. La intertextualidad refiere a la relación que se establece entre los textos, sea implícita o explícitamente. En el caso de este cuento, hay una relación intertextual latente entre el simulacro-representación que monta Nolan, y el drama de Shakespeare, esta relación se patentiza para Ryan, quien la desentraña; en base a esto podemos decir que éste simulacro está relacionado con la intertextualidad. El motivo del espejo es recurrente en la obra borgiana, y una de las connotaciones que puede adquirir es ser el sitio en donde el sujeto percibe la realidad tal como se le presenta, es un símbolo que relativiza la realidad, un símbolo del traspaso de la realidad convencional a una irrealidad no convencional. En el sentido del cuento, el espejo actúa en relación al montaje que planea Nolan, el cual funciona como reflejo de la tragedia de Shakespeare, y a su vez, ésta tragedia, actúa como reflejo de lo que históricamente le aconteció a Julio César; se establece una relación especular entre los simulacros; con una relación a modo de reflejo entre las figuras de Kilpatrick- Julio César personaje- Julio César histórico; lo cual provoca que la realidad se relativice, y se torne cíclica, por ejemplo, para Ryan.

El crítico Saúl Yurkievich, en su artículo en donde trata la poesía borgeana y su relación entre el anacronismo y el simulacro, sostiene lo siguiente: “Borges, diestro en el arte de simular, juega a ser otro, se deja habitar no por el alma de Homero, Dante, o Shakespeare, sino por sus fantasmas, hasta agotar las apariencias del ser; pero no hay reencarnación posible: sólo simulacros” (p. 701). En relación con lo anterior podemos decir que en la escritura de Borges está absolutamente presente la noción de simulacro, de la cual, el cuento que estamos analizando, también es poseedor. El crítico agrega: “En este ámbito fantasmático lo falso revela su potencia. Subvierte el orden, destituye la jerarquía, perturba la fijeza, se traga todo fundamento, torna espectral cualquier relación entre la mente y el mundo” (p.701). En este sentido es que Borges crea una realidad en que lo verdadero se confunde, se mezcla con la ficción, con lo verosímil, y con lo falso, a través de representaciones y montajes, simulacros. Alfonso de Toro comenta con respecto a la relación de Borges con el simulacro que : “Cuando Borges simula la intertextualidad, comete el parricidio de un simulacro, haciendo posible un laberinto de trazas infinitas hasta llegar a un nuevo texto sin pasado, sin origen, sino instalado en un presente extendido” (p.158). Esto confirma la hipótesis de que el simulacro está presente en la escritura borgeana, y que éstos simulacros crean realidades tan complejas, que se vuelven laberínticas. De Toro agrega un comentario que resulta ser iluminador con respecto al autor que estamos tratando: “La escritura de Borges como gran simulacro es como una ópera sin libreto en el acto de la escritura misma, pero que a la vez recurre a una infinidad de libretos que se encuentran como espejos uno dentro de otro, entrelazados en alusiones, versiones, etc.” (p.160), así debemos entender su obra, como una especie de caleidoscopio lleno de espejos que se miran unos a otros, porque así también podemos entender el cuento Tema del traidor y el héroe, ya que en él, varios espejos se reflejan, convergiendo en un gran simulacro: la visión heroica que se tiene del traidor Fergus Kilpatrick, la cual, tras el montaje de Nolan, Ryan continúa.

Finalizaremos con una cita de Margo Glantz, quien en su artículo Borges: Ficción e Intertextualidad, señala lo siguiente: “La erudición, alimenta una construcción que aunque apoyada en datos fidedignos, los distorsiona, y en los intersticios de la distorsión se fundamenta la invención” (p.65), agregando además que :”La Historia se desdobla, es, por una parte como dice la Real Academia: narración y exposición verdadera de los acontecimientos pasados y cosas memorables; pero también fábula, cuento, y como cuento” (p.68). Con lo cual podemos concluir que la creación de Borges, pese a contener referentes de la realidad e Historia, los subvierte, distorsiona, y transforma en materia ficcional en la invención de sus simulacros. Eso es lo que realiza en el cuento Tema…, pues aunque contiene referentes históricos como fechas (1824), lugares (Irlanda), y sucesos históricos (revolución), los subvierte todos en función de crear una realidad alterna que permea y usurpa a la real, crea un simulacro.

A modo de conclusión:

Hemos querido develar, a lo largo del presente artículo, cómo se manifiesta la noción de Simulacro en la literatura hispanoamericana del siglo XX, a través de tres obras representativas de tres grandes autores: Carpentier, Onetti, y Borges, y hemos podido visualizar, al menos panorámicamente, que la presentación de los simulacros en sus obras es distinta, puesto que, por ejemplo, en Carpentier se observa al nivel del actuar de los personajes, en especial en la figura de Ruth; en Onetti lo vemos en el nivel sicológico y subjetivo del personaje de Eladio Linacero; y por último en Borges lo observamos al nivel de la trama total, pues el simulacro permea todo el cuento, tanto a los personajes como a la propia estructura creada como un simulacro por el mismo autor. De esta forma creemos que nuestro afán inicial, ha quedado en parte cumplido, y abre las puertas a mayores indagaciones futuras.



Bibliografía:

Primaria:

Borges Jorge Luis Ficciones Ed. Emecé Buenos Aires, 2002.

Carpentier Alejo Los pasos perdidos Barral Editores Barcelona, 1974.

Onetti Juan Carlos El Pozo; Los adioses. Ed. Punto de Lectura. Buenos Aires, 2007.

Secundaria:

Alazraki Jaime: Jorge Luis Borges. Madrid. Ed. Taurus, 1976.

Baudrillard Jean Cultura y Simulacro: La procesión de los simulacros. Ed. Kairòs, Barcelona, España

Cisternas Cristián: El Pozo de Juan Carlos Onetti Rev. De Humanidades Nº 3, 1998, Universidad Andrés Bello. P.29-37

De Toro: Borges/Derridà/Foucault o más allá de la literatura… Centro de Investigación Iberoamericana. Universidad de Leipzig p. 139-156 http://www.uni-leipzig.de/~detoro/sonstiges/Pharmakeus_spanisch.pdf

Domínguez Mignon: Historia, Ficción y Metaficciòn en la novela latinoamericana contemporánea. Ed. Corregidor, Argentina 1996

Eloy Martínez Tomás: Ficciones verdaderas. Prólogo. Y artículo virtual en: http://letraslibres.com/pdf/7987.pdf

Glantaz Margo: Borges: Ficciòn e intertextualidad. Taller de Letras Nº 27, UC, p. 65-71

Medina Manuel F. Parodia, simulacrum y creación en Ficciones de Jorge Luis Borges. Intercultural Communication Studies XIV-3 2005. P.123-131

Volek Emil: Cuatro claves para la modernidad: Arte, Imaginación y realidad según Borges. Madrid: Gredos, 1984

Yurkievich Saúl: Borges: Del Simulacro al Anacronismo. Universidad de París. p. 693-704: http://revista-iberoamericana.pitt.edu/ojs/index.php/Iberoamericana/article/viewFile/3831/4000
Un comentario

[...] En un principio la película se iba a llamar Simulacro. En el enlace podéis ver tanto la definición de simulacro como alusiones que se han hecho en la literatura acerca de esta figura, veréis la relación explícita con la película: http://critica.cl/literatura/el-simulacro-en-jorge-luis-borges-alejo-carpentier-y-juan-carlos-onetti [...]
Por Synecdoche, New York | Pelimitas el día 06/04/2015 a las 17:27. Responder #

Fuente :  Critica,Cl
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO Y OPINIÓN FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XVIII


Artículo publicado el 11/07/2014

UN ESTUDIANTE COMENTA La biblia




    La palabra "Biblia" viene del griego y significa "libros". Es el conjunto de Libros Sagrados llamados también "Sagradas Escrituras" (Mateo 21:42; Hechos 8:32) que contienen la Palabra Viva de Dios y narran la "Historia de Salvación" (como Dios nos salva). Nos revela las verdades necesarias para conocerle, amarle y servirle.
    La Biblia se divide en dos partes: Antiguo Testamento (antes de Cristo) y Nuevo Testamento (plenitud de la promesa en Cristo). "Testamento" significa "alianza" y se refiere a las alianzas que Dios pactó con los Israelitas en el Antiguo Testamento y la nueva y definitiva alianza que Dios hizo con los hombres en la Sangre de Jesucristo.
    Panorama Histórico - Literario de la Biblia
    El siguiente es un esquema de las etapas de la historia de Israel, el Pueblo Elegido, los principales eventos y fechas, y su correspondencia con los libros del Antiguo Testamento.
    ETAPA
    EVENTOS
    LIBROS BÍBLICOS
    PROTO HISTORIA
    Preámbulo histórico
    GÉNESIS 1-11
    PERIODO PATRIARCAL
    1850: Abraham baja a Canaán.
    1700: Jacob y sus hijos en Egipto.
    Su opresión 1850-1250 a.C.
    GÉNESIS 12-50
    PERIODO DE ÉXODO
    1250: Moisés saca al pueblo de Egipto, hacia Canaán. Alianza en Sinaí, marcha por el desierto. 1250-1200 a.C.
    ÉXODO, LEVÍTICO, NÚMEROS, DEUTERONOMIO.
    PERIODO DE LA CONQUISTA
    Guerras cananeas. 1050 a.C.
    JOSUÉ, JUECES
    PERIODO DE LA MONARQUÍA UNIDA
    1040-1010 a.C.: Saúl Rey
    1010-970 a.C.: David Rey
    970-930 a.C.: Salomón Rey, periodo dorado.
    930 a.C.: División del Reino: Norte (Israel) / Sur (Judá).
    SAMUEL 1 y 2
    REYES 1 y 2
    CRÓNICAS 1 y 2
    PERIODO DE LOS DOS REINOS
    Reino del Norte: 930-721 a.C.
    Dinastía de Omri (885-841).
    Dinastía de Jehú (841-735).
    Periodo de máximo esplendor. Influjo idolátrico cananeo.
    Siglo VIII: expansión Siria
    721: Caída de Samaria. Fin.
    Reino del Sur: 930-587 a.C.
    750: Ajaz (guerra sirio-efrainita).
    725-640: Ezequías (bueno) - Manasés (malo).
    Siglo VII: Decadencia Asiria. Reforma de Josías.
    Siglo VI: expansión caldea.
    587: Caída de Jerusalén. Fin.
    SAMUEL 1 y 2
    REYES, CRÓNICAS
    AMOS-OSEAS
    ISAÍAS 1-39
    MIQUEAS
    NAHÚM
    SOFONÍAS
    HABACUC
    JEREMÍAS, BARUC
    LAMENTACIONES
    PERIODO DEL EXILIO
    En Babilonia, 587-538 a.C.
    EZEQUIEL
    ISAÍAS 40-55
    ABDÍAS
    PERIODO DE LA RESTAURACION
    Siglo VI: Expansión persa. Edicto de Ciro.
    (538 a.C.) vuelta del destierro; restauración del Templo.
    Nace el judaísmo.
    Se desarrolla la escuela sapiencial y la recolección de los escritos antiguos.
    538-331 a.C.
    CRÓNICAS 1 y 2
    ESDRAS, NEHEMÍAS
    AGEO, ZACARÍAS
    MALAQUÍAS,
    JOEL, IS. 56-66
    ESCRITOS SAPIENCIALES
    PROVERBIOS, JOB, ECLESIASTÉS,
    RUTH, JONÁS.
    PERIODO HELENÍSTICO Y ROMANO
    Lucha por la sucesión de Alejandro. Crece la "diáspora"
    Siglo II: Dominio de los Seléucidas
    Persecución de Antíoco IV. Los Macabeos
    63 a.C.-70 d.C. Dominio Romano.
    TOBÍAS, ESTER
    JUDIT
    ECLESIÁSTICO
    CANTAR, DANIEL
    MACABEOS
    SABIDURÍA
    Esquema de la Biblia
    1-Creación, hasta Babel (Gen.1 a 11).
    Desde la Creación hasta 2.000 años a.C.
    Creación del mundo, del hombre y la mujer... comienzo del matrimonio, del pecado, del crimen, de los castigos, de la redención, de las naciones...
    2- Comienzo del Pueblo de Dios, ¡con una familia!... Los "Patriarcas" (Gen.12 a 50).
    Comienza con Abrahán, 2.000 años a.C., hasta Moisés, 1.500 a.C.
    El Patriarca Abrahán, su hijo Isaac, su nieto Jacob-Israel, sus 12 biznietos (las 12 Tribus de Jacob o de Israel); José es el "tipo del cristiano"... y Job es de esta época.
    ¡Un total de 66 personas!.

    3- "Pueblo de Dios" (de Exodo a Jueces):
    Desde Moisés, 1.500 años a.C., hasta David, 1.000 años a.C.
    Los 66 se convirtieron en Egipto en un Pueblo de 3 millones... y Moisés lo libera de la "primera esclavitud", la de Egipto.
    Josué conduce al Pueblo a la "tierra prometida"... "gobierno de los Jueces".
    4- Reino Unido (Samuel, Reyes, Crónicas)
    - Desde Samuel en el año 1.100 a.C., hasta la muerte de Salomón en el año 931 a.C.
    - Samuel, el último Juez y primer Profeta.
    - Saul, "el primer Rey", salió malo.
    - David, con el Libro de los Salmos.
    - Salomón: Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría... ¡el templo!.
    - Rut es de esta época, bisabuela de David.
    - Ben Sirac, con el Libro Eclesiástico.
    5- El Reino Dividido (2 Reyes, 2 Crónicas):
    En 931 a.C., a la muerte de Salomón, se dividió el Reino:

    1- El Reino del Norte: Israel, con capital en Samaria, donde se asentaron las 10 tribus rebeldes; tuvo 19 reyes de 5 familias distintas. Fue destruido por los Asirios en el 722 a.C., y deportados a Nínive. Sus Profetas fueron: Elías, Eliseo, Amós y Oseas... y  Tobías fue en Nínive como Daniel en Babilonia... Nínive tuvo también sus Profetas:  Jonás y Nahum.
    2- El Reino del Sur: Judá, con capital en Jerusalén; era más pequeño y pobre,   pero sus 20 reyes fueron todos de la misma familia, descendientes de David, y tenían   el Templo. Vencido por los Caldeos en el 586 a.C., el Templo fue destruido y los judíos, de Judá, fueron desterrados a Babilonia. Sus Profetas: Isaías, Jeremías, Baruc, Miqueas,   Sofonías, y Habacuc.
    6- Exilio Babilónico y Retorno (2Rey. 2Cr.
    El Exilio en Babilonia de los judíos duró 70 años, desde 586 hasta el 516 a.C
    Sus Profetas: Ezequiel y Daniel.
    El "Retorno", con el edicto del Rey Ciro de Persia, lo narran los Libros de Esdras y Nehemías... Ester y Judit y los 2 libros de los Macabeos son de esta época de lucha en el regreso a Judá.
    Profetas: Ageo, Zacarías y Malaquías.
    7- Cristianismo (desde Jesucristo): Con la expansión de la Cristiandad hasta los últimos confines de la tierra entonces conocidos, ¡hasta Roma y España!... ¡y en 32 años!...
    Gobierno "Político" del Pueblo"
    1. Dios les dio primero los "Patriarcas", hasta Moisés en 1500.
      2- Después, los "Jueces", hasta Samuel, en 1.100.
      3- Después, los "Reyes", hasta el 586.
      4- Después, los "Profetas".
      5- Finalmente, nos dio los "Apóstoles".
    Gobierno "Religioso" del Pueblo:
    Siempre, los Sacerdotes, Levitas, con el Sumo Sacerdote... que es lo que debe seguir actualmente... ¡y lo que está ocurriendo en la Iglesia de Cristo!.
    3. Lenguas Originales
    Los idiomas de la Biblia
    Tres son las lenguas originales de la Biblia: HEBREO, ARAMEO Y GRIEGO.
    En HEBREO se escribió:
    - la mayor parte del Antiguo Testamento.
    En ARAMEO se escribieron:
    - Tobías
    - Judit
    - fragmentos de Esdras, Daniel, Jeremías y del Génesis
    - el original de San Mateo
    En GRIEGO se escribió:
    - el libro de la Sabiduría
    - el II de Macabeos
    - el Eclesiástico
    - partes de los libros de Ester y de Daniel
    - el Nuevo Testamento, excepto el original de San Mateo
    Los Libros de la Biblia
    Libros del Antiguo Testamento (46 Libros)
    PENTATEUCO (5)
    - Génesis
    - Exodo
    - Levítico
    - Números
    - Deuteronomio
    HISTÓRICOS (16)
    - Josué
    - Jueces
    - Ruth
    - I Samuel
    - II Samuel
    - I Reyes
    - II Reyes
    - I Paralipómenos o Crónicas
    - II Paralipómenos o Crónicas
    - Esdras
    - Nehemías
    - Tobías
    - Judit
    - Ester
    - I Macabeos
    - II Macabeos
    POÉTICOS Y SAPIENCIALES (7)
    - Job
    - Salmos
    - Proverbios
    - Eclesiastés
    - El Cantar de los Cantares
    - Sabiduría
    - Eclesiástico
    PROFETAS MAYORES (6)
    - Isaías
    - Jeremías
    - Lamentaciones de Jeremías
    - Baruc
    - Ezequiel
    - Daniel
    PROFETAS MENORES (12)
    - Oseas
    - Joel
    - Amós
    - Abdías
    - Jonás
    - Miqueas
    - Nahúm
    - Habacuc
    - Sofonías
    - Ageo
    - Zacarías
    - Malaquías
    Libros del Nuevo Testamento ( 27 Libros )
    LOS EVANGELIOS (4)
    - Evangelio según San Mateo
    - Evangelio según San Marcos
    - Evangelio según San Lucas
    - Evangelio según San Juan
    - Hechos de los Apóstoles
    CARTAS DE SAN PABLO (13)
    - A los Romanos
    - I a los Corintios
    - II a los Corintios
    - A los Gálatas
    - A los Efesios
    - A los Filipenses
    - A los Colosenses
    - I a los Tesalonicenses
    - II a los Tesalonicenses
    - I a Timoteo
    - II a Timoteo
    - A Tito
    - A Filemón
    Carta a los Hebreos
    CARTAS CATÓLICAS
    - Epístola de Santiago
    - Epístola I de San Pedro
    - Epístola II de San Pedro
    - Epístola I de San Juan
    - Epístola II de San Juan
    - Epístola III de San Juan
    - Epístola de San Judas
    - Apocalipsis
    Según el Concilio Vaticano II : "Géneros literarios son los modos de hablar de que se sirven los escritores de una determinada época, para expresar sus pensamientos".
    En la Biblia hay muchos Géneros Literarios, o sea, maneras especiales de decir las cosas y de narrar los acontecimientos. Y es muy importante conocer en qué Género Literario esta escrito un pasaje de la Biblia, para entender qué es lo que allí el autor quiere decir y significa.
    Por ejemplo: si el pasaje está escrito en género Épico (épico o epopeya es la narración de hechos muy gloriosos) usará números y comparaciones en superlativos que no pretenden ser entendidos matemáticamente: "Los israelitas eran tan numerosos como las arenas del mar". La plata en tiempos de Salomón era "tan abundante en Jerusalen como las piedras".
    Si el autor de un libro de la Biblia usa el género Apocalíptico (Apocalipsis es: Descubrir lo que va a suceder), usará muchos símbolos (por ejemplo 7, 12, 40, para significar algo que es completo) y muchas imágenes. Ver los libros de Daniel y el Apocalipsis de San Juan.
    Uno de los Géneros Literarios más usados en la Biblia es el Midrash que consiste una reflexión religiosa acerca de hechos que la tradición narra para sacar de ellos lecciones de santidad. Por ejemplo; Libro de Tobías, Jonás, Ruth, Judit, etc.
    • El Antiguo Testamento
    Pentateuco ,Sapienciales, Históricos ,Profetas Mayores y Profetas Menores
    El Pentateuco
    . Génesis
    . Exodo
    . Levítico
    . Números
    . Deuteronomio
    El Pentateuco, o, según lo llaman los judíos, el Libro de la Ley (Torah), encabeza los 73 libros de la Biblia, y constituye la magnífica puerta de la Revelación divina. Los nombres de los cinco libros del Pentateuco son: el Génesis, el Exodo, el Levítico, los Números, el Deuteronomio, y su fin general es: exponer cómo Dios escogió para sí al pueblo de Israel y lo formó para la venida de Jesucristo; de modo que en realidad es Jesucristo quien aparece a través de los misteriosos destinos del pueblo escogido.
    El autor del Pentateuco es Moisés, profeta y organizador del pueblo de Israel, que vivió en el siglo XV o XIII antes de Jesucristo. No solamente la tradición judía sino también la cristiana ha sostenido siempre el origen mosaico del Pentateuco. El mismo Jesús habla del "Libro de Moisés" (Mc., 12, 26), de la "Ley de Moisés" (Lc., 24, 44), atribuye a Moisés los preceptos del Pentateuco (cf. Mt., 8, 4; Mc., 1, 44; 7, 10; 10, 5; Lc. 5, 14; 20, 28; Juan 7, 19), y dice en Juan 5, 45: "Vuestro acusador es Moisés, en quien habéis puesto vuestra esperanza. Si creyeseis a Moisés, me creeríais también a Mí, pues de mí escribió él".
    Fundada en estos argumentos, la Pontificia Comisión Bíblica el 27 de junio de 1906 ha determinado, con toda su autoridad, la integridad y genuinidad de los Libros de Moisés, admitiendo, sin embargo, la posibilidad de que Moisés se haya servido de fuentes existentes, y la otra, de que el Pentateuco en el decurso de los siglos haya experimentado ciertas variaciones como, por ejemplo: adiciones accidentales después de la muerte de Moisés, ora hechas por un autor inspirado, ora introducidas en el texto a modo de glosas y comentarios, sustitución de palabras y formas arcaicas; variantes debidas a los copistas, etc.
    La misma Pontificia Comisión Bíblica ha inculcado, el 30 de junio de 1909, el carácter histórico de los primeros tres capítulos del Génesis, estableciendo que los sistemas inventados para excluir de éstos el sentido literal, no descansan en fundamentos sólidos.
    Todos los ataques de la crítica moderna contra la autenticidad y el carácter histórico de los libros de Moisés han fracasado, especialmente los intentos de atribuir el Pentateuco a tres o cuatro autores distintos (Elohista, Jahvista, Código sacerdotal, Deuteronomio) y la teorías de la escuela evolucionista de Wellhausen, que en el Pentateuco no ve más que un reflejo de ideas y mitologías babilónicas, egipcias, etc. Una comparación exacta de los relatos bíblicos con los extrabíblicos demuestra, muy al contrario, la superioridad absoluta de aquéllos sobre éstos que, en general, no son sino pobres y desfigurados restos de la Revelación primitiva.
    Las fechas que los críticos asignan a los diversos autores por ellos inventados se basan únicamente en suposiciones. Según ellos, en la historia del texto del Pentateuco hubo "no sólo infinidad de elaboraciones, refundiciones y redacciones, sino también invenciones a sabiendas, retoques, correcciones y adiciones tendenciosas, interpolaciones, falsificaciones literarias y piadosos embustes del género más sospechoso. Los críticos moderados hacen esfuerzos convulsivos para salir del dilema: unos dicen que no hay derecho a aplicar a los tiempos antiguos los conceptos actuales de la propiedad y actividad literaria; otros opinan que el fin santifica los medios, y declaran que la alternativa de obra de Moisés u obra de un "falsario", carece de sentido, o hablan con énfasis de la profundidad de la sabiduría divina, cuyos caminos no nos es dado conocer sino admirar; mas con estas escapatorias no logran poner en claro cómo una mala compilación, así elaborada por los hombres, pudo llegar a los honores de Libro sagrado" (Schuster-Holzammer).
    Han, pues, de rechazarse todas las teorías que niegan el origen mosaico y carácter histórico del Pentateuco, no sólo porque están en pugna con las reglas de una sana crítica, sino también porque niegan la inspiración divina de la Escritura.
    Génesis significa "generación" u origen. El nombre nos indica que este primer libro de la Revelación contiene los misterios de la prehistoria y los comienzos del Reino de Dios sobre la tierra. Describe, en particular, la creación del universo y del hombre, la caída de los primeros padres, la corrupción general, la historia de Noé y el diluvio. Luego el autor sagrado narra la confusión de las lenguas en la torre de Babel, la separación de Abraham de su pueblo y la historia de este patriarca y de sus descendientes: Isaac, Jacob, José, para terminar con la bendición de Jacob, su muerte y la de su hijo José. En esta sucesión de acontecimientos históricos van intercaladas las grandes promesas mesiánicas con que Dios despertaba la esperanza de los patriarcas, depositarios de la Revelación primitiva.
    Exodo, es decir, "salida", se llama el segundo libro, porque en él se narra la historia de la liberación del pueblo israelita y su salida de Egipto. Entre el Génesis y el Exodo median varios siglos, es decir, el tiempo durante el cual los hijos de Jacob estuvieron en el país de los Faraones. El autor sagrado describe en este libro la opresión de los israelitas; luego pasa a narrar la historia del nacimiento de Moisés, su salvamento de las aguas del Nilo, su huida al desierto y la aparición de Dios en la zarza. Refiere después, en la segunda parte, la liberación misma, las entrevistas de Moisés con el Faraón, el castigo de las diez plagas, el paso del Mar Rojo, la promulgación de la Ley de Dios en el Sinaí, la construcción del Tabernáculo, la institución del sacerdocio de la Ley Antigua y otros preceptos relacionados con el culto y el sacerdocio.
    Levítico es el nombre del tercer libro del Pentateuco. Derívase la palabra Levítico de Leví, padre de la tribu sacerdotal. Trata primeramente de los sacrificios, luego relata las disposiciones acerca del Sumo Sacerdote y los sacerdotes, el culto y los objetos sagrados. Con el capítulo 11 empiezan los preceptos relativos a las purificaciones, a los cuales se agregan instrucciones sobre el día de la Expiación, otras acerca de los sacrificios, algunas prohibiciones, los impedimentos matrimoniales, los castigos de ciertos pecados y las disposiciones sobre las fiestas. En el último capítulo habla el autor sagrado de los votos y diezmos.
    Números es el nombre del cuarto libro, porque en su primer capítulo refiere el censo llevado a cabo después de concluida la legislación sinaítica y antes de la salida del monte de Dios. A continuación se proclaman algunas leyes, especialmente acerca de los nazareos, y disposiciones sobre la formación del campamento y el orden de las marchas. Casi todos los acontecimientos referidos en los Números sucedieron en el último año del viaje, mientras se pasan por alto casi todos los sucesos de los treinta y ocho años precedentes. Descuellan algunos por su carácter extraordinario; por ejemplo, los vaticinios de Balaam. Al final se añade el catálogo de las estaciones durante la marcha a través del desierto, y se dan a conocer varios preceptos sobre la ocupación de la tierra de promisión.
    El Deuteronomio es, como expresa su nombre, "la segunda Ley", una recapitulación, explicación y ampliación de la Ley de Moisés. El gran profeta, antes de reunirse con sus padres, desarrolla en la campiña de Moab en varios discursos la historia del pueblo escogido inculcándose los divinos mandamientos. En el primero (1-4, 43), echa una mirada retrospectiva sobre los acontecimientos en el desierto, agregando algunas exhortaciones prácticas y las más magníficas enseñanzas. En el segundo discurso (4, 44-11, 32) y en la parte legislativa (caps. 12-26), el legislador del pueblo de Dios repasa las leyes anteriores, haciendo las exhortaciones necesarias para su cumplimiento, y añadiendo numerosos preceptos complementarios. Los dos últimos discursos (cap. 27-30) tienen por objeto renovar la Alianza con Dios, lo que, según las disposiciones de Moisés, ha de realizarse luego de entrar el pueblo en el país de Canaán. Los capítulos 31-34 contienen el nombramiento de Josué como sucesor de Moisés, el cántico profético de éste, su bendición, y una breve noticia sobre su muerte. El Deuteronomio es, según dice S. Jerónimo, "la prefiguración de la Ley evangélica" (Carta a Paulino).
    Los Libros Poéticos o Sapienciales
    .Job
    .Salmos
    .Proverbios
    .Eclesiastés
    .El Cantar de los Cantares
    .Sabiduría
    .Eclesiástico
    A los libros históricos sigue, en el Canon del Antiguo Testamento, el grupo de los libros llamados didácticos (por su enseñanza) o poéticos (por su forma) o sapienciales (por su contenido espiritual), que abarca los siguientes libros: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría, Eclesiástico. Todos éstos son principalmente denominados libros sapienciales, porque las enseñanzas e instrucciones que Dios nos ofrece en ellos, forman lo que en el Antiguo Testamento se llama Sabiduría, que es el fundamento de la piedad. Temer ofender a Dios nuestro Padre, y guardar sus mandamientos con amor filial, esto es el fruto de la verdadera sabiduría. Es decir, que si la moral es la ciencia de lo que debemos hacer, la sabiduría es el arte de hacerlo con agrado y con fruto. Porque ella fructifica como el rosal junto a las aguas (Ecli. 39, 17).
    Bien se ve cuán lejos estamos de la falsa concepción moderna que confunde sabiduría con el saber muchas cosas, siendo más bien ella un sabor de lo divino, que se concede gratuitamente a todo el que lo quiere (Sab. 6, 12 ss.), como un don del Espíritu Santo, y que en vano pretendería el hombre adquirir por sí mismo. Cf. Job 28, 12 ss. La Liturgia cita todos estos libros, con excepción del de Job y el de los Salmos, bajo el nombre genérico de Libro de la Sabiduría, nombre con que el Targum judío designaba el Libro de los Proverbios (Séfer Hokmah).
    Los libros sapienciales, en cuanto a su forma, pertenece al género poético. La poesía hebrea no tiene rima, ni ritmo cuantitativo, ni metro en el sentido de las lenguas clásicas y modernas. Lo único que la distingue de la prosa, es el acento (no siempre claro), y el ritmo de los pensamientos, llamado comúnmente paralelismo de los miembros. Este último consiste en que el mismo pensamiento se expresa dos veces, sea con vocablos sinónimos (paralelismo sinónimo), sea en forma de tesis y antítesis (paralelismo antitético), o aún ampliando por una u otra adición (paralelismo sintético). Pueden distinguirse, a veces, estrofas.
    Al género poético pertenece también la mayor parte de los libros proféticos y algunos capítulos de los libros históricos, p. ej. la bendición de Jacob (Gén. 49), el cántico de Débora (Jueces 5), el cántico de Ana (I Rey. 2), etc.
    Los Libros Históricos
    http://www.aciprensa.com/Biblia/josue.htm
    .Josué
    .Jueces
    .Rut
    .I y II Samuel
    .I y II Reyes
    .I y II Paralipómenos o Crónicas
    .Esdras y Nehemías
    .Tobías
    .Judit
    .Ester
    .I y II Macabeos
    Los Profetas Mayores
    http://www.aciprensa.com/Biblia/isaias.htm
    .Isaías
    .Jeremías
    .Lamentaciones
    .Baruc
    .Ezequiel
    .Daniel
    Profeta es una voz griega, y designa al que habla por otro, o sea en lugar de otro; equivale por ende, en cierto sentido, a la voz "intérprete" o "vocero". Pero poco importa el significado de la voz griega; debemos recurrir a las fuentes, a la lengua hebrea misma. En el hebreo se designa al profeta con dos nombres muy significativos: El primero es "nabí" que significa "extático", "inspirado", a saber por Dios. El otro nombre es "roéh" o "choséh" que quiere decir "el vidente", el que ve lo que Dios le muestra en forma de visiones, ensueños, etc., ambos nombres expresan la idea de que el profeta es instrumento de Dios, hombre de Dios que no ha de anunciar su propia palabra sino la que el Espíritu de Dios le sopla e inspira.
    Según I Rey. 9, 9, el "vidente" es el precursor de los otros profetas; y efectivamente, en la época de los patriarcas, el proceso profético se desarrolla en forma de "visión" e iluminación interna, mientras que más tarde, ante todo en las "escuelas de profetas" se cultivaba el éxtasis, señal característica de los profetas posteriores que precisamente por eso son llamados "nabí".
    Otras denominaciones, pero metafóricas, son: vigía, atalaya, centinela, pastor, siervo de Dios, ángel de Dios (Is. 21, 1; 52, 8; Ez. 3, 17; Jer. 17, 16; IV Rey. 4, 25; 5, 8; Is. 20, 3; Am. 3, 7; Ag. 1, 13).
    El concepto de profeta se desprende de esos nombres. El es vidente u hombre inspirado por Dios. De lo cual no se sigue que el predecir las cosas futuras haya sido la única tarea del profeta; ni siquiera la principal. Había profetas que no dejaban vaticinios sobre el porvenir, sino que se ocupaban exclusivamente del tiempo en que les tocaba vivir. Pero todos -y en esto estriba su valor- eran voceros del Altísimo, portadores de un mensaje del Señor, predicadores de penitencia, anunciadores de los secretos de Yahvé, como lo expresa Amós: "El Señor no hace estas cosas sin revelar sus secretos a los profetas siervos suyos" (3, 7). El Espíritu del Señor los arrebataba, irrumpía sobre ellos y los empujaba a predicar aún contra la propia voluntad (Is. cap. 6; Jer. 1, 6). Tomaba a uno que iba detrás del ganado y le decía: "Ve, profetiza a mi pueblo Israel" (Am. 7, 15); sacaba a otro de detrás del arado (III Rey. 19, 19 ss.), o le colocaba sus palabras en la boca y tocaba sus labios (Jer. 1, 9), o le daba sus palabras literalmente a comer (Ez. 3, 3). El mensaje profético no es otra cosa que "Palabra de Yahvé", "oráculo de Yahvé", "carga de Yahvé", un "así dijo el Señor". La Ley divina, las verdades eternas, la revelación de los designios del Señor, la gloria de Dios y de su Reino, la venida del Mesías, la misión del pueblo de Dios entre las naciones, he aquí los temas principales de los profetas de Israel.
    En cuanto al modo en que se producían las profecías, hay que notar que la luz profética no residía en el profeta en forma permanente (II Pedro 1, 20 s.), sino a manera de cierta pasión o impresión pasajera (Santo Tomás). Consistía, en general, en una iluminación interna o en visiones, a veces ocasionadas por algún hecho presentado a los sentidos (por ejemplo, en Dan. 5, 25 por palabras escritas en la pared); en la mayoría de los casos, empero, solamente puestas ante la vista espiritual del profeta, por ejemplo, una olla colocada al fuego (Ez. 24, 1 ss.), los huesos secos que se cubren de piel (Ez. 37, 1 ss.); el gancho que sirve para recoger fruta (Am. 8, 1), la vara de almendro (Jer. 1, 11), los dos canastos de higos (Jer. 24, 1 ss.), etc., símbolo todos éstos que manifestaban la voluntad de Dios.
    Pero no siempre ilustraba Dios al profeta por medio de actos o símbolos, sino que a menudo le iluminaba directamente por la luz sobrenatural de tal manera que podía conocer por su inteligencia lo que Dios quería decirle (por ejemplo, Is. 7, 14).
    A veces el mismo profeta encarnaba una profecía. Así, por ejemplo, Oseas debió por orden de Dios casarse con una mala mujer que representaba a Israel, simbolizando de este modo la infidelidad que el pueblo mostraba para con Dios. Y sus tres hijos llevan nombres que asimismo encierran una profecía: "Jezrael", "No más misericordia", "No mi pueblo" (Os. 1).
    El profeta auténtico subraya el sentido de la profecía mediante su manera de vivir, llevando una vida austera, un vestido áspero, un saco de pelo con cinturón de cuero (IV Rey. 1, 8; 4, 38 ss.; Is. 20, 2; Zac. 13, 4; Mt. 3, 4), viviendo solo y aun célibe, como Elías, Eliseo y Jeremías.
    No faltaba en Israel la peste de los falsos profetas. El profeta de Dios se distingue del falso por la veracidad y por la fidelidad con que transmite la Palabra del Señor. Aunque tiene que anunciar a veces cosas duras: "cargas"; está lleno del espíritu del Señor, de justicia y de constancia, para decir a Jacob sus maldades y a Israel su pecado (Miq. 3, 8). El falso, al revés, se acomoda al gusto de su auditorio, habla de "paz", es decir, anuncia cosas agradables, y adula a la mayoría, porque esto se paga bien. El profeta auténtico es universal, predica a todos, hasta a los sacerdotes; el falso, en cambio, no se atreve a decir la verdad a los poderosos, es muy nacionalista, por lo cual no profetiza contra su propio pueblo ni lo exhorta al arrepentimiento.
    Por eso los verdaderos profetas tenían adversarios que los perseguían y martirizaban (véase lo que el mismo Rey Profeta dice a Dios en el salmo 16, 4); los falsos, al contrario, se veían rodeados de amigos, protegidos por los reyes y obsequiados con enjundiosos regalos. Siempre será así: el que predica los juicios de Dios, puede estar seguro de encontrar resistencia y contradicción, mientras aquel que predica "lo que gusta a los oídos" (II Tim. 4, 3) puede dormir tranquilo; nadie le molesta; es un orador famoso. Tal es lo que está tremendamente anunciado para los últimos tiempos, los nuestros (I Tim. 4, 1 ss.; II Tim. 3, 1 ss.; II Pedr. 3, 3 s.; Judas 18; Mt. 24, 11).
    Jesús nos previene amorosamente, como Buen Pastor, para que nos guardemos de tales falsos profetas y falsos pastores, advirtiéndonos que los conoceremos por sus frutos (Mt. 7, 16). Para ello los desenmascara en el almuerzo del fariseo (Lc. 11, 37-54) y en el gran discurso del Templo (Mt. 23), y señala como su característica la hipocresía (Lc. 12, 1), esto es, que se presentarán no como revolucionarios antirreligiosos, sino como "lobos con piel de oveja" (Mt. 7, 15). Su sello será el aplauso con que serán recibidos (Lc. 6, 26), así como la persecución será el sello de los profetas verdaderos (ibid. 22 ss.).
    En general los profetas preferían el lenguaje poética. Los vaticinios propiamente dichos son, por regla general, poesía elevadísima, y se puede suponer que, por lo menos algunos profetas los promulgaban cantando para revestirlos de mayor solemnidad. Se nota en ellos la forma característica de la poesía hebrea, la coordinación sintáctica ("parallelismus membrorum"), el ritmo, la división en estrofas. Sólo en Jeremías, Ezequiel y Daniel se encuentran considerables trozos de prosa, debido a los temas históricos que tratan. El estilo poético no sólo ha proporcionado a los videntes del Antiguo Testamento la facultad de expresarse en imágenes rebosantes de esplendor y originalidad, sino que también les ha merecido el lugar privilegiado que disfrutan en la literatura mundial.
    No es, pues, de extrañar que su interpretación tropiece con oscuridades. Es un hecho histórico que los escribas y doctores de la Sinagoga, a pesar de conocer de memoria casi toda la Escritura, no supieron explicarse las profecías mesiánicas, ni menos aplicarlas a Jesús. Otro hecho, igualmente relatado por los evangelistas, es la ceguedad de los mismos discípulos del Señor ante las profecías. ¡Cuántas veces Jesús tuvo que explicárselas! Lo vemos aún en los discípulos de Emaús, a los cuales dice El, ya resucitado: "¡Oh necios y tardos de corazón para creer todo lo que anunciaron los profetas!" (Lc. 24, 25). "Y empezando por Moisés, y discurriendo por todos los profetas, El les interpretaba en todas las Escrituras los lugares que hablaban de El" (Lc. 24, 27). Y aquí el Evangelista nos agrega que esta lección de exégesis fue tan íntima y ardorosa, que los discípulos sentían abrasarse sus corazones (Lc. 24, 32).
    Las oscuridades, propias de las profecías, se aumentan por el gran número de alusiones a personas, lugares, acontecimientos, usos y costumbres desconocidos, y también por la falta de precisión de los tiempos en que han de cumplirse los vaticinios, que Dios quiso dejar en el arcano hasta el tiempo conveniente (véase Jer. 30, 24; Is. 60, 22; Dan. 12, 4).
    En lo tocante a las alusiones, el exégeta dispone hoy día, como observa la nueva Encíclica bíblica "Divino Afflante Spiritu", de un conjunto muy vasto de conocimientos recién adquiridos por las investigaciones y excavaciones, respecto del antiguo mundo oriental, de manera que para nosotros no es ya tan difícil comprender el modo de pensar o de expresarse que tenían los profetas de Israel.
    Con todo, las profecías están envueltas en el misterio, salvo las que ya se han cumplido; y aun en éstas hay que advertir que a veces abarcan dos o más sentidos. Así, por ejemplo, el vaticinio de Jesucristo en Mt. 24, tiene dos modos de cumplirse, siendo el primero (la destrucción de Jerusalén) la figura del segundo (el fin del siglo). Muchas profecías resultan puros enigmas, si el expositor no se atiene a esta regla hermenéutica que le permite ver en el cumplimiento de una profecía la figura de un suceso futuro.
    Sería, como decíamos más arriba, erróneo, considerar a los profetas sólo como portadores de predicciones referentes a lo por venir; fueron en primer lugar misioneros de su propio pueblo. Si Israel guardó su religión y fe y se mantuvo firme en medio de un mundo idólatra, no fue el mérito de la sinagoga oficial, sino de los profetas, que a pesar de las persecuciones que padecieron no desistieron de ser predicadores del Altísimo.
    Nosotros que gozamos de la luz del Evangelio, "edificados en Cristo sobre el fundamento de los Apóstoles y los Profetas" (Ef. 2, 20), no hemos de menospreciar a los voceros de Dios en el Antiguo Testamento, ya que muchas profecías han de cumplirse aún, y sobre todo porque S. Pablo nos dice expresamente: "No queráis despreciar las profecías (I Tes. 5, 20). En la primera Carta a los Corintios, da a la profecía un lugar privilegiado, diciendo: "Codiciad los dones espirituales, mayormente el de la profecía" (I Cor. 14, 1); pues "el que hace oficio de profeta, habla con los hombres para edificarlos y para consolarlos" (I Cor. 14, 3).
    Los Profetas Menores
    http://www.aciprensa.com/Biblia/oseas.htm
    .Oseas
    .Joel
    .Amós
    .Abdías
    .Jonás
    .Miqueas
    .Nahúm
    .Habacuc
    .Sofonías
    .Ageo
    .Zacarías
    .Malaquías
    Con Oseas comienza la serie de los doce Profetas Menores. Llámanse Menores no porque fuesen profetas de una categoría menor, sino por la escasa extensión de sus profecías, con relación a los Profetas Mayores.
    • Nuevo Testamento
    Los Santos Evangelios Hechos de los Apóstoles Cartas de San Pablo Carta a los Hebreos Cartas Católicas Apocalipsis
    Los Santos Evangelios
    http://www.aciprensa.com/Biblia/mateo.htm
    . San Mateo
    . San Marcos
    . San Lucas
    . San Juan
    La Iglesia Católica reconoce dos fuentes de doctrina revelada: la Biblia y la Tradición. Al presentar aquí en parte una de esas fuentes, hemos procurado, en efecto, que el comentario no sólo ponga cada pasaje en relación con la Biblia misma —mostrando que ella es un mundo de armonía sobrenatural entre sus más diversas partes—, sino también brinde al lector, junto a la cosecha de autorizados estudiosos modernos, el contenido de esa tradición en documentos pontificios, sentencias y opiniones tomadas de la Patrística e ilustraciones de la Liturgia, que muestran la aplicación y trascendencia que en ella han tenido y tienen muchos textos de la Revelación.
    El grande y casi diría insospechado interés que esto despierta en las almas, está explicado en las palabras con que el Cardenal Arzobispo de Viena prologa una edición de los Salmos semejante a ésta en sus propósitos, señalando "en los círculos del laicado, y aun entre los jóvenes, un deseo de conocer la fe en su fuente y de vivir de la fuerza de esta fuente por el contacto directo con ella". Por eso, añade, "se ha creado un interés vital por la Sagrada Escritura, ante todo por el Nuevo Testamento, pero también por el Antiguo, y el movimiento bíblico católico se ha hecho como un río incontenible".
    Es que, como ha dicho Pío XII, Dios no es una verdad que haya de encerrarse en el templo, sino la verdad que debe iluminarnos y servirnos de guía en todas las circunstancias de la vida. No ciertamente para ponerlo al servicio de lo material y terreno, como si Cristo fuese un pensador a la manera de los otros, venido para ocuparse de cosas temporales o dar normas de prosperidad mundana, sino, precisamente al revés, para no perder de vista lo sobrenatural en medio de "este siglo malo" (Gál., 1, 4); lo cual no le impide por cierto al Padre dar por añadidura cuantas prosperidades nos convengan, sea en el orden individual o en el colectivo, a los que antes que eso busquen vida eterna.
    Un escritor francés refiere en forma impresionante la lucha que en su infancia conmovía su espíritu cada vez que veía el libro titulado Santa Biblia y recordaba las prevenciones que se le habían hecho acerca de la lectura de ese libro, ora por difícil e impenetrable, ora por peligroso o heterodoxo. "Yo recuerdo, dice, ese drama espiritual contradictorio de quien, al ver una cosa santa, siente que debe buscarla, y por otra parte abriga un temor indefinido y misterioso de algún mal espíritu escondido allí... Era para mí como si ese libro hubiera sido escrito a un tiempo por el diablo y por Dios. Y aunque esa impresión infantil —que veo es general en casos como el mío— se producía en la subconsciencia, ha sido tan intensa mi desolante duda, que sólo en la madurez de mi vida un largo contacto con la Palabra de Dios ha podido destruir este monstruoso escándalo que produce el sembrar en la niñez el miedo de nuestro Padre celestial y de su Palabra vivificante".
    La meditación, sin palabras de Dios que le den sustancia sobrenatural, se convierte en simple reflexión —autocrítica en que el juez es tan falible como el reo— cuando no termina por derivarse al terreno de la imaginación, cayendo en pura cavilación o devaneo. María guardaba las Palabras repasándolas en su corazón (Lc., 2, 19 y 51): he aquí la mejor definición de lo que es meditar. Y entonces, lejos de ser una divagación propia, es un estudio, una noción, una contemplación que nos une a Dios por su Palabra, que es el Verbo, que es Jesús mismo, la Sabiduría con la cual nos vienen todos los bienes (Sab., 7, 11).
    Quien esto hace, pasa con la Biblia las horas más felices e intensas de su vida. Entonces entiende cómo puede hablarse de meditar día y noche (Salmo, 1, 2) y de orar siempre (Lc., 18, 1), sin cesar (1 Tes., 5, 17); porque en cuanto él permanece en la Palabra, las palabras de Dios comienzan a permanecer en él —que es lo que Jesús quiere para darnos cuanto le pidamos (Juan, 15, 7) y para que conquistemos la libertad del espíritu (Juan, 8, 31)— y no permanecer de cualquier modo, sino con opulencia, según la bella expresión de San Pablo (Col. , 3, 16). Así van esas palabras vivientes (I Pedro, 1, 23, texto griego) formando el substrato de nuestra personalidad, de modo tal que, a fuerza de admirarlas cada día más, concluimos por no saber pensar sin ellas y encontramos harto pobres las verdades relativas —si es que no son mentiras humanas que se disfrazan de verdad y virtud, como los sepulcros blanqueados (Mt., 23, 27)-. Entonces, así como hay una aristocracia del pensamiento y del arte en el hombre de formación clásica, habituado a lo superior en lo intelectual o estético, así también en lo espiritual se forma el gusto de lo auténticamente sobrenatural y divino, como lo muestra Santa Teresa de Lisieux al confesar que cuando descubrió el Evangelio, los demás libros ya no le decían nada. ¿No es éste, acaso, uno de los privilegios que promete Jesús en el texto antes citado, diciendo que la verdad nos hará libres? Se ha recordado recientemente la frase del Cardenal Mercier, antes lector insaciable: "No soporto otra lectura que los Evangelios y las Epístolas".
    Y aquí, para entrar de lleno a comprender la importancia de conocer el Nuevo Testamento, tenemos que empezar por hacernos a nosotros mismos una confesión muy íntima: a todos nos parece raro Jesús. Nunca hemos llegado a confesarnos esto, porque, por un cierto temor instintivo, no nos hemos atrevido siquiera a plantearnos semejante cuestión. Pero Él mismo nos anima a hacerlo cuando dice: "Dichoso el que no se escandalizare de Mí" (Mt., 11, 6; Lc., 7, 23), con lo cual se anticipa a declarar que, habiendo sido Él anunciado como piedra de escándalo (Is., 8, 14 y 28, 16; Rom. 9, 33; Mt., 21, 42-44), lo natural en nosotros, hombres caídos, es escandalizarnos de Él como lo hicieron sus discípulos todos, según Él lo había anunciado (Mt., 26, 31 y 56). Entrados, pues, en este cómodo terreno de íntima desnudez —podríamos decir de psicoanálisis sobrenatural— en la presencia "del Padre que ve en lo secreto" (Mt. 6, 6), podemos aclararnos a nosotros mismos ese punto tan importante para nuestro interés, con la alegría nueva de saber que Jesús no se sorprende ni se incomoda de que lo encontremos raro, pues Él sabe bien lo que hay dentro de cada hombre (Juan, 2, 24-25). Lo sorprendente sería que no lo hallásemos raro, y podemos afirmar que nadie se libra de comenzar por esa impresión, pues, como antes decíamos, San Pablo nos revela que ningún hombre simplemente natural ("psíquico", dice él) percibe las cosas que son del Espíritu de Dios (I Cor., 2, 14). Para esto es necesario "nacer de nuevo", es decir, "renacer de lo alto", y tal es la obra que hace en nosotros —no en los más sabios sino al contrario en los más pequeños (Lc., 10, 21)— el Espíritu, mediante el cual podemos "escrutar hasta las profundidades de Dios" (I Cor., 2, 10).
    Jesús nos parece raro y paradójico en muchísimos pasajes del Evangelio, empezando por el que acabamos de citar sobre la comprensión que tienen los pequeños más que los sabios. Él dice también que la parte de Marta, que se movía mucho, vale menos que la de María que estaba sentada escuchándolo; que ama menos aquel a quien menos hay que perdonarle (Lc., 7, 47); que (quizá por esto) al obrero de la última hora se le pagó antes que al de la primera (Mt., 20, 8); y, en fin, para no ser prolijo, recordemos que Él proclama de un modo general que lo que es altamente estimado entre los hombres es despreciable a los ojos de Dios (Lc., 16, 15).
    Esta impresión nuestra sobre Jesús es harto explicable. No porque Él sea raro en sí, sino porque lo somos nosotros a causa de nuestra naturaleza degenerada por la caída original. Él pertenece a una normalidad, a una realidad absoluta, que es la única normal, pero que a nosotros nos parece todo lo contrario porque, como vimos en el recordado texto de San Pablo, no podemos comprenderlo naturalmente. "Yo soy de arriba y vosotros sois de abajo", dice el mismo Jesús (Juan, 8, 23), y nos pasa lo que a los nictálopes que, como el murciélago, ven en la oscuridad y se ciegan en la luz.
    Hecha así esta palmaria confesión, todo se aclara y facilita. Porque entonces reconocemos sin esfuerzo que el conocimiento que teníamos de Jesús no era vivido, propio, íntimo, sino de oídas y a través de libros o definiciones más o menos generales y sintéticas, más o menos ersatz; no era ese conocimiento personal que sólo resulta de una relación directa. Y es evidente que nadie se enamora ni cobra amistad o afecto a otro por lo que le digan de él, sino cuando lo ha tratado personalmente, es decir, cuando lo ha oído hablar. El mismo Evangelio se encarga de hacernos notar esto en forma llamativa en el episodio de la Samaritana. Cuando la mujer, iluminada por Jesús, fue a contar que había hallado a un hombre extraordinario, los de aquel pueblo acudieron a escuchar a Jesús y le rogaron que se quedase con ellos. Y una vez que hubieron oído sus palabras durante dos días, ellos dijeron a la mujer: "Ya no creemos a causa de tus palabras: nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es verdaderamente el Salvador del mundo" (Juan, 4, 42).
    ¿Podría expresarse con mayor elocuencia que lo hace aquí el mismo Libro divino, lo que significa escuchar las Palabras de Jesús para darnos el conocimiento directo de su adorable Persona y descubrirnos ese sello de verdad inconfundible (Juan, 3, 19; 17, 17) que arrebata a todo el que lo escucha sin hipocresía, como Él mismo lo dice en Juan, 7, 17?
    El que así empiece a estudiar a Jesús en el Evangelio, dejará cada vez más de encontrarlo raro. Entonces experimentará, no sin sorpresa grande y creciente, lo que es creer en Él con fe viva, como aquellos samaritanos. Entonces querrá conocerlo más y mejor y buscará los demás Libros del Nuevo Testamento y los Salmos y los Profetas y la Biblia entera, para ver cómo en toda ella el Espíritu Santo nos lleva y nos hace admirar a Jesucristo como Maestro y Salvador, enviado del Padre y Centro de las divinas Escrituras, en Quien habrán de unirse todos los misterios revelados (Juan 12, 32) y todo lo creado en el cielo y en la tierra (Ef., 1, 10). Es, como vemos, cuestión de hacer un descubrimiento propio. Un fenómeno de experiencia y de admiración. Todos cuantos han hecho ese descubrimiento, como dice Dom Galliard, declaran que tal fue el más dichoso y grande de sus pasos en la vida. Dichosos también los que podamos, como la Samaritana, contribuir por el favor de Dios a que nuestros hermanos reciban tan incomparable bien.
    El amor lee entre líneas. Imaginemos que un extraño vio en una carta ajena este párrafo: "Cuida tu salud, porque si no, voy a castigarte". El extraño puso los ojos en la idea de este castigo y halló dura la carta. Mas vino luego el destinatario de ella, que era el hijo a quien su padre le escribía, y al leer esa amenaza de castigarle si no se cuidaba, se puso a llorar de ternura viendo que el alma de aquella carta no era la amenaza sino el amor siempre despierto que le tenía su padre, pues si le hubiera sido indiferente no tendría ese deseo apasionado de que estuviera bien de salud.
    Nuestras notas y comentarios, después de dar la exégesis necesaria para la inteligencia de los pasajes en el cuadro general de la Escritura —como hizo Felipe con el ministro de la reina pagana (Hech., 8, 30 s. y nota)— se proponen ayudar a que descubramos (usando la visión de aquel hijo que se sabe amado y no la desconfianza del extraño) los esplendores del espíritu que a veces están como tesoros escondidos en la letra. San Pablo, el más completo ejemplar en esa tarea apostólica, decía, confiando en el fruto, estas palabras que todo apóstol ha de hacer suyas: "Tal confianza para con Dios la tenemos en Cristo; no porque seamos capaces por nosotros mismos... sino que nuestra capacidad viene de Dios..., pues la letra mata, mas el espíritu da vida" (II Cor., 3, 4-6).
    La bondad del divino Padre nos ha mostrado por experiencia a muchas almas que así se han acercado a Él mediante la miel escondida en su Palabra y que, adquiriendo la inteligencia de la Biblia, han gustado el sabor de la Sabiduría que es Jesús (Sab., 7, 26; Prov., 8, 22; Ecli., 1, 1), y hallan cada día tesoros de paz, de felicidad y de consuelo en este monumento —el único eterno (Salmo 118, 89)— de un amor compasivo e infinito (cf. Salmo 102, 13; Ef., 2, 4 y notas).
    Para ello sólo se pide atención, pues claro está que el que no lee no puede saber. Como cebo para esta curiosidad perseverante, se nos brindan aquí todos los misterios del tiempo y de la eternidad. ¿Hay algún libro mágico que pretenda lo mismo?
    Sólo quedarán excluidos de este banquete los que fuesen tan sabios que no necesitasen aprender; tan buenos, que no necesitasen mejorarse; tan fuertes, que no necesitasen protección. Por eso los fariseos se apartaron de Cristo, que buscaba a los pecadores. ¿Cómo iban ellos a contarse entre las "ovejas perdidas"? Por eso el Padre resolvió descubrir a los insignificantes esos misterios que los importantes —así se creían ellos— no quisieron aprender (Mt. 11, 25). Y así llenó de bienes a los hambrientos de luz y dejó vacíos a aquellos "ricos" (Lc. 1, 53). Por eso se llamó a los lisiados al banquete que los normales habían desairado (Lc., 14, 15-24). Y la Sabiduría, desde lo alto de su torre, mandó su pregón diciendo: "El que sea pequeño que venga a Mí". Y a los que no tienen juicio les dijo: "Venid a comer de mi pan y a beber el vino que os tengo preparado" (Prov., 9, 3-5).
    Dios es así; ama con predilección fortísima a los que son pequeños, humildes, víctimas de la injusticia, como fue Jesús: y entonces se explica que a éstos, que perdonan sin vengarse y aman a los enemigos, Él les perdone todo y los haga privilegiados. Dios es así; inútil tratar de que Él se ajuste a los conceptos y normas que nos hemos formado, aunque nos parezcan lógicos, porque en el orden sobrenatural Él no admite que nadie sepa nada si no lo ha enseñado Él (Juan, 6, 45; Hebr., 1, 1 s.). Dios es así; y por eso el mensaje que Él nos manda por su Hijo Jesucristo en el Evangelio nos parece paradójico. Pero Él es así; y hay que tomarlo como es, o buscarse otro Dios, pero no creer que Él va a modificarse según nuestro modo de juzgar. De ahí que, como le decía San Agustín a San Jerónimo, la actitud de un hombre recto está en creerle a Dios por su sola Palabra, y no creer a hombre alguno sin averiguarlo. Porque los hombres, como dice Hello, hablan siempre por interés o teniendo presente alguna conveniencia o prudencia humana que los hace medir el efecto que sus palabras han de producir; en tanto que Dios, habla para enseñar la verdad desnuda, purísima, santa, sin desviarse un ápice por consideración alguna. Recuérdese que así hablaba Jesús, y por eso lo condenaron, según lo dijo Él mismo. (Véase Juan 8, 37, 38, 40, 43, 45, 46 y 47; Mt., 7, 29, etc.). "Me atrevería a apostar —dice un místico— que cuando Dios nos muestre sin velo todos los misterios de las divinas Escrituras, descubriremos que si había palabras que no habíamos entendido era simplemente porque no fuimos capaces de creer sin dudar en el amor sin límites que Dios nos tiene y de sacar las consecuencias que de ellos se deducían, como lo habría hecho un niño".
    Vengamos, pues, a buscarlo en este mágico "receptor" divino donde, para escuchar su voz, no tenemos más que abrir como llave del dial la tapa del Libro eterno. Y digámosle luego, como le decía un alma creyente: "¡Maravilloso campeón de los pobres afligidos y más maravilloso campeón de los pobres en el espíritu, de los que no tenemos virtudes, de los que sabemos la corrupción de nuestra naturaleza y vivimos sintiendo nuestra incapacidad, temblando ante la idea de tener que entrar, como agrada a los fariseos que Tú nos denunciaste, en el "viscoso terreno de los méritos propios"! Tú, que viniste para pecadores y no para justos, para enfermos y no para sanos, no tienes asco de mi debilidad, de mi impotencia, de mi incapacidad para hacerte promesas que luego no sabría cumplir, y te contentas con que yo te dé en esa forma el corazón, reconociendo que soy la nada y Tú eres el todo, creyendo y confiando en tu amor y en tu bondad hacia mí, y entregándome a escucharte y a seguirte en el camino de las alabanzas al Padre y del sincero amor a mis hermanos, perdonándolos y sirviéndolos como Tú me perdonas y me sirves a mí, ¡oh, Amor santísimo!".
    Otra de las cosas que llaman la atención al que no está familiarizado con el Nuevo Testamento es la notable frecuencia con que, tanto los Evangelios como las Epístolas y el Apocalipsis, hablan de la Parusía o segunda venida del Señor, ese acontecimiento final y definitivo, que puede llegar en cualquier momento, y que "vendrá como un ladrón", más de improviso que la propia muerte (1 Tes., 5), presentándolo como una fuerza extraordinaria para mantenernos con la mirada vuelta hacia lo sobrenatural, tanto por el saludable temor con que hemos de vigilar nuestra conducta en todo instante, ante la eventual sorpresa de ver llegar al supremo Juez (Marc., 13, 33 ss.; Lc., 12, 35 ss.), cuanto por la amorosa esperanza de ver a Aquel que nos amó y se entregó por nosotros (Gál., 2, 20); que traerá con Él su galardón (Apoc. , 22, 12); que nos transformará a semejanza de Él mismo (Filip., 3, 20 s.) Y nos llamará a su encuentro en los aires (1 Tes., 4, 16 s.) y cuya glorificación quedará consumada a la vista de todos los hombres (Mt., 26, 64; Apoc. 1, 7), junto con la nuestra (Col., 3, 4). ¿Por qué tanta insistencia en ese tema que hoy casi hemos olvidado? Es que San Juan nos dice que el que vive en esa esperanza se santifica como Él (1 Juan, 3, 3), y nos enseña que la plenitud del amor consiste en la confianza con que esperamos ese día (1 Juan, 4, 17). De ahí que los comentadores atribuyan especialmente la santidad de la primitiva Iglesia a esa presentación del futuro que "mantenía la cristiandad anhelante, y lo maravilloso es que muchas generaciones cristianas después de la del 95 (la del Apocalipsis) han vivido, merced a la vieja profecía, las mismas esperanzas y la misma seguridad: el reino está siempre en el horizonte" (Pirot).
    No queremos terminar sin dejar aquí un recuerdo agradecido al que fue nuestro primero y querido mentor, instrumento de los favores del divino Padre: Monseñor doctor Paul W. von Keppler, Obispo de Rotenburgo, pío exegeta y sabio profesor de Tubinga y Friburgo, que nos guió en el estudio de las Sagradas Escrituras. De él recibimos, durante muchos años, el estímulo de nuestra temprana vocación bíblica con el creciente amor a la divina Palabra y la orientación a buscar en ella, por encima de todo, el tesoro escondido de la sabiduría sobrenatural. A él pertenecen estas palabras, ya célebres, que hacemos nuestras de todo corazón y que caben aquí, más que en ninguna otra parte, como la mejor introducción o "aperitivo" a la lectura del Nuevo Testamento que él enseñó fervorosamente, tanto en la cátedra, desde la edad de 31 años, como en toda su vida, en la predicación, en la conversación íntima, en los libros, en la literatura y en las artes, entre las cuales él ponía una como previa a todas: "el arte de la alegría". "Podría escribirse, dice, una teología de la alegría. No faltaría ciertamente material, pero el capítulo más fundamental y más interesante sería el bíblico. Basta tomar un libro de concordancia o índice de la Biblia para ver la importancia que en ella tiene la alegría: los nombres bíblicos que significan alegría se repiten miles y miles de veces. Y ello es muy de considerar en un libro que nunca emplea palabras vanas e innecesarias. Y así la Sagrada Escritura se nos convierte en un paraíso de delicias (Gén., 3, 23) en el que podremos encontrar la alegría cuando la hayamos buscado inútilmente en el mundo o cuando la hayamos perdido".
    Los Hechos de los Apóstoles
    El libro de los Hechos no pretende narrar lo que hizo cada uno de los apóstoles, sino que toma, como lo hicieron los evangelistas, los hechos principales que el Espíritu Santo ha sugerido al autor para alimento de nuestra fe (cf. Luc. 1, 4; Juan 20, 31). Dios nos muestra aquí, con un interés histórico y dramático incomparable, lo que fue la vida y el apostolado de la Iglesia en los primeros decenios (años 30-63 del nacimiento de Cristo), y el papel que en ellos desempeñaron los Príncipes de los Apóstoles, San Pedro (cap. 1-12) y San Pablo (cap. 13-28). La parte más extensa se dedica, pues, a los viajes, trabajos y triunfos de este Apóstol de los gentiles, hasta su primer cautiverio en Roma. Con esto se detiene el autor casi inopinadamente, dando la impresión de que pensaba escribir más adelante otro tratado.
    No hay duda de que ese autor es la misma persona que escribió el tercer Evangelio. Terminado éste, San Lucas retoma el hilo de la narración y compone el libro de los Hechos (véase 1, 1), que dedica al mismo Teófilo (Luc. 1, 1 ss.). Los santos Padres, principalmente S. Policarpo, S. Clemente Romano, S. Ignacio Mártir, S. Ireneo, S. Justino, etc., como también la crítica moderna, atestiguan y reconocen unánimemente que se trata de una obra de Lucas, nativo sirio antioqueno, médico, compañero y colaborador de S. Pablo, con quien se presenta él mismo en muchos pasajes de su relato (16, 10-17; 20, 5-15; 21, 1-18; 27, 1-28, 16). Escribió, en griego, el idioma corriente entonces, de cuyo original procede la presente versión; pero su lenguaje contiene también aramaísmos que denuncian la nacionalidad del autor.
    La composición data de Roma hacia el año 63, poco antes del fin de la primera prisión romana de S. Pablo, es decir, cinco años antes de su muerte y también antes de la terrible destrucción de Jerusalén (70 d.C.), o sea, cuando la vida y el culto de Israel continuaban normalmente.
    El objeto de S. Lucas en este escrito es, como en su Evangelio (Luc. 1, 4), confirmarnos en la fe y enseñar la universalidad de la salud traída por Cristo, la cual se manifiesta primero entre los judíos de Jerusalén, después de Palestina y por fin entre los gentiles.
    El cristiano de hoy, a menudo ignorante en esta materia, comprende así mucho mejor, gracias a este Libro, el verdadero carácter de la Iglesia y su íntima vinculación con el Antiguo Testamento y con el pueblo escogido de Israel, al ver que, como observa Fillion, antes de llegar a Roma con los apóstoles, la Iglesia tuvo su primer estadio en Jerusalén, donde había nacido (1, 1-8, 3); en su segundo estadio se extendió de Jerusalén a Judea y Samaria (8, 4-11, 18); tuvo un tercer estadio en Oriente con sede en Antioquía de Siria (11, 19-13, 35), y finalmente se estableció en el mundo pagano y en su capital Roma (13, 1-28, 31), cumpliéndose así las palabras de Jesús a los apóstoles, cuando éstos reunidos lo interrogaron creyendo que iba a restituir inmediatamente el reino a Israel: "No os corresponde a vosotros saber los tiempos ni momentos que ha fijado el Padre con su potestad. Pero cuando descienda sobre vosotros el Espíritu Santo recibiréis virtud y me seréis testigos en Jerusalén y en toda la Judea y Samaria y hasta los extremos de la tierra" (1, 7 s.). Este testimonio del Espíritu Santo y de los apóstoles lo había anunciado Jesús (Juan 15, 26 s.) y lo ratifica S. Pedro (1, 22; 2, 32; 5, 32, etc.).
    El admirable Libro, cuya perfecta unidad reconoce aún la crítica más adversa, podría llamarse también de los "Hechos de Cristo Resucitado". "Sin él, fuera de algunos rasgos esparcidos en las Epístolas de S. Pablo, en las Epístolas Católicas y en los raros fragmentos que nos restan de los primeros escritores eclesiásticos, no conoceríamos nada del origen de la Iglesia" (Fillion).
    S. Jerónimo resume, en la carta al presbítero Paulino, su juicio sobre este divino Libro en las siguientes palabras: "El Libro de los Hechos de los Apóstoles parece contar una sencilla historia, y tejer la infancia de la Iglesia naciente. Mas, sabiendo que su autor es Lucas, el médico, "cuya alabanza está en el Evangelio" (II Cor. 8, 18), echaremos de ver que todas sus palabras son, a la vez que historia, medicina para el alma enferma".
    Las Epístolas de San Pablo
    http://www.aciprensa.com/Biblia/romanos.htm
    .A los Romanos
    .I a los Corintios
    .II a los Corintios
    .A los Gálatas
    .A los Efesios
    .A los Filipenses
    .A los Colosenses
    . I a los Tesalonicenses
    .II a los Tesalonicenses
    .I a Timoteo
    .II a Timoteo
    .A Tito
    .A Filemón
    Saulo, que después de convertido se llamó Pablo —esto es, "pequeño"—, nació en Tarso de Cilicia, tal vez en el mismo año que Jesús, aunque no lo conoció mientras vivía el Señor. Sus padres, judíos de la tribu de Benjamín (Rom. 11, 1; Filip. 3, 5), le educaron en la afición a la Ley, entregándolo a uno de los más célebres doctores, Gamaliel, en cuya escuela el fervoroso discípulo se compenetró de las doctrinas de los escribas y fariseos, cuyos ideales defendió con sincera pasión mientras ignoraba el misterio de Cristo. No contento con su formación en las disciplinas de la Ley, aprendió también el oficio de tejedor, para ganarse la vida con sus propias manos. El Libro de los "Hechos" relata cómo, durante sus viajes apostólicos, trabajaba en eso "de día y de noche", según él mismo lo proclama varias veces como ejemplo y constancia de que no era una carga para las iglesias (véase Hech. 18, 3 y nota).
    Las tradiciones humanas de su casa y su escuela, y el celo farisaico por la Ley, hicieron de Pablo un apasionado sectario, que se creía obligado a entregarse en persona a perseguir a los discípulos de Jesús. No sólo presenció activamente la lapidación de San Esteban, sino que, ardiendo de fanatismo, se encaminó a Damasco, para organizar allí la persecución contra el nombre cristiano. Mas en el camino de Damasco lo esperaba la gracia divina para convertirlo en el más fiel campeón y doctor de esa gracia que de tal modo había obrado en él. Fue Jesús mismo, el Perseguido, quien —mostrándole que era más fuerte que él— domó su celo desenfrenado y lo transformó en un instrumento sin igual para la predicación del Evangelio y la propagación del Reino de Dios como "Luz revelada a los gentiles."
    Desde Damasco fue Pablo al desierto de Arabia (Gál. 1, 17) a fin de prepararse, en la soledad, para esa misión apostólica. Volvió a Damasco, y después de haber tomado contacto en Jerusalén con el Príncipe de los Apóstoles, regresó a su patria hasta que su compañero Bernabé le condujo a Antioquía, donde tuvo oportunidad para mostrar su fervor en la causa de los gentiles y la doctrina de la Nueva Ley "del Espíritu de vida" que trajo Jesucristo para librarnos de la esclavitud de la antigua Ley. Hizo en adelante tres grandes viajes apostólicos, que su discípulo San Lucas refiere en los "Hechos" y que sirvieron de base para la conquista de todo un mundo.
    Terminado el tercer viaje, fue preso y conducido a Roma, donde sin duda recobró la libertad hacia el año 63, aunque desde entonces los últimos cuatro años de su vida están en la penumbra. Según parece, viajó a España (Rom. 15, 24 y 28) e hizo otro viaje a Oriente. Murió en Roma, decapitado por los verdugos de Nerón, el año 67, en el mismo día del martirio de San Pedro. Sus restos descansan en la basílica de San Pablo en Roma.
    Los escritos paulinos son exclusivamente cartas, pero de tanto valor doctrinal y tanta profundidad sobrenatural como un Evangelio. Las enseñanzas de las Epístolas a los Romanos, a los Corintios, a los Efesios, y otras, constituyen, como dice San Juan Crisóstomo, una mina inagotable de oro, a la cual hemos de acudir en todas las circunstancias de la vida, debiendo frecuentarlas mucho hasta familiarizarnos con su lenguaje, porque su lectura —como dice San Jerónimo— nos recuerda más bien el trueno que el sonido de palabras.
    San Pablo nos da a través de sus cartas un inmenso conocimiento de Cristo. No un conocimiento sistemático, sino un conocimiento espiritual que es lo que importa. Él es ante todo el Doctor de la Gracia, el que trata los temas siempre actuales del pecado y la justificación, del Cuerpo Místico, de la Ley y de la libertad, de la fe y de las obras, de la carne y del espíritu, de la predestinación y de la reprobación, del Reino de Cristo y su segunda Venida. Los escritores racionalistas o judíos como Klausner, que de buena fe encuentran diferencia entre el Mensaje del Maestro y la interpretación del apóstol, no han visto bien la inmensa trascendencia del rechazo que la sinagoga hizo de Cristo, enviado ante todo "a las ovejas perdidas de Israel" (Mt. 15, 24), en el tiempo del Evangelio, y del nuevo rechazo que el pueblo judío de la dispersión hizo de la predicación apostólica que les renovaba en Cristo resucitado las promesas de los antiguos Profetas; rechazo que trajo la ruptura con Israel y acarreó el paso de la salud a la gentilidad, seguido muy pronto por la tremenda destrucción del Templo, tal como lo había anunciado el Señor (Mt. 24).
    No hemos de olvidar, pues, que San Pablo fue elegido por Dios para Apóstol de los gentiles (Hech. 13, 2 y 47; 26, 17 s.; Rom. 1, 5), es decir, de nosotros, hijos de paganos, antes "separados de la sociedad de Israel, extraños a las alianzas, sin esperanza en la promesa y sin Dios en este mundo" (Ef. 2, 12), y que entramos en la salvación a causa de la incredulidad de Israel (véase Rom. 11, 11 ss.; cf. Hech. 28, 23 ss. y notas), siendo llamados al nuevo y gran misterio del Cuerpo Místico (Ef. 1, 22 s.; 3, 4-9; Col. 1, 26). De ahí que Pablo resulte también para nosotros, el grande e infalible intérprete de las Escrituras antiguas, principalmente de los Salmos y de los Profetas, citados por él a cada paso. Hay Salmos cuyo discutido significado se fija gracias a las citas que San Pablo hace de ellos; por ejemplo, el Salmo 44, del cual el apóstol nos enseña que es nada menos que el elogio lírico de Cristo triunfante, hecho por boca del divino Padre (véase Hebr. 1, 8 s.). Lo mismo puede decirse de S. 2, 7; 109, 4, etc.
    El canon contiene 14 Epístolas que llevan el nombre del gran apóstol de los gentiles, incluso la destinada a los Hebreos. Algunas otras parecen haberse perdido (1 Cor. 5, 9; Col. 4, 16).
    La sucesión de las Epístolas paulinas en el canon, no obedece al orden cronológico, sino más bien a la importancia y al prestigio de sus destinatarios. La de los Hebreos, como dice Chaine, si fue agregada al final de Pablo y no entre las "católicas", fue a causa de su origen, pero ello no implica necesariamente que sea posterior a las otras.
    En cuanto a las fechas y lugar de la composición de cada una, remitimos al lector a las indicaciones que damos en las notas iniciales.
    Las Cartas Católicas
    http://www.aciprensa.com/Biblia/santiago.htm
    .Epístola de Santiago
    .Epístola I de San Pedro
    .Epístola II de San Pedro
    .Epístola I de San Juan
    .Epístola II de San Juan
    .Epístola III de San Juan
    .Epístola de San Judas
    La carta de Santiago es la primera entre las siete Epístolas no paulinas que, por no señalar varias de ellas un destinatario especial, han sido llamadas genéricamente católicas o universales, aunque en rigor la mayoría de ellas se dirige a la cristiandad de origen judío, y las dos últimas de S. Juan tienen un encabezamiento aún más limitado. S. Jerónimo las caracteriza diciendo que "son tan ricas en misterios como sucintas, tan breves en palabras como largas en sentencias".
    El Apocalipsis
    Apocalipsis, esto es, Revelación de Jesucristo, se llama este misterioso Libro, porque en él domina la idea de la segunda Venida de Cristo (cf. 1, 1 y 7; I Pedro 1, 7 y 13). Es el último de toda la Biblia y su lectura es objeto de una bienaventuranza especial y de ahí la gran veneración en que lo tuvo la Iglesia (cf. 1, 3 y nota), no menos que las tremendas conminaciones que él mismo fulmina contra quien se atreva a deformar la sagrada profecía agregando o quitando a sus propias palabras (cf. 22, 18).
    Su autor es Juan, siervo de Dios (1, 2) y desterrado por causa del Evangelio a la isla de Patmos (1, 9). No existe hoy duda alguna de que este Juan es el mismo que nos dejó también el Cuarto Evangelio y las tres Cartas que en el Canon llevan su nombre. "La antigua tradición cristiana (Papías, Justino, Ireneo, Teófilo, Cipriano, Tertuliano, Hipólito, Clemente Alejandrino, Orígenes, etc.) reconoce por autor del Apocalipsis al Apóstol San Juan" (Schuster-Holzammer).
    Vigouroux, al refutar a la crítica racionalista, hace notar cómo este reconocimiento del Apocalipsis como obra del discípulo amado fue unánime hasta la mitad del siglo III, y sólo entonces "empezó a hacerse sospechoso" el divino Libro a causa de los escritos de su primer opositor Dionisio de Alejandría, que dedicó todo el capítulo 25 de su obra contra Nepos a sostener su opinión de que el Apocalipsis no era de S. Juan "alegando las diferencias de estilo que señalaba con su sutileza de alejandrino entre los Evangelios y Epístolas por una parte y el Apocalipsis por la otra". Por entonces "la opinión de Dionisio era tan contraria a la creencia general que no pudo tomar pie ni aún en la Iglesia de Alejandría, y S. Atanasio, en 367, señala la necesidad de incluir entre los Libros santos al Apocalipsis, añadiendo que "allí están las fuentes de la salvación". Pero la influencia de aquella opinión, apoyada y difundida por el historiador Eusebio, fue grande en lo sucesivo y a ella se debe el que autores de la importancia de Teodoreto, S. Cirilo de Jerusalén y S. Juan Crisóstomo en todas sus obras no hayan tomado en cuenta ni una sola vez el Apocalipsis (véase en la nota a 1, 3 la queja del 4o. Concilio de Toledo). La debilidad de esa posición de Dionisio Alejandrino la señala el mismo autor citado mostrando no sólo la "flaca" obra exegética de aquél, que cayó en el alegorismo de Orígenes después de haberlo combatido, sino también que, cuando el cisma de Novaciano abusó de la Epístola a los Hebreos, los obispos de Africa adoptaron igualmente como solución el rechazar la autenticidad de todo ese Libro y Dionisio estaba entre ellos (cf. Introducción a las Epístolas de S. Juan). "S. Epifanio, dice el P. Durand, había de llamarlos sarcásticamente (a esos impugnadores) los Alogos, para expresar, en una sola palabra, que rechazaban el Logos (razón divina) ellos que estaban privados de razón humana (a-logos)". Añade el mismo autor que el santo les reprochó también haber atribuido el cuarto Evangelio al hereje Cerinto (como habían hecho con el Apocalipsis), y que más tarde su maniobra fue repetida por el presbítero romano Cayo, "pero el ataque fue pronto rechazado con ventaja por otro presbítero romano mucho más competente, el célebre S. Hipólito mártir".
    S. Juan escribió el Apocalipsis en Patmos, una de las islas del mar Egeo que forman parte del Dodecaneso, durante el destierro que sufrió bajo el emperador Domiciano, probablemente hacia el año 96. Las destinatarias fueron "las siete Iglesias de Asia" (Menor), cuyos nombres se mencionan en 1, 11 (cf. nota) y cuya existencia, dice Gelin, podría explicarse por la irradiación de los judíos cristianos de Pentecostés (Hech. 2, 9), así como Pablo halló en Éfeso algunos discípulos del Bautista (Hech. 19, 2).
    El objeto de este Libro, el único profético del Nuevo Testamento, es consolar a los cristianos en las continuas persecuciones que los amenazaban, despertar en ellos "la bienaventurada esperanza" (Tito 2, 13) y a la vez preservarlos de las doctrinas falsas de varios herejes que se habían introducido en el rebaño de Cristo. En segundo lugar el Apocalipsis tiende a presentar un cuadro de las espantosas catástrofes y luchas que han de conmover al mundo antes del triunfo de Cristo en su Parusía y la derrota definitiva de sus enemigos, que el Padre le pondrá por escabel de sus pies (Hebr. 10, 13). Ello no impide que, como en los vaticinios del Antiguo Testamento y aún en los de Jesús (cf. p. ej. Mt. 24 y paralelos), el profeta pueda haber pensado también en acontecimientos contemporáneos suyos y los tome como figuras de lo que ha de venir, si bien nos parece inaceptable la tendencia a ver en estos anuncios, cuya inspiración sobrenatural y alcance profético reconoce la Iglesia, una simple expresión de los anhelos de una lejana época histórica o un eco del odio contra el imperio romano que pudiera haber expresado la literatura apocalíptica judía posterior a la caída de Jerusalén. A este respecto la reciente Biblia de Pirot, en su introducción al Apocalipsis, nos previene acertadamente que "autores católicos lo han presentado como la obra de un genio contrariado... a quien circunstancias exteriores han obligado a librar a la publicidad por decirlo así su borrador" y que en Patmos faltaba a Juan "un secretario cuyo cálamo hubiese corregido las principales incorrecciones que salían de la boca del maestro que dictaba". ¿No es esto poner aun más a prueba la fe de los creyentes sinceros ante visiones de suyo oscuras y misteriosas por voluntad de Dios y que han sido además objeto de interpretaciones tan diversas, históricas y escatológicas, literales y alegóricas pero cuya lectura es una bienaventuranza (1, 3) y cuyo sentido, no cerrado en lo principal (10, 3 y nota), se aclarará del todo cuando lo quiera el Dios que revela a los pequeños lo que oculta a los sabios? (Lc. 10, 21). Para el alma "cuya fe es también esperanza" (I Pedro 1, 19), tales dificultades, lejos de ser un motivo de desaliento en el estudio de las profecías bíblicas, muestran al contrario que, como dice Pío XII, deben redoblarse tanto más los esfuerzos cuanto más intrincadas aparezcan las cuestiones y especialmente en tiempos como los actuales, que los Sumos Pontífices han comparado tantas veces con los anuncios apocalípticos (cf. 3, 15 s. y nota) y en que las almas, necesitadas más que nunca de la Palabra de Dios (cf. Am. 8, 11 y nota), sienten el ansia del misterio y buscan como por instinto refugiarse en los consuelos espirituales de las profecías divinas (cf. Ecli. 39, 1 y nota), a falta de las cuales están expuestas a caer en las fáciles seducciones del espiritismo, de las sectas, la teosofía y toda clase de magia y ocultismo diabólico. "Si no le creemos a Dios, dice S. Ambrosio, ¿a quién le creemos?".
    Tres son los sistemas principales para interpretar el Apocalipsis. El primero lo toma como historia contemporánea del autor, expuesta con colores apocalípticos. Esta interpretación quitaría a los anuncios de S. Juan toda su trascendencia profética y en consecuencia su valor espiritual para el creyente. La segunda teoría, llamada de recapitulación, busca en el libro de S. Juan las diversas fases de la historia eclesiástica, pasadas y futuras, o por lo menos de la historia primera de la Iglesia hasta los siglos IV y V, sin excluir el final de los tiempos. La tercera interpretación ve en el Apocalipsis exclusivamente un libro profético escatológico, como lo hicieron sus primeros comentadores e intérpretes, es decir S. Ireneo, S. Hipólito, S. Victorino, S. Gregorio Magno y, entre los posteriores modernos, Ribera, Cornelio a Lápide, Fillion, etc. Este concepto, que no excluye, como antes dijimos, la posibilidad de las alusiones y referencias a los acontecimientos históricos de los primeros tiempos de la Iglesia, se ha impuesto hoy sobre los demás, como que, al decir de Sickenberger, la profecía que Jesús revela a S. Juan "es una explanación de los conceptos principales del discurso escatológico de Jesús, llamado el pequeño Apocalipsis".
    Debemos además tener presente que este sagrado vaticinio significa también una exhortación a estar firmes en la fe y gozosos en la esperanza, aspirando a los misterios de la felicidad prometida para las Bodas del Cordero. Sobre ellos dice S. Jerónimo: "el Apocalipsis de S. Juan contiene tantos misterios como palabras; y digo poco con esto, pues ningún elogio puede alcanzar el valor de este Libro, donde cada palabra de por sí abarca muchos sentidos". En cuanto a la importancia del estudio de tan alta y definitiva profecía, nos convence ella misma al decirnos, tanto en su prólogo como en su epílogo, que hemos de conservar las cosas escritas en ella porque "el momento está cerca (1, 3; 22, 7). Cf. I Tes. 5, 20; Hebr. 10, 37 y notas. "No sea que volviendo de improviso os halle dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad! (Marc. 13, 36 s.). A "esta vela que espera y a esta esperanza que vela" se ha atribuido la riqueza de la vida sobrenatural de la primitiva cristiandad (cf. Sant. 5, 7 y nota).
    En los 404 versículos del Apocalipsis se encuentran 518 citas del Antiguo Testamento, de las cuales 88 tomadas de Daniel. Ello muestra sobradamente que en la misma Biblia es donde han de buscarse luces para la interpretación de esta divina profecía, y no es fácil entender cómo en visiones que S. Juan recibió transportado al cielo (4, 1 s.) pueda suponerse que nos haya ya dejado, en los 24 ancianos, "una transposición angélica de las 24 divinidades babilónicas de las constelaciones que presidían a las épocas del año", ni cómo, en las langostas de la 5a. trompeta, podría estar presente "la imaginería de los
    centauros", etc. Confesamos que, estimando sin restricciones la labor científica y crítica en todo cuanto pueda allegar elementos de interpretación al servicio de la Palabra divina, no entendemos cómo la respetuosa veneración que se le debe pueda ser compatible con los juicios que atribuyen al autor incoherencias, exageraciones, artificios y fallas de estilo y de método, como si la inspiración no le hubiese asistido también en la redacción, si es verdad que, como lo declara el Concilio Vaticano, confirmando el de Trento, la Biblia toda debe atribuirse a Dios como primer autor.
    7. Biblia y revelación
    Una síntesis de la relación entre la Biblia y la Tradición Divina en preguntas y respuestas
    ¿Qué es la Revelación?
    La revelación es la manifestación que Dios ha hecho a los hombres de Sí mismo y de aquellas otras verdades necesarias o convenientes para la salvación eterna.
    ¿Dónde se encuentra la Revelación?
    La Revelación -también llamada Doctrina cristiana o Depósito de la fe- se encuentra en la Sagrada Escritura y en la Tradición.
    ¿A quién fue confiada la Revelación?
    Jesucristo confió la Revelación a la Iglesia Católica. Por medio de sus Apóstoles, por tanto, sólo la Iglesia tiene autoridad para custodiarla, enseñarla e interpretarla sin error.
    ¿Qué es la Sagrada Escritura?
    La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. Al conjunto de los libros inspirados lo llamamos Biblia.
    ¿Qué es la Tradición?
    La Tradición es la Palabra de Dios no contenida en la Biblia, sino transmitida por Jesucristo a los Apóstoles y por éstos a la Iglesia.
    Las enseñanzas de la Tradición están contenidas en los Símbolos o Profesiones de la fe (por ejemplo, el Credo), en los documentos de los Concilios, en los escritos de los Santos Padres de la Iglesia y en los ritos de la Sagrada Liturgia.
    ¿Quién es el Autor de la Biblia?
    El Autor principal de la Biblia es Dios. El autor secundario o instrumental de la Biblia es el escritor sagrado o hagiógrafo. Por ejemplo, Moisés, el profeta Isaías, San Mateo, San Pablo, etc.
    ¿Qué es la Inspiración bíblica?
    La inspiración bíblica es una gracia específica que concede el Espíritu Santo, por la cual el escritor sagrado es movido a poner por escrito las cosas que Dios quiere comunicar a los demás hombres.
    ¿Cuáles son las propiedades de la Biblia?
    Las propiedades de la Biblia son:
    - La Unidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y entre todas las partes de todos los libros.
    - La Inerrancia (no contiene errores en lo que atañe a nuestra salvación) y la Veracidad (contiene las verdades necesarias para nuestra salvación).
    - La Santidad (procede de Dios, enseña una doctrina santa y nos conduce a la santidad).
    ¿Cómo se divide la Biblia?
    La Biblia se divide en dos partes: Antiguo y Nuevo Testamento. A su vez los libros del Antiguo y Nuevo Testamento se dividen en: libros históricos, didácticos y proféticos. Y cada libro se divide en capítulos y versículos.
    ¿Qué contiene el Antiguo Testamento?
    El Antiguo Testamento contiene los libros inspirados escritos antes de la venida de Jesucristo. Son 46. Los libros históricos del Antiguo Testamento son 21: Génesis, Exodo, Levítico, Números, Deuteronomio (que forman el Pentateuco), Josué, Jueces, Ruth, I y II Crónicas o Paralipómenos, I y II Esdras (el 2º llamado también Nehemías), Tobías, Judit, Esther, I y II Macabeos.
    Los libros didácticos del Antiguo Testamento son 7: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría y Eclesiástico.
    Los libros proféticos del Antiguo Testamento son 18: Los cuatro Profetas Mayores: Isaías, Jeremías (con Lamentaciones y Baruc), Ezequiel, Daniel, y los doce Profetas Menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías.
    ¿Qué contiene el Nuevo Testamento?
    El Nuevo Testamento contiene los libros inspirados escritos después de la venida de Jesucristo. Son 27. Los libros históricos del Nuevo Testamento son 5: Los cuatro Evangelios (según San Mateo, San Marcos, San Lucas, San Juan) y los Hechos de los Apóstoles.
    Los libros didácticos del Nuevo Testamento son 21: Las 14 Epístolas o Cartas de San Pablo: Romanos, I y II Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, I y II Tesalonicenses, I y II Timoteo, Tito, Filemón y Hebreos.
    Las 7 epístolas o Cartas llamadas católicas son: I y II de San Pedro: I, II y III de San Juan, la de Santiago y la de San Judas.
    El único libro profético del Nuevo Testamento es el Apocalipsis de San Juan.
    ¿Qué es el Canon bíblico?
    El Canon bíblico es el catálogo de los setenta y tres libros del Antiguo y del Nuevo Testamentos que forman la Biblia y que la Iglesia ha declarado como divinamente inspirados.
    ¿En qué período se escribió la Biblia?
    Los libros del Antiguo Testamento fueron escritos entre el siglo XV y el siglo II antes de Cristo.
    Los libros del Nuevo testamento fueron escritos en la segunda mitad del siglo I. Los Libros Sagrados se escribieron al principio en papiro y más tarde en pergamino. El papiro es una planta que abunda en Egipto, el pergamino es una piel de cabrito que permite escribir por las dos caras.
    Originalmente la Biblia estaba en rollos, es decir, largas fajas de papiro o de piel unidas en los extremos a dos bastones en torno a uno de los cuales giraba.
    ¿Qué es la Hermenéutica bíblica?
    La Hermenéutica bíblica es la ciencia que trata de las normas para interpretar rectamente los Libros Sagrados. La Iglesia Católica es la única capacitada para interpretar auténticamente (con pleno derecho y sin posibilidad de equivocarse) la Sagrada Escritura porque Dios le confió solamente a Ella la misión de guardar, enseñar y aclarar a los fieles su Palabra.
    ¿Qué otras Biblias existen?
    Además de la Biblia católica, que es la única completa y verdadera, existen la Biblia Hebrea y las Biblias protestantes. La Biblia Hebrea sólo contiene treinta y nueve libros del Antiguo Testamento. Por tanto, rechazan siete libros del Antiguo Testamento y todos los del Nuevo Testamento que forman la Biblia católica. Los protestantes, por su parte, admiten solamente el "libre examen" es decir, que cada uno ha de leer e interpretar la Biblia a su manera, sin necesidad de someterse a la autoridad de la Iglesia. A las Biblias protestantes les suprimieron algunos libros que están en la Biblia católica; además en los libros que conservan, modifican algunas palabras para apoyar sus ideas erróneas. Además, carecen de notas y comentarios, no tienen aprobación de la autoridad de la Iglesia; muchas son editadas por las "Sociedades Bíblicas", algunas dicen: "Versión del original llevado a cabo por Cipriano de Valera y C. Reyna"; la mayoría de ellas suprime varios libros del Antiguo Testamento (Sabiduría, Judit, Tobías, Eclesiástico, I y II Macabeos, entre otros) y algunas también suprimen libros del Nuevo (Epístolas de Santiago, de San Pedro y de San Juan)
    ¿Puede leerse cualquier Biblia?
    No. Porque puede contener errores doctrinales o morales. Para evitar esos errores, un católico sólo debe leer Biblias con notas y explicaciones aprobadas por la Iglesia Católica, es decir, que tengan "Nihil Obstat" e "Imprimatur".
    ¿Cómo leer la Biblia?
    La Iglesia recomienda la lectura de la Biblia porque es alimento constante para la vida del alma; produce frutos de santidad, es fuente de oración, gran ayuda para la enseñanza de la doctrina cristiana y para la predicación. El Concilio Vaticano II "exhorta a todos los fieles con insistencia a que, por la frecuente lectura de las Escrituras, aprendan la ciencia eminente de Cristo" (Constitución Dei Verbum, n. 25). Las disposiciones que se deben tener para leer y estudiar la Biblia son: fe y amor a la Palabra de Dios, intención recta, piedad y humildad para aceptar lo que Dios dice. Es recomendable leer los Evangelios diariamente durante unos cuantos minutos. San Jerónimo dice "Lee con mucha frecuencia las divinas Escrituras; es más, nunca abandones la lectura sagrada". A la luz de las enseñanzas de la Iglesia, la Biblia nos permite conocer el modo de salvanos y reconciliarnos, y eso sólo puede lograrse conociendo, amando y encarnando la vida de Jesucristo.
    Existen distintas versiones básicas de la Biblia. Las actuales ediciones de la Biblia en las diversas lenguas son traducciones de uno u otra versión. Estas versiones son:
    - Versión de los "Setenta" o "Alejandrina": (conocida también como "Septuaginta"), es la principal versión griega por su antigüedad y autoridad. Su redacción se inició en el siglo III a.C. (250 a.C.) y se concluyó al final del siglo II a.C. (105 a.C.).
    El nombre de "Setenta" se debe a que la tradición judía atribuye su traducción a 70 sabios y "Alejandrina" por haber sido hecha en Alejandría y ser usada por los judíos de lengua griega en vez del texto hebreo. Esta traducción se hizo para la lectura en las Sinagogas de la "diáspora", comunidades judías fuera de Palestina, y quizá también para dar a conocer la Biblia a los paganos.
    - Versiones Latinas:
    Itala Antigua o "Vetus Latina": proviene de la Versión de los Setenta para la mayoría de los libros del A.T. y de los originales griegos para los libros del N.T. y Sabiduría, 2 Macabeos y Eclesiástico. Estuvo en uso en Occidente desde el siglo II hasta el siglo V.
    Vulgata: hacia finales del siglo IV, el Papa Dámaso ordenó a San Jerónimo hacer una nueva versión latina teniendo presente la Itala antigua. Esta versión se impuso en el siglo VII definitivamente. Se denominó "Vulgata" porque la intención de la obra era "vulgarizarla", volverla popular.
    San Jerónimo tradujo directamente del hebreo y del griego originales al latín, a excepción de los libros de Baruc, Sabiduría, Eclesiástico y 1º y 2º de los Macabeos, que los transcribió, sin alteración alguna, de la Itala antigua.
    Neovulgata: La Neovulgata es la misma versión Vulgata, a la que se han incorporado los avances y descubrimientos más recientes.
    El Papa Juan Pablo II aprobó y promulgó la edición típica en 1979. El Papa lo hizo así para que esta nueva versión sirva como base segura para hacer traducciones de la Biblia a las lenguas modernas y para realizar estudios bíblicos.
    9. Vocabulario Bíblico
    Apócrifo (gr. apókryphos, oculto, secreto ¬ apokrypto, ocultar)
    adj. [libro de materia sagrada] No reconocido por la Iglesia: evangelios apócrifos.
    Discípulo, -La
    (lat. -lu )
    m., f. Persona que recibe las enseñanzas de un maestro(JESÚS), o que cursa en una escuela.
    Babilonia
    f. Capital del ant. reino de su nombre, considerada como emporio de la fastuosidad y de los vicios.
    2 fig. Babel.
    Cananeo, -Ea
    (lat. -eu )
    adj.-s. De Canaán, antigua región del sudoeste de Asia.
    2 adj.-m. Conjunto de lenguas pertenecientes al grupo semítico occidental septentrional, habladas principalmente al oeste de
    Mesopotamia; como el hebreo y el fenicio.
    Circuncisión
    (lat. ecl. circumcisione )
    f. Acción de circuncidar; p. excel. la de Nuestro Señor Jesucristo.
    2 Efecto de circuncidar.
    3 Fiesta con que anualmente celebra la Iglesia este misterio (1.° de enero).
    4 Escultura o pintura que representa la circuncisión de Jesucristo.
    Israel
    n. pr. En la Biblia, Jacob.
    2 Antiguo reino al norte de Palestina, y en la actualidad, república independiente que comprende una parte de aquel antiguo
    reino.
    3 Designación colectiva de los descendientes de Jacob; los judíos.
    Judá
    n. pr. bibl. Uno de los hijos de Jacob; fundador de la tribu de Judá, la cual llegó a constituir un reino al sur de Palestina.
    Mesías
    (lat. ecl. Messías ¬ hebr. Mashiaj, n. dado al Hijo de Dios, cuyo nacimiento anunciaron los profetas al pueblo hebreo)
    m. Redentor y liberador futuro de Israel.
    2 Para los cristianos, Cristo.
    3 fig. Sujeto real o imaginario en cuyo advenimiento hay puesta confianza inmotivada o desmedida. Pl. mesías.
    Monarquía
    (lat.-gr. monarchia )
    f. Forma de gobierno en que la soberanía es ejercida con carácter vitalicio, de un modo total o limitado, por un rey o una reina.
    Estado regido por esta forma de gobierno; su territorio.
    3 fig. Tiempo que dura este régimen político.
    Sinagoga
    (lat. ¬ gr. synagogé ¬ synago, reunir)
    f. Congregación o asamblea religiosa de los judíos.
    2 fig. Conciliábulo (junta).
    3 Templo de los judíos; casa en que se reúnen para orar y oír la doctrina de Moisés.
    Verdad
    (lat. veritate )
    f. lóg. Adecuación del pensamiento a la cosa: el error es opuesto a la ~.
    2 lóg. Corrección del pensamiento, cualidad del juicio que no se puede negar racionalmente.
    3 mor. Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa; veracidad: faltar a la ~, mentir; decirle a uno cuatro verdades, fig., decirle sin rebozo la verdad sobre sus defectos.
    4 Realidad. FR. A decir ~, o a la ~, con toda certeza y seguridad. De ~, de veras; a la verdad. En ~, verdaderamente. Bien es ~, o ~ es que, expr. con que se contraponen dos cosas para indicar que una no estorba a la otra, o para exceptuarla de una regla general.
    Impuro, -Ra
    (lat. -ru )
    adj. No puro(enfermo),pecador
    Profecía
    (lat. prophetia ¬ gr. propheteia )
    f. Predicción de un profeta (inspirado por Dios).
    2 Don sobrenatural de un profeta (inspirado por Dios).
    3 Libro canónico del Antiguo Testamento, en que se contiene los escritos de cualquiera de los profetas mayores.
    4 fig. Conjetura que se forma de una cosa por las señales que se observan en ella.
    5 f., pl. Libro canónico del Antiguo Testamento, en que se contienen los escritos de los doce profetas menores.
    Samuel
    n. pr. Profeta israelita. Nombre de dos libros del Ant. Testamento.
    Saga
    (al. Sage, leyenda)
    f. Leyenda poética basada sobre las primitivas tradiciones heroicas y mitológicas de Escandinavia.
    2 p. ext. Relato de la historia de dos o más generaciones de una familia.
    3 fig. Dinastía familiar: pertenece a una ~ de grandes guitarristas.
    Roma
    n. pr. fig. Autoridad del Papa y de la curia romana; Santa Sede.
    Pascua
    (lat. ecl. pascha ¬ hebr. pésaj, tránsito; con influjo del lat. pascua; pl. de pascuum )
    f. Fiesta la más solemne de los hebreos, que celebraban a la mitad de la luna de marzo, en memoria de la libertad del cautiverio de Egipto.
    2 En la Iglesia católica, fiesta solemne de la Resurrección del Señor, que se celebra el domingo siguiente al plenilunio posterior al 20 de marzo: ~ de flores o florida, la de Resurrección.
    3 Solemnidad del nacimiento de Cristo, de la adoración de los Reyes Magos y de la venida del Espíritu Santo sobre el Colegio apostólico: ~ del Espíritu Santo, pentecostés (festividad cristiana).
    4 f., pl. Tiempo desde el nacimiento de Cristo hasta el día de Reyes inclusive: dar las pascuas, felicitar a uno en ellas. FR. Estar como una ~ o unas pascuas, fig. estar alegre y regocijado. Cara de pascuas, expresión alegre, satisfecha. Hacer la ~, fastidiar.
    Números es el nombre del cuarto libro, porque en su primer capítulo refiere el censo llevado a cabo después de concluida la legislación sinaítica y antes de la salida del monte de Dios. A continuación se proclaman algunas leyes, especialmente acerca de los nazareos, y disposiciones sobre la formación del campamento y el orden de las marchas. Casi todos los acontecimientos referidos en los Números sucedieron en el último año del viaje, mientras se pasan por alto casi todos los sucesos de los treinta y ocho años precedentes. Descuellan algunos por su carácter extraordinario; por ejemplo, los vaticinios de Balaam. Al final se añade el catálogo de las estaciones durante la marcha a través del desierto, y se dan a conocer varios preceptos sobre la ocupación de la tierra de promisión.
    Géneros Literarios
    Según el Concilio Vaticano II : "Géneros literarios son los modos de hablar de que se sirven los escritores de una determinada época, para expresar sus pensamientos".
    En la Biblia hay muchos Géneros Literarios, o sea, maneras especiales de decir las cosas y de narrar los acontecimientos. Y es muy importante conocer en qué Género Literario esta escrito un pasaje de la Biblia, para entender qué es lo que allí el autor quiere decir y significa.
    Por ejemplo: si el pasaje está escrito en género Épico (épico o epopeya es la narración de hechos muy gloriosos) usará números y comparaciones en superlativos que no pretenden ser entendidos matemáticamente: "Los israelitas eran tan numerosos como las arenas del mar". La plata en tiempos de Salomón era "tan abundante en Jerusalen como las piedras".
    Si el autor de un libro de la Biblia usa el género Apocalíptico (Apocalipsis es: Descubrir lo que va a suceder), usará muchos símbolos (por ejemplo 7, 12, 40, para significar algo que es completo) y muchas imágenes. Ver los libros de Daniel y el Apocalipsis de San Juan.
    Uno de los Géneros Literarios más usados en la Biblia es el Midrash que consiste una reflexión religiosa acerca de hechos que la tradición narra para sacar de ellos lecciones de santidad. Por ejemplo; Libro de Tobías, Jonás, Ruth, Judit, etc.
    Estructura Literaria
    Es razonable suponer que la Iglesia primitiva tuvo, como tradición oral, una narración rudimentaria de la Pasión de Jesús, presentada como una concatenación de acontecimientos que tuvieron lugar en Judea y, especialmente, en Jerusalén. Seguramente la Iglesia habrá tenido también recopilaciones de las enseñanzas de Jesús (por ejemplo, las parábolas que aparecen en Marcos 4) y relatos de sus hechos, vinculados —al menos en algunos casos— a parajes de Galilea (por ejemplo, los milagros que se incluyen en Marcos 4, 5 y 6). El logro literario más evidente de la Biblia reside en haber conseguido reunir muchos de estos dichos y relatos galileos para conformar una amplia introducción a la tradición jerosolimitana antes y después de la Pasión de Jesús. Además, su narrativa se caracteriza por una notable vitalidad dramática.
    Ejm: Análisis del Fragmento Del Evangelio De San Marcos
    Crítica literaria:
    En el comienzo se inserta una nota de tensión mediante la breve descripción del conflicto de Jesús con la fuerza cósmica del mal, Satán, y por la sombra profética que el arresto de san Juan Bautista arroja sobre la inauguración del ministerio de Jesús. La tensión crece (2,6-7; 3,2; 3,6; 3,22), hasta culminar en el enfrentamiento abierto por las audaces actividades de Jesús en el Templo (11,18) y sus ataques verbales contra las autoridades judías (12,1-12; 12,38-40). La confrontación degenera en un plan para eliminar a Jesús (14,1-2) y, finalmente, en su arresto, juicio y crucifixión. En la narración de la Pasión, los antagonistas de Jesús son seres humanos, pero incluso allí se detectan las notas dramáticas del conflicto cósmico en la referencia a "la oscuridad sobre toda la Tierra" durante la Crucifixión y en la correspondiente referencia a la salida del Sol en la mañana de la Pascua.
    Paginas web:
    • http://www.corazones.org/
    • http://www.aciprensa.com/
    • http://www.biblia.com/
    Enciclopedia:
    Microsoft® Encarta® 2002. © 1993-2001 Microsoft Corporation.
    Resumen:
    La monografía tiene como tema principal el desarrollo histórico y literario de la Biblia.




    Autor:

    Biaggio Arbulú Baquedano.(14 años)
    Alumno del Colegio Manuel Pardo
    (Chiclayo-Perú)
    Fecha de elaboración: Chiclayo, 18 De Noviembre del 2002

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